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Июль
2024

Política de Defensa 2024: se abren posibilidades de hacer cambios prospectivos y democráticos.

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La actual Política de Defensa es obra del ex vicealmirante Cristián de la Maza, quien fuera subsecretario de Defensa del gobierno de Sebastián Piñera II. A pesar de las alabanzas de algunos, para otros esta política es cuestionada por haberse desarrollado en un núcleo cerrado, haber mantenido ciertos lineamientos ideológico-estratégicos que no daban cuenta plenamente de los desafíos e intereses nacionales en un escenario internacional complejo y volátil (de mayor inseguridad), por no contar con otros temas de fondo como, por ejemplo, ¿cuál es el rol sistémico de la Defensa más allá del principal instrumento llamado FF.AA.? (claro que esto tiene la atenuante de no contarse con un marco general: una estrategia nacional de seguridad) o por haber sido acusada de favorecerlo naval desmedro de lo militar y lo aéreo.

En el programa de gobierno del Presidente Boric se plantearon una serie de temas y cambios referentes a la Defensa que, como ha ocurrido con sus predecesores, deberían reflejarse en la adecuación de la Política de Defensa, ya sea a través de su actualización parcial o más profunda. Precisamente en el programa se declaraba: “Elaboración participativa de una nueva Política de Defensa Nacional para el período. Se estimulará la coordinación intersectorial y la participación de gobiernos regionales y la sociedad civil organizada en su formulación”.

Esta adecuación es una tarea que por ley desarrolla la Subsecretaría de Defensa (Ley 20.424, Art.15, inciso A) junto sus otras labores, como la formulación de la política militar, la apreciación de los desafíos, riesgos y amenazas en el ámbito internacional, la planificación primaria y su coherencia con la planificación secundaria, entre otras tantas actividades. Para ello, entre otras actividades planificadas por la por la División de Planes y Políticas de esa Subsecretaría, se realizaron en la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos (ANEPE), entre mayo y junio de este año, 4 seminarios: “Los Desafíos de la Defensa ante los cambios del Contexto Estratégico”, “Conducción Política de la Defensa”, “Funciones de la Defensa Nacional” y la “Agenda de Género en Defensa”. Todos temas muy relevantes, con buenos expositores y que deberían ser contemplados en una futura Política de Defensa. Y si bien fue un buen lugar de encuentro, no constituyó un espacio de análisis y discusión de una propuesta de política en sí: su formato fueron exposiciones y luego de preguntas escritas de mínima extensión, sin intercambio de opinión.

Es decir y aunque se supone que fue un punta pie inicial, esta experiencia parecía más un formato de “mise en scene” para dar sensación de participación que una instancia de reflexión desde una concepción sistémica, transdiciplinaria y multidimensional, con argumentaciones y contraargumentaciones, frente a una realidad mundial compleja, contradictoria y con perma y policrisis, expresada en guerras y conflictos de todo tipo (de tolerancias, proxys, asimétricas, regionales con efecto global , etc.), resurgimiento de los autoritarismos, desastres naturales y calentamiento global, inmigraciones desatadas y una descomposición e ineficiencia de los sistemas de seguridad y gobernanza global (el mundo kantiano del multilateralismo, del derecho internacional, de los mecanismos de solución pacífica de controversias), entre otros, que necesita nuevas respuestas.

Nadie duda que el actual proceso de actualización se desarrolla en un contexto internacional muy distinto al de sus predecesoras del 2002, 2010, 2017 (cuya participación fueron núcleos cerrados, pero de confianza creciente), al acercarse más el mundo a una imagen hobbesiana de una naturaleza cruda y hostil y que está poniendo en serios aprietos la capacidad internacional (colectiva) para responder a estos enormes desafíos/amenazas. Las distintas realidades de la seguridad están socavando las bases mismas que han sustentado la posición externa del país como el respeto al derecho internacional, el valor  de los tratados y la solución pacífica de las controversias (además de la cooperación y solidaridad) y, más recientemente, la confianza en la institucionalidad global y ese sentido de justicia definido deónticamente por Immanuel Kant o por esa por capacidad moral para juzgar razonadamente cosas como justas y equitativas en función del bien común de John Rawls.

Solo una discusión/análisis profundo de este escenario, sus actores, intereses, estrategias y capacidades, entre otros, desde el marco de nuestra Política Exterior al ser la Defensa una función subordinada y subsidiaria, nos permitirá contestar preguntas válidas hoy como ¿de qué defendernos? ¿cuánta defensa es suficiente? ¿cómo hacerlo? ¿con quién hacerlo?, etc. Por ejemplo, es claro que, en este mundo fragmentado y complejo, sin la Guerra Fría, las llamadas alianzas estratégicas del pasado se han relativizado y/o superado a partir de las divergencias y la complejidad de intereses que mueve a los países más allá de la retórica (ej. no reconocimiento/respeto de la institucionalidad y sus normas, intervenciones armadas unilaterales o uso abusivo de prerrogativas de poder como el veto en el Consejo de Seguridad de la ONU para evitar lo justo/equitativo en función de intereses particulares). Por lo mismo, la política de alianzas ha dejado de ser un imperativo entre los blancos y negros del pasado.

Asia, por ejemplo, es ahora el teatro de un mundo multipolar, donde las alianzas, pactos o acuerdos rígidos son solo una rareza o una excepción. Lo que domina es la multilateralidad (y cercanía), es decir, la alineación flexible según las condiciones e intereses de las partes. India, por ejemplo, que participa por el recelo de China con EE.UU., Japón y Australia en el Quad (Cuadrilátero), un esquema que trasciende lo militar para ampliarse a multitud de áreas de cooperación (social, sanitaria, tecnológica, etc.) y del grupo I2U2 que conecta el Extremo y el Medio Oriente al reunir a  Israel, India, EE.UU y  Emiratos Árabes Unidos, con un agenda centrada en la cooperación tecnológica que no oculta su eventual dimensión militar, tiene a Rusia como el principal proveedor de armas (65% del total en las 2 últimas décadas por US$ 60 mil millones) y ha aumentado sus importaciones de petróleo en 22 desde ese país desde el comienzo de la guerra de Ucrania (del 0,2 al 45% desde febrero de 2022 a junio de 2023) a pesar de los embargos impuesto por su socio estratégico (EE.UU.). Por otro lado, Nueva Delhi y Pekín han buscado normalizar sus relaciones tras la escalada de tensión producida por los choques fronterizos de 2020 en función de forjar a través de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) un orden global alternativo a la hegemonía estadounidense, sobre todo en lo que respecta al sur global. Ejemplos sobran: Cuba y Corea del Sur recientemente restablecieron sus relaciones diplomáticas tras más de 6 décadas de ruptura, el primero para romper principalmente el embargo económico a través de un socio estratégico de EE.UU. y el segundo para posicionarse en un país cercano e importante para EE.UU. y como una mediatización/pérdida de influencia de Corea del Norte (le sirve además como interlocutor frente al régimen de Kim Jong-un en momento de gran tensión).

Es claro también que Defensa ya no es (y mejor dicho nunca ha sido) una labor que atañe sólo a las FF. AA. y a los organismos del Estado. Como dice el libro de la Defensa 2017, es un tema de todos, sistémicos, de la totalidad de las capacidades del país en función de defender nuestros intereses. En esta perspectiva, no hay dudas que se fortalecerán las capacidades nacionales de respuesta y gobernabilidad democrática de la Defensa en la medida que las grandes decisiones sobre esta materia sean conocidas y se abran canales de participación a nivel nacional de acuerdo a las posibilidades, entre otras, que otorga la Ley 20.500 sobre la participación de la sociedad en las políticas, planes y programas que impulse el Estado. Cosa que no ha sucedido en las propuestas pasadas a pesar de llamarse nacional.

En esta nueva elaboración los temas que requieren análisis y adecuación son muchos. Por ejemplo, el uso del término relaciones cívico-militares en referencia a la existencia de tres actores de poder (institucionalidad militar, representantes político-estatales y sociedad), donde a cada uno les corresponde observar qué situaciones/características de su comportamiento ejercen influencia y cómo pueden operar, no solo es un concepto redundante (el uniformado no pierde en esencia su condición cívica), sino que fortalece la percepción de pares y de la necesidad de confianza mutua por sobre la supremacía civil(la subordinación,  la obediencia y la no deliberación) que debe primar en una democracia con las FF.AA. (se desconoce la pirámide, residencia y legitimidad del poder), generando una realidad que limita el desarrollo democrático y que, por lo mismo, debe superarse resituando el estatus y funcionalidad a las FF.AA. como otro ente/servicio profesional público subordinado del Estado democrático y de la soberanía popular (para profundizar esta discusión pueden ver el artículo https://usek.cl/wp-content/uploads/2024/06/art-mayo-yopo-2024-.pdf).

Más allá de las puestas al día (o cambios) que requiere la Política de Defensa en conceptos, levantamientos de escenario, recursos, industria, tecnología, género, inteligencia, entre otros, es indiscutible la necesidad de nuevas respuestas frente a este cambio de preguntas y que superen, por ejemplo, ciertos alineamientos ideológicos y las estrategias detrás de ellos. Esto implica des encapsular las discusiones/análisis en función de respuestas sistémicas y prospectiva. Además de desear éxito de este proceso, entonces, esperamos que el Ministerio de Defensa a través de la Subsecretaría abra la discusión (a las universidades, ciencia, empresarios, trabajadores, organizaciones civiles, entre otros) y complejice la necesaria readecuación de este proceso de modo de contar con una Política de Defensa eficaz-eficiente, de capacidades sistémicas, capaz de enfrentar los riesgos y amenazas presentes, y así evitar un nuevo maquillaje que solo aborde limitadamente la complejidad de los desafíos.

Mladen Yopo H.
Miembro del Grupo de Análisis de Defensa y Fuerzas Armadas (GADFA).