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Июль
2024

¿De la ilusión a la ansiedad?

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En la lengua castellana hay dos acepciones de la palabra Ilusión, puede ser interpretada como un sentimiento de satisfacción e interés en relación con algo, pero también puede significar una imagen que no se corresponden con la realidad, sino que es producto de la imaginación o de una falsa percepción de los sentidos.

Está claro que desde el inicio de este ciclo, como respuesta natural de una sociedad que demandaba y deseaba mayoritariamente un cambio, emergió un sentimiento generalizado de ilusión en la mayoría de la gente que impulsó la alternancia política. Una creencia de que este nuevo ciclo podría llevar al país hacia el cambio tan anhelado.

Pero nunca quedó demasiado claro, en estos primeros siete meses de gobierno de Javier Milei, cuánto de esa ilusión observada se alimentaba de la convicción de que efectivamente era razonable pensar que esta vez el cambio se podía producir, o cuánto se alimentaba del deseo de que ello ocurra, más allá de las razones que existiesen.

La brecha entre lo que Milei quiere y lo que puede

Lo que sí era claro es que siempre pareció que la forma en que esa ilusión podía ser sostenida, era si el proceso económico le ofrecía a los ilusionados un sufrimiento marginal sostenidamente decreciente. Es decir, había que evitar que turbulencias en el camino introdujeran dudas en los ilusionados, provocándoles la firme sensación de que cada día que pasaba se iba a estar un poco mejor o, lo que es lo mismo, cada día que pasaba un poco menos peor.

Pero el desafío era complejo, la operación de ordenamiento de la economía debía no solo ser viable económicamente, sino también política y socialmente. Es decir, las medidas económicas debían tener un buen diagnóstico y ser las correctas para ordenar la economía, pero también debían ser políticamente implementables y socialmente tolerables.

El comienzo de ciclo mostró mucha confianza de los mercados y de gran parte de la gente. El riesgo país bajó considerablemente los primeros meses, y los niveles de apoyo de la sociedad se mantuvieron extrañamente altos y estables en un contexto de empeoramiento de las condiciones económicas, como consecuencia de las medidas adoptadas en pos de corregir los desequilibrios de la economía.

Todo ello aconteció en medio de dificultades para que la política se ordene. Al Gobierno le costó más de 180 días sacar una ley del Congreso, y hubo amenazas de la emergencia de obstáculos (rechazo de DNU por el Senado) que pudieran haber minado la confianza de los mercados y de la gente, pero no ocurrió. Hasta mayo todo era pura ilusión.

Pero paradójicamente, en el momento en que se ordenó la política (se aprobaron las leyes Bases y Paquete Fiscal), parece haberse desordenado la economía. O al menos eso transmite el nerviosismo que emergió en los mercados en junio y julio, y que produjo un incremento del riesgo país, la suba de los dólares paralelos y la ampliación de la brecha.  

¿Hasta cuándo Milei estará solo en la escena?

Las señales de intranquilidad no solo emergieron en los mercados, sino que también surgieron en la opinión pública. Según estudios de Synopsis, hasta mayo la mirada que la gente tenía del presente en relación al pasado, y del futuro en relación al presente, venía registrando sistemáticamente mejoras respecto del mes anterior, tanto en relación a la situación económica del país como en relación a la situación económica personal.

En los primero cinco meses del año todo iba viento en popa. El dramatismo con el que se miraba el presente del país y el presente personal siempre era inferior al mes anterior, y el optimismo con el que se miraba el futuro del país y el futuro del presente personal siempre era superior al mes anterior.

Esa dinámica se interrumpió en junio y julio, donde se evidenció lo contrario. Se incrementó ligeramente el dramatismo del presente en relación al pasado, y se deterioró el optimismo sobre el futuro del país y el futuro personal. Con una particularidad, y esta es que fue más marcada la reversión en la mirada prospectiva, que en la mirada retrospectiva.

Una explicación posible de ello podría ser que la baja de la inflación mitiga algo el drama con el que se mira el presente, pero la intranquilidad del dólar pareciera haber afectado más el optimismo con el que se mira el futuro. Sobre todo, de parte de una sociedad que se ha vuelto muy sensible a los movimientos de la divisa norteamericana.

Sin bajar la inflación no se puede, con bajarla no alcanza

Es evidente que el conjunto de herramientas de política económica que el Gobierno implementó desde el primer día tuvo en sesgo pro baja de la inflación marcado. Como si el principal objetivo fuera el de perseguir la obtención de resultados en la variable que se llevaba las principales preocupaciones ciudadanas. Por lejos la baja de la inflación era la principal demanda de los argentinos el 10 de diciembre de 2023.

Pero los éxitos obtenidos en la materia (la inflación bajó más pronunciadamente de lo previsto) tuvieron algunas externalidades negativas que siembran dudas, tanto en los mercados como en la gente, en otros pliegos de la economía. La gente puede estar viendo menos inflación, pero también está observando una caída de la actividad económica más pronunciada de lo previsto y una lenta recuperación de los salarios que están produciendo una caída significativa del consumo.

El ancla de todo es la ilusión del cambio

Por su parte los mercados pueden estar viendo el superávit fiscal, pero también están observando que se dejó de acumular dólares y que el tipo de cambio semi-fijo pareciera estar avanzando nuevamente hacia un punto de desequilibrio cambiario, lo que afectaría aún más la situación de reservas del Banco Central.

En definitiva, estamos atravesando quizá el momento de mayor tensión para esa ilusión emergida en diciembre pasado. En donde esa ilusión pareciera estar cediendo a la ansiedad. Una tensión que afectará más o menos esa ilusión, dependiendo si esta está anclada en una fuerte convicción de que esta vez el cambio se producirá, o si está atada simplemente al deseo de que esta vez no será un capítulo más de la larga historia de decepciones.