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Июль
2024

Aguirre y Márquez, ¿agua y aceite?

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Javier Aguirre es un nombre enorme. Es el técnico mexicano más conocido en Europa y viene de un paso exitoso en el Mallorca, del que salió con algo de reproche hacia la directiva por parte de la afición, al ser un entrenador carismático y muy querido, luego de salvar al equipo del descenso tres veces y llegar a una final de la Copa del Rey, aunque la perdió.

El motivo de la salida del Vasco es que desde la dirigencia bermellón no veían en el nuevo seleccionador de México a la persona que los iba a llevar a dar el siguiente paso. Aguirre era un entrenador que les daba cierta estabilidad, pero igual los iba a hacer sufrir hasta el final. Y es que, seamos honestos, para eso es Javier: estabilizó a Osasuna y tuvo UNA temporada de locura en la que metió al equipo a la Champions; antes, solo salvar el descenso y la media tabla. En el Atlético, dio estabilidad al cuadro colchonero y, con un equipazo, lo metió también a la Liga de Campeones, pero no aguantó arriba de la tabla y, luego de que el estilo tampoco mostrara formas a futuro, terminó despedido.

Sin entrar aún en las etapas de Selección mexicana, prosigamos: tomó al Zaragoza y lo salvó milagrosamente del descenso; en la siguiente temporada fue destituido en diciembre, cuando el equipo se ubicaba último. Sustituyó a Mauricio Pellegrino en el Espanyol cuando el cuadro catalán estaba último y el Vasco lo salvó y lo dejó en media tabla. Dirigió un año más y logró la permanencia y, al final de la temporada, se fue. Después, un paso de dos temporadas por el Al Wahda de Emiratos Árabes hasta llegar al Leganés, con el cuadro madrileño, al que tomó último y casi desahuciado, pero logró buenos resultados y dio esperanza… pero esta vez no lo logró y firmó el descenso en la última fecha.

Finalmente tomó al Mallorca en marzo de 2022, en zona de descenso, y de ahí la bonita historia que pueden leer al inicio de esta colaboración.

Aguirre es querido en sus clubes en México: Atlante, América y hasta Chivas. También, como estratega, lo quieren en Pachuca, Osasuna, Atlético, Espanyol o Mallorca, lo quieren por su forma de ser, por no dejar el más mínimo esfuerzo en la cancha y, después, por inspirar positivamente a sus “cabrones” en los clubes españoles en los que dirigió. Su mayor contribución a esos equipos se resume en una palabra: esperanza.

Así llegó a México cuando sacó los bomberazos de 2002 y 2010, pero a veces falta recordar la forma tan miserable que acabó todo en esos dos Mundiales. En 2002, con la esperanza de clasificar primero de grupo y enfrentar al ‘fácil’ de Estados Unidos, y luego recibir una clase de táctica de parte de Bruce Arena, ver salir expulsado a Rafael Márquez, e iniciar una fea tradición que nuestros vecinos usan para burlarse de nosotros: “dosacero”. El Tricolor no tuvo oportunidad.

En 2010, luego de ganarle al finalista de la edición anterior, Francia, y eliminarlo del torneo junto al anfitrión, Sudáfrica, México hizo absolutamente nada ante Uruguay, se fue al segundo lugar del sector, se cruzó con Argentina, puso al Bofo Bautista -completamente fuera de forma física y futbolística- y, sin meter las manos, volvió a quedar fuera en octavos.

Después de esas dos experiencias y, sobre todo, la forma en la que se perdió, ¿qué nos hace pensar que las cosas pueden cambiar?

Dirigió también a otras dos Selecciones, dos que debían dominar en sus campeonatos continentales y con ambas terminó sus contratos abruptamente. De Japón se fue por una investigación por amaño de partidos durante su época en el Zaragoza, de la que salió completamente limpio. De Egipto se fue por un terrible fracaso en la Copa africana, cuando contaba con la mejor versión de la superestrella del Liverpool, Mohamed Salah.

Su regreso a México, con el Monterrey, también acabó de forma abrupta, no tanto por los resultados, sino por el estilo de juego. Fue precisamente Duilio Davino, actual director de Selecciones Nacionales, quien le dio las gracias. Con la afición de Rayados no consiguió la empatía que logró en prácticamente todos los clubes españoles que dirigió.

Pero bueno, es completamente entendible que tenga una tercera etapa en el Tri, dados los resultados y los dos técnicos cuyas cabezas rodaron en los últimos meses (Diego Cocca y Jaime Lozano). El Vasco vuelve porque, otra vez, hay urgencia de cara al Mundial 2026, en casa. Le acompaña Rafael Márquez, un proyecto de futuro, quien es completamente diferente.

Márquez apenas inicia su carrera. Lo hacía como empezaron Pep Guardiola o Luis Enrique, con el Barça Atlètic, o el equipo B, ya hasta sonó para reemplazar a Xavi Hernández, pero el mexicano no desoyó el canto de las sirenas y dejó el proyecto a unas semanas de la nueva temporada para ser el segundo de Aguirre y aspirar a tomar al equipo nacional después del Mundial y de cara a la edición 2030. Si los resultados no acompañan, ¿le respetarán el acuerdo? Bueno, ese no es el propósito de esta columna.

La llegada de Rafa al cuerpo técnico de México le va a permitir aprender de liderazgo del Vasco, va a mejorar su manejo de prensa -le costó mucho en Barcelona- y le va a permitir madurar a la hora de elegir jugadores. Márquez, además, aportará su manejo de grupo a nivel jugador y también en el manejo de los jóvenes, solo una cosa: la última palabra la tendrá Aguirre y no va a haber ‘tiqui-taca’ si el equipo va ganando 1-0 y, en cambio, se va a replegar.

A Márquez le va a costar convivir con un estilo de juego que no concuerda con sus formas ni como jugador ni lo que hacía con su club como técnico. Su mera presencia servirá para acallar las críticas cuando aparezcan los resultados, pero no el futbol alegre que, sin demasiada lógica para exigirlo, quiere la afición mexicana.

Al final, esta dupla es una mezcolanza de dos grandes personajes del futbol mexicano, que adoran a la Selección y han dado absolutamente todo por ella, pero que son, también, como agua y aceite. ¿Será que “polos opuestos se atraen” y el plan va a funcionar? Les dejo el beneficio de la duda.