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Июль
2024

¿Un nuevo código Hays? La "regeneración democrática" que sumió a Hollywood en la oscuridad cumple 90 años

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Esta semana, el Gobierno socialista de Pedro Sánchez anunció que presentaría un paquete de "medidas de regeneración democrática", convocando a la prensa para detallar de qué se trata y cómo afectarían, por ejemplo, a la libertad de Prensa o a la libertad creativa en nuestro país. La iniciativa del ejecutivo, en una batalla cultural y dialéctica desde que el Presidente mantuviera al Estado en vilo para decidir si seguía o no en su cargo, se enmarca en las numerosas acusaciones e investigaciones a la que está siendo sometida su esposa, Begoña Gómez, y han provocado un brusco giro en el lenguaje que recuerda a episodios autoritarios vividos ya en el pasado.

Una de esas restricciones a la libertad, también enmascarada en su momento como "regeneración" democrática y una vuelta a los valores prohibitivos cumple estos días 90 años. El conocido como Código Hays, creado por el líder republicano William H. Hays, se convirtió en el estándar moral de Hollywood en 1934, cuatro años después de su creación, y se mantuvo operativo hasta 1967. Escrito como un libro de estilo contra todo aquello que "atentase contra las buenas costumbres", el manual de la censura en el cine estadounidense no solo propició un cine más pacato y menos atrevido durante los años cuarenta y cincuenta, sino que además desterró de la Meca del cine a todas las voces discordantes.

 

El Código Hays, infame ahora por la piedra que supuso en los zapatos de un Hollywood que hasta ese entonces volaba, se basaba en tres principios generales. El primero rezaba que "no se autorizará ningún film que pueda rebajar el nivel moral de los espectadores. Nunca se conducirá al espectador a tomar partido por el crimen, el mal, el pecado"; el segundo que "los géneros de vida descritos en la película serán correctos, teniendo en cuenta las exigencias particulares del drama y del espectáculo"; y el tercero que "la ley, natural o humana, no será ridiculizada y la simpatía del auditorio no irá hacia aquellos que la violentan".

En la práctica, esto significaba que no se verían apenas asesinatos en pantalla, mucho menos de mujeres o de miembros de las fuerzas de seguridad, que no se mostrarían apenas armas de fuego y que todas las tramas se alejarían, por ejemplo, del consumo o el tráfico de drogas y estupefacientes. Para la infamia quedarán escenas como la del beso de Cary Grant e Ingrid Bergman en "Notoriuous", que no podía durar más de tres segundos y Hitchcock sorteó de la mejor manera posible.