Pedro, compra un chándal
Te irá mejor, en serio. Además lo puedes cargar a gastos de representación. No saldrá ni un euro de tu bolsillo, lo mismo que has hecho con la querella por presunta prevaricación contra el juez Peinado. Seguro que ni siquiera tuviste que descolgar el teléfono. Alguien por ti buscó a un Abogado del Estado dispuesto a firmar, y le hizo una oferta que no pudo rechazar. Qué talento. Querías declarar por escrito como presidente, pero te has negado a hacerlo oralmente como marido. Y, para rematar, usas a la Abogacía para no pagar a un letrado y amedrentar al juez. Eres un tío grande.
Tu jugada ha sido caribeña, como las del conductor de autobús que dicta en Venezuela, ya sabes, el tipo ese del chándal tricolor. Di que sí. Con dos cocos bien puestos. Primero colonizas el Estado para asegurarte su uso arbitrario. Luego, cuando sale lo de la pobre Bego, te presentas como el marido profundamente enamorado y te retiras porque no aguantas tanta presión. Te secas las lágrimas, vuelves y amenazas a los jueces y a la prensa libre. Mientras, mandas al sanchismo político y mediático a crear un relato y a insultar al juez Peinado. Apunta esto: algún día sabremos quién ha sido el guionista que escribió las palabras que todos repiten, y que diseñó la campaña de acoso al magistrado.
Ni gambito de dama, Pedro. Anuncias que quieres colaborar con la justicia y señalas al juez cómo debe actuar. Faltaría más. Tú querías por escrito como si fuera la tercera carta a la feligresía. Sé que pensabas usar la oportunidad para contar en una epístola tu historieta lacrimógena y acusar a la malvada derecha y ultraderecha, que no entiende ni aprende. Tanto monta, monta tanto Feijóo como Abascal. Pero el juez Peinado, que confunde una testifical con una blasfemia, insistía en preguntarte como marido de la investigada. Bah. Esta gente ve en otros sus propios delitos. ¿Te acuerdas de lo que dijiste a Rajoy? «Usted no es decente», le soltaste en la tele. Y cuando Mariano, Dios le tenga haciendo marcha nórdica, fue llamado a declarar pediste su dimisión. «Piense en España», dijiste. Cierto, ¿es que nadie piensa en España? Ay, pobre España, como la Bego, sometida a un trato inhumano por el lawfare y esta derecha que no admite el resultado de las urnas.
Pero tú, Pedro, no te distraes. Siempre tienes el progreso entre ceja y ceja, y el progreso eres tú, y por el progreso, como Belén Esteban por su hija, haces lo que sea. Si hay que cambiar de opinión y usar las instituciones públicas en beneficio privado pues se hace porque el progreso, es decir, tú, no tiene precio. No hagas caso a los que te llaman narcisista y arrogante, ni a esos ultras que dicen que te han visto «impávido y altanero» ante el juez Peinado. Qué sabrán ellos. Los fachas no tienen tu porte, ni esa mirada de malote que plancha la ropa interior, ni esos andares de fiebre del sábado noche.
Ahora solo falta que nos regales otro fascículo de esa fotonovela titulada «La democracia o yo, valga la redundancia». Sabemos que el equipo de opinión sincronizada nos hará spoiler, que oiremos hablar del contubernio mediático, político y judicial de los ultras, con un juez que quiere sus quince minutos de gloria televisiva, y que os tiene manía porque os envidia. Cómo no hacerlo. Ya lo ha dicho Tezanos: no es la investigación de un posible caso de corrupción y tráfico de influencias, es que la derecha –contengo los exabruptos, sí– busca la «destrucción personal» de Pedro, que es lo mismo que decir que quieren el apocalipsis de la democracia, del progreso y de la luz que nos ilumina en la oscuridad.
Te lo repito: compra un chándal para que la gente vea el músculo del socialismo del siglo XXI. No te cortes. Sé que eres austero y recatado. Aprovecha las rebajas.