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Libros de la semana: la cruel condición humana en un «Tren a Samarcanda»

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Libros de la semana: la cruel condición humana en un «Tren a Samarcanda»

Entre las novedades, Élisabeth Filhol lanza «La Central», mientras que Christopher Maurer culmina su investigación sobre musa estadounidense que hizo moderno a José Moreno Villa

«Tren a Samarcanda», Guzel Yájina

Y de los quinientos niños solo quedaron sus esqueletos

La rusa Guzel Yájina continúa exhibiendo su estilo emotivo y estético en una historia que refleja la crueldad de la condición humana

La sombra de la gran literatura rusa, definida por su realismo costumbrista y la introspección psicológica de los personajes, es alargada. Conflictos morales, encrucijadas históricas y épicas tramas conforman una narrativa de extraordinario impacto estético. En esta tradicional línea expresiva se encuentra la escritora y guionista Guzel Yájina (Kazán, 1977), de quien ya conocíamos su novela «Zuleijá abre los ojos», relato de empoderamiento femenino, y que ahora publica «Tren a Samarcanda», una historia con el genuino carácter de la legendaria alma rusa. La acción se sitúa en 1923, cuando un comandante que había luchado en la guerra civil rusa recibe la orden de trasladar en ferrocarril a quinientos niños de un orfanato y llevarlos a la localidad de Samarcanda, más alejada de las penalidades bélicas. En la responsabilidad de esta evacuación le acompañará una mujer perteneciente a un organismo estatal de protección infantil, bolchevique de fuertes convicciones ideológicas. A partir de aquí se sucederán numerosas peripecias, combinándose momentos de extremo peligro con situaciones de tierna emotividad.

El pueblo tártaro

Por otro lado, la novela reivindica las particularidades del pueblo tártaro, al que pertenece la autora, en lucha permanente por el reconocimiento de su identidad. No se ahorra la dureza de unas vidas zarandeadas por terribles avatares históricos; al llegar al orfanato, el comandante encuentra esta terrible escena: «Y no eran niños los que se agolpaban allí, sino esqueletos de niños. (...) Unas sillas puestas en fila y cubiertas de trapos eran los improvisados lechos en los que reposaban todos aquellos huesos finísimos y envueltos en una piel grisácea y marchita».

Horrorosas hambrunas, el pavor de la guerra y la crueldad de la condición humana se ven encaradas a conmovedores momentos de esperanzada y desinteresado heroísmo. Dentro del mejor realismo clásico, esta es una historia de impresionante emotividad.

Lo mejor: La combinación que realiza de lirismo descriptivo y épica narratividad

Lo peor: Sin mayor importancia, se detecta alguna pequeña digresión argumental

Por Jesús FERRER

«La Central», de Élisabeth Filhol

Un presente precario y repleto de incertidumbre

La nueva obra de Élisabeth Filhol explora las pésimas condiciones laborales en los reactores nucleares desperdigados por territorio francés

El mundo se ha vuelto un lugar en el que todo es precario. Precario es el amor, precaria es la estabilidad y precario es también el trabajo. Hace tiempo ya que se acabó la época en la que un trabajo duraba lo que dura una vida y no invitaba a la movilidad sino a la prosperidad.

Pero todo ha cambiado y hoy en día son miles los hombres y mujeres que se desplazan de un lado a otro, de un país a otro, de una ciudad a otra, pero no en busca de un futuro mejor, sino de un presente que les garantice un mínimo de subsistencia en un mundo donde lo que no falta es la precariedad.

En «La Central», novela publicada originalmente en Francia en el año 2010, Élisabeth Filhol (Mende, 1965) explora esa precariedad a través de Yann, uno de los tantos empleados temporales que trabajan en uno de los muchos reactores nucleares que hay desperdigados por todo el territorio francés. Yann está en el sector de limpieza y mantenimiento y su contrato dura, como máximo, únicamente cinco semanas. Es que su trabajo, además de ser precario, resulta peligroso (como todos los empleados, Yann está expuesto a la radiación) y siniestro, pues quienes trabajan allí son permanentemente controlados para medir sus niveles de radiación. Si sobrepasan unos límites determinados de la misma, los despiden y los dejan sin sueldo.

Incertidumbre y necesidad

Élisabeth Filhol explora ese mundo casi secreto y destapa una realidad social. La singular vida de varias de las cuarenta mil personas, en su mayoría hombres, que se desplazan por toda Francia para trabajar en alguno de los cincuenta y seis reactores nucleares que tiene el país. Gente cuya vida se divide entre el trabajo alienante en la central eléctrica y el camping donde duermen, comen y comparten una solidaridad que los aleja, al menos de forma temporal, del tedio y el miedo de perder el trabajo. Como si ese fuera el punto exacto, parece señalar la autora gala, en el se encuentra nuestro presente, un sitio, igual de precario, en el que la incertidumbre se une, no con el deseo, sino con la necesidad.

Lo mejor: Es un retrato lleno de matices, el lector siente lo que aquellos que trabajan en una central nuclear

Lo peor: Nada se le puede reprochar a esta obra de buena factura, pero el estilo resulta un poco gélido

Por Diego GÁNDARA

«Bello relámpago que dura. Moreno Villa y Jacinta», Christopher Maurer

La musa estadounidense que hizo moderno a José Moreno Villa

Christopher Maurer culmina su investigación sobre Florence Ruth Loucheim, la inspiradora del poemario «Jacinta la pelirroja»

El profesor estadounidense Christopher Maurer hace tiempo que es uno de esos nombres a los que tenemos que acudir para saber algo más sobre la llamada Edad de Plata, especialmente en todo lo relacionado con la obra de García Lorca, una labor que tiene sus cotas más altas en la edición de los papeles del poeta del ciclo neoyorquino o en el llamado y necesario «Epistolario completo», ambos trabajos con Andrew A. Anderson.

Pero «Bello relámpago de dura» nos acerca a otro autor de la galaxia del 27 como fue José Moreno Villa al poner nombre, voz (y muchas fotografías) a quien fuera musa inspiradora de uno de los más destacados poemarios del autor malagueño, como es «Jacinta la pelirroja», un soplo de modernidad en la lírica española de 1929. Lo que nos presenta Maurer es una fascinante investigación que va más allá de Moreno Villa, al ser la recuperación de Florence Ruth Loucheim, una mujer que hizo de la divulgación del arte moderno una de sus principales causas vitales, construyendo una imponente colección privada con obras de Picasso, Miró, Léger, Masson o Moore.

El Madrid de las vanguardias

La pareja se conoció en el Madrid de las vanguardias de 1926. Ella pertenecía a una acomodada familia estadounidense y él vivía con modestia en la Residencia de Estudiantes. Moreno Villa dijo que Florence «quiso enseñarme inglés y todas las noches nos reuníamos en su casa para leer. De las lecturas pasamos a los dibujos y de éstos a las conversaciones íntimas y a los primeros besos».

El trabajo de Christopher Maurer saca a la luz numerosos documentos y algunos nos dan una nueva dimensión de lo que aparentemente podría ser un episodio anecdótico. Maurer lo eleva a otra dimensión: el de la modernidad de una etapa irrepetible. Por eso, al leer estas páginas, resulta inevitable pensar que es necesaria una biografía propiamente dicha del 27 y de la mano de este autor.

Lo mejor: El libros acaba siendo una invitación a leer a Moreno Villa y para ahondar en esa época

Lo peor: No existe nada en absoluto que se le pueda objetar a este volumen

Por Víctor FERNÁNDEZ

«Cuando la tormenta pase», Manel Loureiro

Los tormentosos secretos de la isla de Ons

Manel Loureiro hilvana en esta obra, llena de giros insospechados, los traumas de un protagonista analítico, valiente y sobrepasado

Fiel al thriller ambientado en Galicia, género en el que se adentró por primera vez con «La puerta» y continuó con «La ladrona de huesos», Loureiro presenta ahora una historia de intriga con un ritmo frenético y llena de giros insospechados. La novela se sitúa en un microuniverso apartado de todo y de todos con unas normas de convivencia y un estilo de vida que escapan de lo convencional. Un lugar donde la electricidad se corta todos los días a una hora determinada y no hay tráfico marítimo que lo una a la península cuando hay tormenta. ¿Alguien da más? Era evidente que ganaría «la banca», es decir: Loureiro… pero hay que saber edificar semejante Lego. El protagonista, Roberto Lobeira, es un periodista que escribe libros. En un momento determinado de la creación se da cuenta de que necesita «un espacio tranquilo» para poder terminarlo. Su destino es meridiano: la isla de Ons.

Aislado de tierra firme

Pero los cambios no siempre son buenos. Al llegar en pleno invierno descubre dos cosas que pondrán en jaque la tranquilidad que buscaba. La primera es que una tormenta lo deja aislado de tierra firme junto a los pocos vecinos que viven allí durante el invierno. La segunda es que todos los parroquianos guardan secretos y mantienen tensiones ocultas que no están dispuestos a compartir con el narrador. Para colmo, una misteriosa presencia deja «regalos sangrientos» en las escaleras de su casa tratando de transmitirle un mensaje que no comprende. Y, por último, las olas de la tormenta arrastran hasta la orilla un fardo cuyo contenido, al ser descubierto por Roberto, ordena sus prioridades. Ya no se preocupará de escribir una novela, sino de sobrevivir y resolver todos los misterios de la isla. En esta nueva realidad, los lectores descubrirán los traumas del protagonista, siempre analítico y valiente, pero que se verá sobrepasado por las circunstancias. Una vez atrapado, revelará los secretos de las personas con las que deberá convivir. Loureiro logra el pacto silente establecido con el lector cumpliendo las promesas anunciadas y cerrando las páginas con «un poco más» de lo que tenía cada uno antes de atravesar sus páginas.

Lo mejor: Loureiro sabe jugar con el lector que pretenda ir a por los desafíos que le están contando

Lo peor: El autor afirma que escribe con la inquietud de lograr una novela visual... ¡pues lo ha conseguido!

Por Ángeles LÓPEZ