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Июль
2024

Las confesiones del mayor sicario de ETA: «Antes de que termine, tiene que caer algún ministro»

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Abc.es 
Hace menos de dos meses, la Asociación Víctimas del Terrorismo solicitó una condena de nueve años de prisión para el exdirigente etarra Antonio López Ruiz, alias 'Kubati' , entre otros veteranos terroristas y miembros de Sortu, por organización criminal para la comisión de un delito continuado de humillación a las víctimas. El escrito, al que tuvo acceso ABC, pedía la apertura de juicio oral contra ellos por organizar 120 homenajes a presos de la banda que tuvieron lugar en el País Vasco y Navarra entre los años 2016 y 2019. Una vez más, el antiguo miembro de ETA volvía a la actualidad, esta vez a través de las 83 páginas en las que la representación de la AVT radiografiaba el fenómeno de los homenajes y actos de enaltecimiento de la banda como «parte de una estrategia global destinada a legitimar su actividad terrorista» y «eliminar en la militancia el repudio que merecen sus crímenes». Unos crímenes de los que Kubati no se ha arrepentido jamás en los 26 años que permaneció en prisión. El antiguo sicario de ETA no solo no ha pedido perdón por los 13 asesinatos que cometió ni por los otros 16 atentados frustrados, sino que se mostró siempre como un militante activo de ETA y siguió defendiendo el uso de la violencia para presionar al Gobierno. De hecho, cuando llevaba dos años en la cárcel, fue interceptada una conversación con su madre y su hermano en la que les dijo: «Antes que esto termine, tiene que caer más de un cuartel, algún otro general, algún ministro si se puede, algún director de cárcel y algún funcionario». Solo en una ocasión dio muestras de flaqueza con un artículo enviado al diario 'Egin', en el que amagó con acogerse al derecho a la reinserción. La avalancha de críticas procedentes del resto de presos etarras y de los propios dirigentes de Herri Batasuna, que le acusaban precisamente de haber ejecutado en 1986 a María Dolores González Catarain, alias 'Yoyes' , por desertar, le hizo rectificar rápidamente. Desde entonces, se abonó al sector más duro de entre los duros de la banda. Y lo hizo, además, desde prisión. Según contaba ABC en diciembre de 1990, Kubati no tuvo problemas en «amenazar con que se tomarán medidas contra los etarras que se acojan a medidas individuales, como la reinserción, durante el juicio celebrado contra él en la Audiencia Nacional por el asesinato de Yoyes». El fiscal pidió al tribunal que se pronunciara a favor de los 49 años de cárcel que se pedía para él por este crimen: «Eso supondrá no solo una condena para los procesados, sino para una banda que con acciones tan violentas y crueles como esta demuestra ser incapaz de admitir tan siquiera la disidencia y el diálogo en su propio seno». Eso fue evidente durante el juicio, a juzgar por las amenazas contra los compañeros que se arrepintieran de su lucha. En un primer momento, Kubati negó su participación directa en el asesinato, pero sí reconoció su responsabilidad como miembro de la banda. El acusado alegó con toda tranquilidad que Yoyes cometió «alta traición» cuando decidió regresar a España en contra de la opinión de ETA. «Al adoptar esta postura –aseguró– se alineó con la opción defendida por el Gobierno, se convirtió en enemiga de ETA y no hubo más salida que tomar la decisión que se tomó». Según el terrorista, «el asesinato de Yoyes fue muy doloroso para la banda, pero sus responsabilidades en ETA, por las que conocía perfectamente su organigrama, y el precedente que supuso su reinserción, obligó a la dirección a ordenar su asesinato». Al mismo tiempo, el otro procesado, José Miguel Latasa Guetaria, 'Fermín', el terrorista que vigiló a la víctima y le facilitó la ubicación a Kubati, afirmó: «La reinserción es igual a represión y muerte, y la negociación significa paz y libertad». Kubati arrancó su carrera criminal dos años antes del asesinato de Yoyes. En concreto, el 8 de noviembre de 1984. Aquel día, Juan Sánchez Sierro, de 39 años, electricista, cerraba la puerta de la casa dejando a su mujer y sus tres hijos desayunando. Como todas las mañanas, fue a sacar al perro antes de ir a trabajar. Al llegar a la calle, tres tipos se acercaron a Juan y le preguntaron si era él a quien en el pueblo llamaban «el maestrito». Después de asentir, le encañonaron y le metieron junto a su mascota en un Renault 5 recién robado. Dentro iba Kubati. No pasaron ni dos horas cuando la Guardia Civil encontró su cuerpo en una cantera cercana con tres disparos y su perro lamiéndole la cara. No contento con ello, el etarra dejó una bomba escondida para los agentes que acudiesen a levantar el cadáver, pero fue desactivada. Solo quince días después, acribilló y lanzó una granada contra un policía nacional en la frontera de Irún. Su nombre era Mohamed Ahmed y había nacido en Ceuta 33 años antes, aunque había sido trasladado al País Vasco. Su tercer asesinato de aquel año se produjo en la Nochevieja. La víctima fue José Tomás Larrañaga, exconcejal de UCD en Azcoitia acusado por ETA de «fascista». Tenía tres hijos. No era la primera vez que le atacaban. En 1978, lo ametrallaron desde un coche cuando se dirigía a su casa. Recibió tres tiros en las piernas. Dos años después, todavía con las secuelas, volvieron a por él. Le incrustaron dos balas en el pecho, pero sobrevivió de nuevo. A la tercera fue la vencida: Kubati le pegó cuatro tiros en la cara y uno en la cabeza para rematarlo, mientras apuraba un chato con unos amigos antes de las uvas. El de Yoyes fue su asesinato más famoso , por tratarse esta de una exdirigente de ETA Militar. El sábado 11 de octubre de 1985, al filo del mediodía, un Ford Fiesta metalizado se acercó al paso fronterizo del puente de Santiago, en Guipuzcoa. El policía pidió la documentación a la exdirigente etarra, que iba dentro con su pareja y su hijo de tres años. Antes de que le diera tiempo a comprobar los datos en el ordenador, un inspector llegado esa misma mañana a la frontera le hizo un gesto con la mano para que los dejara pasar. Siguiendo las instrucciones del director de Seguridad del Estado, Julián San Cristobal, ninguno de ellos dejó anotación alguna en los libros de registro. El vehículo titubeó, pero finalmente arrancó y siguió su camino hasta San Sebastián sin que se produjera ninguna detención, a pesar de la orden de busca y captura que había impuesta sobre uno de los ocupantes. Todos estos datos los publicó 'Cambio 16' . Yoyes regresaba a España tras 12 años huida en el extranjero, tras negociar su reinserción con el Gobierno de Felipe González. La alegría, sin embargo, no le duró mucho. «Las fuerzas de la violencia han reaccionado con furor extremo contra esa mujer pequeña y corajuda que ha decidido por sí misma poner fin a la barbarie que ella protagonizó hasta hace bien poco», destacó la revista. La Guardia Civil quiso ponerle escolta, pero Yoyes declaró que no tenía miedo y que no quería protección. Pocos meses después, el 10 de septiembre de 1986, cuando paseaba con su hijo por una exposición de maquinaria agrícola de Ordizia, Kubati se le acercó: —¿Eres Yoyes? —Sí. —¿Sabes quién soy? —No. —Soy un militante de ETA y vengo a ejecutarte. Yoyes se abalanzó contra él, pero este hizo tres rápidos disparos que alcanzaron a la mujer en la pierna derecha y en el tórax. Cuando esta cayó al suelo, el etarra la remató con un disparo en la cabeza en presencia de su hijo, según la versión de Fermín, compañero de comando. Al día siguiente, ETA reivindicó el crimen a través de un comunicado en el que la acusaba de «colaboradora en los planes represivos del Estado opresor español y traidora al proceso de liberación del pueblo trabajador vasco». Kubati estaba sediento de sangre. No había nada que lo detuviera en su odio contra todo lo que no fuera el independentismo vasco. Solo un mes y medio después del asesinato de Yoyes, le tocó el turno al general de Brigada Rafael Garrido. El 25 de octubre de 1986, el etarra fue a San Sebastián, se acercó en moto al coche en el que viajaba este con su familia y adosó una bomba lapa al techo: junto al militar fueron asesinados su esposa, su hijo menor –Daniel, de 18 años– y una mujer que transitaba por la zona. Solo sobrevivió el conductor, el soldado Norberto Jesús Cebrer, aunque sufrió quemaduras muy graves. Este atentado fue portada de ABC bajo el titular: 'Para forzar la negociación' . En la detención de Kubati un año después, el 26 de noviembre de 1987, participaron cerca de 1.600 guardias civiles que sometieron a vigilancia las mil cabinas telefónicas distribuidas por Guipúzcoa. Los agentes sabían que a las doce del mediodía el etarra haría una llamada desde una de ellas a un colaborador. A esa hora, todo varón que utilizó una de las cabinas fue abordado y reducido por agentes de paisano. Nuestro sanguinario protagonista fue uno de ellos, poco después de introducirse en una de ellas instalada en el centro de Tolosa. Después del juicio de 1990, el etarra todavía se jactaba en la cárcel de sus intenciones y reconocía que había intentado matar al entonces ministro del Interior, José Barrionuevo, en 1986. Aseguró que había enterrado 80 kilogramos de goma dos en la autopista que unía Bilbao e Irún. Como no pudo llegar a su objetivo, explotó la carga al paso de un coche de la Guardia Civil. Había que causar daño como fuera.