El declive de Sumar: sin «líder y casi sin la mitad del apoyo del 23J
Sumar fió al 23J la viabilidad de un proyecto que tenía por objeto servir de plataforma para la proyección de su líder. Una meta, lograda con éxito, puesto que Yolanda Díaz revalidó su cargo de vicepresidenta en el Gobierno. Sin embargo, la segunda meta, revivir el espacio de la izquierda alternativa, ha resultado un fracaso.
Las elecciones generales fueron agridulces para el partido, a pesar de que sus dirigentes tratan de explotar el rédito de haber sido capaces de «frenar a la derecha y a la ultraderecha» en las urnas. Ese fue, además, el mantra de campaña que guió a los de Díaz. Conseguir la fuerza necesaria para revalidar el gobierno de coalición en «plena ofensiva reaccionaria», aseguraban, en referencia a la fuerza de PP y Vox prevista para las urnas. Pese al optimismo de la formación magenta, se dejó siete escaños y casi 700.000 votos respecto al peor resultado de Unidas Podemos y la coalición Más País y Compromís en 2019.
Tras este primer examen en las urnas de un experimento que buscaba liquidar a Podemos –al darlo por amortizado– el macrociclo electoral en el primer semestre del año terminó por reflejar las costuras de un proyecto sin base en los territorios, unido al desgaste que acusaba la figura de Díaz por la lucha fratricida con Podemos por el veto a Irene Montero a las generales. Los morados acabaron rompiendo con Sumar en el Congreso y mudándose al Grupo Mixto desde donde en varias ocasiones han hecho oposición a Yolanda Díaz, tumbando el decreto de subsidio de desempleo del Ministerio de Trabajo o atacando constantemente a Díaz y cuestionando el poder de Sumar para arrancar al PSOE las medidas progresistas.
En el plano orgánico, el partido de Díaz no ha logrado instaurar la unidad ni anexionar más apoyos de otros partidos. Compromís, la Chunta o Mès ya dejaron claro desde el principio que no se integrarían en Sumar, mientras que, tras la dimisión de Díaz a causa del batacazo en las elecciones europeas, ha hecho a IU y Más Madrid repensarse también el apoyo sin fisuras que un día prestaron al proyecto y a la vicepresidenta. Ahora exigen una relación en «igualdad de condiciones» a la que aparentemente Sumar se ha prestado al asumir su debilidad, pero que todavía discute como canalizar para evitar ser un partido más dentro de la sopa de siglas de la izquierda alternativa al PSOE. Las fuentes consultadas por este periódico tienen claro que ya no ejercen la misma influencia que hace un año, pero no quieren reconocer su fragilidad frente a formaciones con estructuras territoriales detrás. Será a partir de septiembre cuando Sumar presente a sus aliados una nueva oferta de unidad en la que todas las partes estén representadas «por igual», se prometen. Pero para ello, Sumar todavía debe culminar su proceso de «catarsis», según la definen en el núcleo duro de Díaz, tras la abrupta dimisión de su líder tan solo tres meses después de haber sido nombrada como coordinadora general. El partido buscará una nueva cabeza visible en lo orgánico, mientras que seguirá preservando la figura de Díaz en el plano político, es decir, seguirá siendo la líder «in pectore».
La reedición de la coalición tampoco ha ofrecido a Sumar un escaparate de exposición, de momento. La debilidad parlamentaria con la que Sánchez gobierna le ha obligado a centrarse en cumplir con las exigencias de sus aliados y es por eso que la primera etapa de la legislatura ha estado monopolizada por la Ley de Amnistía, donde Sumar ha contado con un papel secundario. La decisión del Gobierno de paralizar los Presupuestos tampoco dejó margen a Yolanda Díaz para poder vender gestión. La prestación por crianza, endurecer la fiscalidad de los alquileres turísticos y mantener los impuestos temporales a la banca, son algunas de sus prioridades que ahora vuelven a ralentizarse tras el órdago de Junts con el techo de gasto. Fían a la gobernabilidad en Cataluña el «resurgir» del Ejecutivo, según explican fuentes del equipo económico de Díaz, aunque son conscientes de sus limitaciones porque el PSOE «ha querido un gobierno de consolidación y no de transformación», se lamentan. Aun así, la vicepresidenta resaltó esta semana haber conseguido en seis meses subir el Salario Mínimo Interprofesional hasta los 1.184 euros, prohibir a las empresas la reducción de la jornada de contratos a tiempo parcial, fin a la ampliación de los contratos de periodo de prueba, o la acumulación del permiso de lactancia y la prohibición de despido por la inflación. La próxima meta de Díaz es la reducción de la jornada laboral.
La falta de foco en Moncloa y debilidad de Sumar se ve reflejada en las encuestas. Según el último CIS, Díaz ha perdido la mitad del porcentaje de voto respecto al 23J y más alarmante es todavía la alta cantidad de apoyos que tras confiar en Sumar en las generales hoy apostaría por Podemos, el 42,5%.