De la Patria por nuestra libertad: El Partido de Nicoya y Costa Rica en su bicentenario histórico
“Cuando fuiste alcaldía de Nicoya, tu Partido se impuso en la historia y al gritar tu anexión a la Patria, te cubriste por siempre de gloria. Guanacaste: tu histórico empeño Costa Rica no debe olvidar, cuando alzó el estandarte Briceño... De la Patria por nuestra voluntad”.
Las anteriores palabras corresponden a las dos últimas estrofas del Himno a la anexión del Guanacaste, confeccionado en 1949 por José Ramírez Sáizar (letra) y Jesús Bonilla Chavarría (música), el cual desde entonces es cantado en nuestras escuelas y colegios para conmemorar la efeméride del 25 de julio de 1824.
Aunque la última frase de dicha composición ha sido uno de los elementos más icónicos de dicha festividad, se ha incurrido en el yerro de incluirla como parte del acta suscrita en aquella coyuntura o afirmar, con equivocación, que el Briceño citado por Sáizar fue uno de sus rubricantes.
Así con motivo de los doscientos años del crucial y eximio evento que hermanó a Costa Rica y el Partido de Nicoya de forma sempiterna, se exponen una serie de aspectos, incidencias y peculiaridades respecto de uno de los hechos, y sus secuelas, más trascendentes de la historia costarricense.
Origen remoto
Desde la era precolombina, uno de los más importantes grupos tribales de nuestro futuro territorio fue el de los chorotegas, cuya ascendencia provenía de la zona mesoamericana centro-sur de México, por lo que muchas de sus tradiciones, rituales, deidades e idioma (náhuatl) se basaban en esa cultura.
A la conquista española en el siglo XVI, la zona chorotega estuvo liderada por el cacique Nicoya, cuya capital ostentaba ese mismo apelativo, el cual derivaba de los vocablos náhuatl necoc (a ambos lados), i (suyo, su) y auh (agua).
Para 1519, los conquistadores Hernán Ponce de León y Juan de Castañeda descubrieron el golfo que, desde 1522, sería visitado por su congénere Gil González Dávila, quien sería el primer español en contactar al cacique Nicoya. Hecho que, después de su posterior conquista, provocaría la masificación de dicho nombre para el golfo de cita, así como para la península homónima.
Por lo demás, en el sitio del cacicazgo de cita se fundó un nuevo poblado con el nombre de Nicoya y hacia 1544 se erigió su primigenia ermita (primera también de lo que sería Costa Rica), la cual se incendió en 1634. Una década más tarde y dentro del cuadrante principal, se construyó un nuevo templo, cuya advocación se asignó, en 1751, al religioso, médico y eremita armenio San Blas, manteniéndose ello incólume hasta el presente.
Periplos diversos
En 1554, Nicoya obtuvo la categoría jurídica de Corregimiento (zona con amplía población aborigen y autonomía respecto de otras autoridades), cuya primer corregidor fue Pedro Ordóñez de Villaquirán, siendo desde 1556 cuando también recibió la condición de Alcaldía Mayor (Corregimiento con puertos).
Lo anterior varió en 1787 con la fundación de la Intendencia de León (Nicaragua), pues a dicha entidad (creada para aglutinar corregimientos, alcaldías, pueblos y villas) se le agregó el ahora llamado Partido de Nicoya. Partido era el nombre usado para designar las nuevas particiones territoriales de las Intendencias.
Ya en el siglo XIX se dio un hito pionero, pues, ante la carestía poblacional de la Provincia de Costa Rica para elegir a su diputado ante las Cortés de Cádiz, el Partido de Nicoya votó junto a nuestra población para ello en 1810, resultando electo el presbítero cartaginés Florencio del Castillo. Evento que representó la primera ocasión histórica que ambos territorios protagonizaron en conjunto.
Así, lo antes dicho conllevó a la vigencia de la célebre Constitución de Cádiz (1812), lo cual propició la instauración de la Provincia de Nicaragua y Costa Rica, bajo cuya égida se colocó al Partido de Nicoya. Norma superior que fue derogada en 1814, por lo que el partido de cita volvió al status quo que poseía desde 1787, pero que, tras la restauración de la carta constitucional ibérica en 1820, retomó la categoría asignada en 1812, permaneciendo así hasta 1821.
Prolegómenos
Tras sus procesos autárquicos, Nicaragua y Costa Rica obtuvieron sus respectivas independencias, acaeciendo la primera el 11 de octubre, mientras que la segunda se verificó el 29 de ese mismo mes en la ciudad de Cartago.
Sin embargo, casi al instante se desató una cruenta guerra civil entre las poblaciones de Granada y León por la hegemonía política nicaragüense. Pugna a la que Costa Rica fue invitada, en 1823 y por ambas localidades, para que las apoyasen, pero nuestras autoridades, con gran tino, en lugar de ello, enviaron al empresario guatemalteco Mariano Montealegre B. (radicado desde hacía lustros en nuestro suelo) para conferenciar con los dos grupos.
Producto de lo anterior, se rubricó el Tratado Montealegre-Velasco (agosto, 1823), el cual, además de primer acuerdo diplomático de nuestra historia, incluyó en su cláusula 8ª el reconocimiento de Granada de la obvia pertinencia de que el Partido de Nicoya, por su situación geográfica, se adhiriese a Costa Rica.
Para marzo de 1824, la Junta Superior Gubernativa que nos regía envió una carta a los tres poblados del Partido de Nicoya para que valorasen un eventual nexo bilateral, siendo estos: Nicoya (entonces cabecera del partido), Santa Cruz y Guanacaste (actual Liberia). Esta decisión marcaría el destino de ambos territorios de modo directo.
Culmen histórico
Tras un cabildo abierto (mayo, 1824), Guanacaste rechazó el ligamen con Costa Rica, mientras que Santa Cruz acordó (junio) avenirse a lo decidido por Nicoya, cuyos moradores, por su parte, se opusieron al nexo de cita (4 de julio).
Empero, tras revocar esa decisión, los nicoyanos acudieron a un segundo cabildo abierto, el cual se verificó el domingo 25 de julio siguiente bajo la presidencia del alcalde Manuel Briceño Viales, quien también fungía como jefe político y comandante militar del partido nicoyano.
Episodio por el que, después del escrutinio de los votos, se aprobó la vinculación con el territorio costarricense a través de un acta de cuatro folios y firmada por 25 de los principales personajes del partido. Luego el documento fue enviado a la Junta Superior Gubernativa en San José, cuyos miembros, el 23 de agosto, lo acogieron con gran beneplácito y valía.
Además, dado que Costa Rica y Nicaragua pertenecían a las Provincias Unidas del Centro de América (entidad regional de las cinco naciones del istmo), nuestro país remitió (setiembre, 1824), con motivo de las primeras objeciones nicaragüenses al enlace, un legajo con todos los escritos relativos a ello. Pues dicha entidad, transformada luego en la República Federal de Centroamérica, sería la encargada de la decisión final sobre dicho litigio.
Reafirmación crucial
En marzo de 1825, el Congreso Federal centroamericano declaró la validez provisional del nexo entre Costa Rica y el Partido de Nicoya, supeditándolo a una ratificación, la cual acaeció en diciembre y se reselló en marzo de 1826, siendo el principal artífice de ello el médico cartaginés Pablo de Alvarado B., quien era uno de nuestros legados ante ese órgano regional.
Vínculo que fue aprobado por Guanacaste en 1828. Ya en 1835, nuestro país se dividió en tres zonas, una de las cuales fue el Departamento de Guanacaste (incluyendo al otrora Partido de Nicoya). Hasta que, con el Decreto de Bases y Garantías (1841), dicha agregación se constitucionalizó por vez primera.
Tras el cambio de Costa Rica a república (1848), se creó la Provincia de Guanacaste con cinco cantones, cambiándose su nombre a Moracia en 1854 como un homenaje al presidente Juan Rafael Mora Porras. Mismo año en que el cantón cabecera de Guanacaste varió su nombre a Liberia (del latín: liber: libre, libertad), mientras que, entre 1856 y 1857, Moracia fue uno de los escenarios decisivos de la Campaña Nacional contra la horda filibustera que nos invadió en aquel tiempo.
Por fin, el nexo citado se reafirmó entre Costa Rica y Nicaragua con los tratados Cañas-Juárez y Cañas Martínez (1857), así como Cañas Jerez (1858), siendo en 1860 cuando se restituyó el nombre de Guanacaste para dicha provincia. Hasta que en 1888 y por el Laudo Cleveland, el ligamen se revalidó internacionalmente.
Clarificaciones
Aunque el vocablo “anexión” se ha usado para nombrar al evento suscitado entre Costa Rica y el Partido de Nicoya en 1824, ello es un craso error, pues según la terminología jurídico-política dicha palabra implica un acto de virulencia, coacción o despojo para la absorción o conquista imperativa de un territorio.
Así, junto al hecho irrebatible de que “anexión” no aparece en el acta del 25 de julio, los vocablos que si lo están son unión y agregación. A lo cual se une la palabra “incorporación”, pues fue utilizada para los decretos que definieron al 25 de julio como fiesta escolar (1938) y fiesta nacional (1956). Mientras que el artículo 148 del Código de Trabajo solo se refiere a dicho feriado con esa fecha.
Por otra parte, la actual conformación de Guanacaste no corresponde, de ninguna manera, al antiguo Partido de Nicoya, pues sus actuales cantones de Tilarán, Bagaces, Cañas y Abangares pertenecían a Costa Rica desde la Colonia, siendo los ríos Tempisque y Salto los antiguos límites entre ambos territorios.
Además, el vocablo Guanacaste no es español, sino del idioma náhuatl quauh (árbol) y nacaztli (oreja) por la peculiar forma de sus hojas, siendo en el siglo XVIII cuando un frondoso árbol con ese nombre, ubicado en el cruce de caminos entre Costa Rica y Nicaragua, y de ahí hacia Nicoya, propició la creación del pueblo homónimo. Especie forestal que se declaró como Árbol Nacional en 1959.
Otra explicación
El primer libro específico sobre el nexo entre nuestro país y el Partido de Nicoya fue elaborado, en 1910, por el escritor, periodista y político nicoyano Leónidas Briceño Baltodano, quien acertadamente lo tituló Incorporación del Guanacaste a Costa Rica. No obstante, hubo otra impronta de ostensible trascendencia realizada por dicho autor en temáticas conexas a esa zona.
Ya que, fue durante uno de sus períodos como diputado (1922-1926) cuando emitió, en julio de 1924, su célebre Oración Cívica en el Congreso para conmemorar el centenario de los hechos ocurridos un siglo antes. Alocución que sirvió luego como fundamento para la ya dicha e icónica frase: “De la Patria por nuestra voluntad”.
Así, tan determinante fue dicho enunciado que, para el momento en que el eximio historiador Ricardo Fernández Guardia elaboró el escudo municipal de Guanacaste (1929), se colocó la expresión de cita en la base de dicho emblema, así como en el ya referido Himno a la anexión del Guanacaste de 1949.
Mientras que, en lo referente al Briceño aludido por José Ramírez Sáizar en esa misma melodía, dicho compositor nunca se refirió al ya dicho alcalde nicoyano Manuel Briceño V., sino que, de nuevo, en concatenación al contexto en que surgió la última frase de dicho himno en 1924, ello fue un homenaje a Leónidas Briceño, quien había muerto de modo repentino, en 1926, a la edad de 50 años, siendo luego sepultado en el cementerio de San José.
Hacia el Bicentenario
Al cumplirse en 1974 los 150 años de la unión entre Costa Rica y el Partido de Nicoya, se convocó a un concurso para dotar a Guanacaste de una bandera, resultado ganadora la propuesta del educador Eddie Alvarado H., la cual consistió de tres franjas horizontales (azul, blanca y verde), así como un triángulo rojo al costado izquierdo. En esa misma época, uno de los precarios de San José (Aguantafilo, Hatillo) pasó a denominarse como ciudadela 25 de julio.
Por su parte, la osamenta de Leónidas Briceño fue exhumada y trasladada al costado este de la iglesia de Nicoya. En su tumba se colocó una lápida con las palabras “De la Patria por nuestra voluntad”. Asimismo, dicha parroquia (vuelta a construir en 1827 y declarada como Monumento Nacional en 1923) fue catalogada como Patrimonio Histórico Arquitectónico en 1995.
Finalmente, y como egregio homenaje a sus visionarias acciones, los 25 firmantes del acta de julio de 1824 fueron declarados por el Congreso, en 2017, como Beneméritos de la Patria, siendo ello la antesala para que, en el 2024, los costarricenses podamos conmemorar con todo patriotismo y fervor el bicentenario de la unión que nos hermanó al Partido de Nicoya para siempre.
El autor es profesor de la Cátedra de Historia del Derecho (UCR) e integrante de la Comisión Nacional de Conmemoraciones Históricas.