La víctima oculta del asteroide que destruyó a los dinosaurios
Los amonites, moluscos marinos con caparazones enroscados, fueron grandes iconos de la paleontología. Estas criaturas prosperaron en los océanos durante más de 350 millones de años antes de extinguirse en el mismo evento que acabó con los dinosaurios hace 66 millones de años.
Anteriormente, algunos paleontólogos sugerían que la desaparición de los amonites era inevitable, afirmando que su diversidad disminuía mucho antes de su extinción a finales del Cretácico. Sin embargo, una nueva investigación publicada en Nature Communications por un equipo de paleontólogos de la Universidad de Bristol, revela una historia más compleja.
El Dr. Joseph Flannery-Sutherland, autor principal del estudio, explicó: “Comprender cómo y por qué la biodiversidad cambia a lo largo del tiempo es un gran desafío. El registro fósil nos cuenta parte de la historia, pero a menudo es un narrador poco fiable. Los patrones de diversidad pueden reflejar patrones de muestreo, más que la historia biológica real”.
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Para abordar este problema, el equipo creó una nueva base de datos de fósiles de amonites del Cretácico Tardío. “Nos basamos en colecciones de museos para proporcionar nuevas fuentes de especímenes en lugar de confiar solo en publicaciones anteriores”, dijo Cameron Crossan, coautor del estudio.
Analizando esta base de datos, el equipo estudió las tasas de especiación y extinción de los amonites en diferentes partes del mundo. Encontraron que estas tasas variaban tanto a lo largo del tiempo geológico como entre regiones geográficas. “Estas diferencias en la diversificación son cruciales para entender por qué la historia del Cretácico Tardío ha sido malinterpretada”, afirmó el Dr. James Witts del Museo de Historia Natural de Londres.
El equipo también investigó los factores que influenciaron la diversidad de los amonites, considerando si sus tasas de especiación y extinción eran determinadas por condiciones ambientales o por procesos biológicos. “Descubrimos que las causas eran tan variadas geográficamente como las tasas mismas”, indicó la Dra. Corinne Myers de la Universidad de Nuevo México.
La investigación concluye que la extinción de los amonites no fue un resultado inevitable, sino un evento fortuito. “Nuestro trabajo demuestra que las cosas no siempre son tan sencillas”, concluyó la Dra. Flannery-Sutherland.
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