Lope y la ópera en las XVIII Jornadas de Olmedo
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Bajo el lema «Y, sin embargo, amigos: estudiar y representar a nuestros clásicos», nos convoca el sabio y maestro de filólogos Germán Vega García-Luengos a participar en una mesa de las XVIII Jornadas sobre teatro clásico de Olmedo , titulada « Los estudiosos van al teatro ». Y, como no podía ser de otra manera, traemos a colación la zarzuela magnífica de El caballero de Olmedo (2023) de Arturo Díez Boscovich , encargada por Daniel Bianco y con un texto magistral de Lluìs Pasqual . Que la filología ha de hermanarse con las otras artes nadie lo duda, porque, por ejemplo, en la zarzuela o en la ópera se aglomera lo más granado de la cultura, donde algunos hemos sentido más claro el destino de la literatura, donde la ligereza inefable de la música se encuentra con el mapamundi dramático de nuestros clásicos. Y en Olmedo debatimos sobre el gran teatro del mundo y de cómo la lírica, en sentido amplio, hace de la obra dramática con música un poema sinfónico con canto. Que ya lo era en origen, porque el propio drama de Lope sobre don Alonso, «que de noche le mataron / al caballero, / la gala de Medina, / la flor de Olmedo», era una seguidilla popular que las gentes de la vieja Castilla cantaban a renglón seguido del asesinato de don Juan de Vivero, caballero de la orden de Santiago, a manos de su vecino Miguel Ruiz, en el camino de regreso de Medina del Campo a Olmedo, en 1521. Ese tono crepuscular que traslada Lope a su obra un siglo después está recogido en la ópera, en la que el destino fatal del protagonista le aguarda con un eco de valses, fandangos y danzas de otro tiempo. Este teatro patrimonial es una de las fuentes de orgullo para el Teatro de la Zarzuela , que difunde de forma ejemplar nuestro legado clásico, como hizo con La Celestina de Felipe Pedrell (1902) al estrenarla en 2022 como un acto de reparación y desagravio al maestro de Falla , 120 después. Queda mucho aún por redescubrir, y estas largas tardes estivales ayudan al descanso y al refrigerio de aquel viejo teatro nuetro tan nuevo, con ese marchamo de consciencia superior con que se hacían antes las cosas. Como las hacía Lope, que era un superdotado y le daba tiempo a inventar hasta el poliamor.