Taller de cerámica con invidentes en el penal Castro Castro
Viernes 5 de julio. La mañana, en comparación a las de los últimos días, se anuncia con sol. La mejor manera de ir a San Juan de Lurigancho es hacerlo por tren, más aún si llevas cierto retraso. Hay que estar a las 11 de la mañana.
De la estación San Martín, un mototaxi te lleva al destino del día: el penal Miguel Castro Castro. En este centro penitenciario de máxima seguridad, instalado en el imaginario de la población (sus ecos sociales son poderosos), se inaugurará el Aula-Taller de alta capacitación de Ars Nostrum, asociación cultural que desde el 2019 saca adelante un taller de cerámica para los internos del penal.
Tras sortear un camión cisterna que por alguna extraña razón impedía el acceso a la estrecha calle que conduce a Castro Castro, consigo llegar a tiempo. La sensación es la misma a las de las visitas anteriores: el recorrido silencioso de casi 200 metros entres las dos puertas de ingreso que tiene el penal. El proceso de registro es rápido y un oficial del INPE me conduce a la inauguración del Aula-Taller.
Saludo a la fundadora de Ars Nostrum, la artista plástica y gestora cultural Malena Santillana, quien se encuentra dando los últimos retoques a lo que será la ceremonia, que contará con la participación del coro del penal y la presencia de las autoridades del INPE, como el presidente de la entidad, Javier Llaque Molla; el vicepresidente Marlon Florentini Castañeda; y el director del penal Alfonso Lock Vergara.
Entre los invitados, veo a Miguel Molinari, Francisco Miró Quesada Rada, Ana María Westphalen y Angie Bonino. Hay más invitados, pero mi atención se enfoca en la forma cómo ha crecido este proyecto. Cuando conocí este taller, en noviembre de 2023, tenía 27 alumnos, tres de los cuales eran invidentes. De lejos y de cerca, era un taller llamado a avanzar y vaya que lo logró, porque a finales del año pasado, los trabajos de los alumnos fueron expuestos en una saludada muestra, en el Museo Metropolitano de Lima, llamada Los Fénix del barro. Además, tal y como lo registró La República en la edición del pasado sábado 18 de mayo, Ars Nostrum inauguró, en el penal de Lurigancho, el primer taller LGTBIQ+ precisamente en el Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia: el 17 de mayo. Creo que no hay mucho que detallar, se trató de un evento histórico para la cultura peruana. Las resonancias son claras: el primer taller para la comunidad LGTBIQ+ en Lurigancho.
Por eso resulta especial la inauguración del Aula-Taller en Castro Castro, porque desde este centro de reclusión se fortalece un proyecto que debería ser replicado en todas las cárceles del país, como muestra tajante de lo que pueden hacer el arte y la cultura en la configuración interna de las personas. ¿Pero acaso no hay más proyectos culturales de reinserción social en los penales?, sería una posible pregunta del lector de esta página. Claro que los hay. Pero este programa exhibe una luz a subrayar: su público objetivo son las comunidades más vulnerables. Es por los alumnos invidentes que el taller de cerámica es ahora un Aula-Taller y esta realidad obedece a una urgencia: el nivel alcanzado por los talleristas. Es decir, su ampliación es producto de la calidad artística de los trabajos, muchos de ellos piezas únicas.
Entonces, si hay calidad, es porque hay un trabajo constante y exigente, pero ante todo compromiso. Primero, de los alumnos. Como más de una vez ha indicado Santillana: en el taller participan quienes estén dispuestos a tomarse en serio la cerámica. “Este es un tren que pasa una sola vez en la vida”, premisa que tienen tatuada en la mente los alumnos, incluso los invidentes. Y segundo, el apoyo del INPE y sus sendas autoridades, tal como se pudo escuchar en las intervenciones de Llaque y Lock, cuyos mensajes deben ser más conocidos porque permiten dar otra visión de los centros penitenciarios en cuanto a su población carcelaria.
En tiempos en donde las prisas y el materialismo parecen marcar la pauta, lo de Ars Nostrum es una prueba del poder de la cultura cuando esta se gestiona con una real preocupación por el otro. La cultura como manifestación, pero también como posibilidad de cambio interior.
“Con la cerámica, rehice mi vida. Tenía interés en la cerámica, pero con el taller me perfeccioné más y ahora soy maestro de cerámica. Vengo al penal a enseñar a los alumnos”, me dice Fernando Menéndez, que salió en libertad tras cumplir su condena y ahora regresa a él, como parte de Ars Nostrum, a seguir buscando el asombro: la transformación de los alumnos. No es nada poco.