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Июль
2024

Cosecha de violencia

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Cada quien cosecha lo que siembra, dice un principio bíblico. Desde la campaña electoral, Rodrigo Chaves sembró violencia verbal y en estos dos años la ha desbordado, diaria y sistemáticamente, para polarizar al país. Así, ha provocado una degeneración en la sociedad, al punto de normalizar —en los estratos más incultos— la agresividad en las palabras. Pasar de eso al maltrato físico es cuestión de un paso.

Por ese evidente guion para dividir a la ciudadanía, resulta insultante que salga a declararse “ofendido” por una publicación amenazante en Instagram cuando él aprovecha cualquier micrófono para disparar su furia o mofa contra el que se atreva a confrontar sus decisiones o quien en la prensa independiente destape irregularidades de esta administración.

Dos meses después de la inoportuna publicación de la joven, Chaves dice haber concluido que la amenaza fue contra “el pueblo” y “la democracia”, pese a que mayores amenazas a la democracia ha ejecutado su gobierno al usar instituciones, funcionarios y dinero público para violentos revanchismos.

¿Ya no se acuerda del ilegítimo cierre de Parque Viva en “castigo” —como determinó la Sala IV— por las investigaciones publicadas por La Nación? ¿Olvidó que limpió pisos con el nombre del accionista principal de CRHoy al vincularlo a un falso “megacaso de evasión fiscal” basado en un tiktok? La diputada Vanessa Castro le puede refrescar la memoria sobre cómo los tentáculos del mal llegaron hasta México para que una televisora tica rompiera un contrato de 18 años como abogada.

¿Ya borró cuando validó calificar de “maldito” a un joven periodista? ¿O cuando tildó de “sicarios políticos” a reporteros que expusieron cómo una ministra de gobierno pagó a un trol para atacar periodistas? ¿Y la jueza que crucificó por la sentencia contra la Ruta del Arroz? ¿O los agravios a diputadas y contralora?

Si la violencia se ha exacerbado es porque el estilo de Chaves influye y provoca. En dos años ha transformado a Costa Rica en un país más belicoso. Al mandatario, entonces, hay que exhibirlo en su realidad porque, con facilidad, la distorsiona y se victimiza. Lo más prudente es que entre en cordura y comprenda que debe tender puentes antes que dinamitarlos.

amayorga@nacion.com

El autor es jefe de Redacción de La Nación.