Netanyahu, contra todos: el primer ministro israelí se enfrenta a los generales, a la presión de la calle y de sus propios socios
Después de más de ocho meses de guerra en Gaza, las tensiones y divisiones en torno a la gestión del conflicto crecen en Israel, tanto entre sus dirigentes políticos y militares como en las calles, donde han vuelto las protestas contra el Gobierno de Benjamín Netanyahu, en el seno del cual también aumentan las discrepancias.
Este lunes, el primer ministro israelí disolvió el llamado Gabinete de Guerra, formado pocos días después del comienzo de la ofensiva contra Gaza, el pasado 7 de octubre, y en el que participaban exponentes de la oposición. Precisamente, la salida del ex jefe del Estado Mayor y exministro de Defensa, Benny Gantz, y su socio en el partido de centroderecha Unidad Nacional, Gadi Eisenkot, abandonaron el órgano por sus desacuerdos con Netanyahu.
Ahora, las decisiones sobre la guerra se tomarán en un foro de consulta más reducido en el que participarán el ministro de Defensa, Yoav Gallant; el de Asuntos Estratégicos, Ron Dermer; el jefe del Consejo de Seguridad Nacional, Tzachi Hanegbi; y el líder ultraortodoxo del partido Shas, Arieh Deri, del círculo de confianza del primer ministro, quien ha querido mantener alejados a sus dos socios más radicales y que más presión ejercen sobre él. El ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, y el titular de Finanzas, Bezalel Smotrich, reclamaban ocupar los dos puestos que quedaron vacantes en el Gabinete de Guerra, por lo que Netanyahu optó por disolverlo.
“En lugar de disolver el gabinete de guerra, habría que disolver el Gobierno”, afirmó en X el líder de la oposición, el centrista Yair Lapid, del partido Hay Futuro, quien en su día ya rechazó unirse a ese órgano en el que Netanyahu quiso incluir a todas las fuerzas políticas para que tuviera más legitimidad. Lapid no es el único que ha pedido en las últimas semanas la celebración de elecciones anticipadas en Israel, donde las protestas ciudadanas han vuelto a las calles para presionar al Ejecutivo y, en concreto, para exigir un acuerdo que lleve a la puesta en libertad de todos los rehenes que permanecen cautivos en Gaza (más de un centenar, de los que se cree que muchos están muertos).
Varios retos y frentes abiertos
Según Guy Ben-Porat, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Ben Gurion, Netanyahu se enfrenta a varios retos internos en su Gobierno y externos: “El principal reto interno es el proyecto de ley para que los ultraortodoxos se alisten en el Ejército”, después de que el Tribunal Supremo israelí pusiera fin en abril a la exención de la que goza este numerosa comunidad –que representa alrededor del 13% de la población–. “La guerra actual ha hecho que la aprobación del proyecto sea más importante y urgente, porque el Ejército necesita personal”, explica Ben-Porat. Desde el Ejército, el jefe del Estado Mayor, el general Herzl Halevi, se ha mostrado a favor de reclutar a los judíos ultraortodoxos, después de que se hayan movilizado a cientos de miles de reservistas para la guerra de Gaza y también por los enfrentamientos de menor intensidad con el grupo chií libanés Hizbulá, en la frontera norte de Israel.
“Netanyahu va a intentar posponer este asunto lo más posible, pero es un gran problema. La opinión pública está mayoritariamente en contra de la situación actual [que permite a los estudiantes religiosos no hacer el servicio militar], pero el Gobierno depende del apoyo de los partidos ultraortodoxos” Shas y Judaísmo Unido de la Torá, dice el politólogo. Mientras, otros socios de la coalición gobernante, los partidos de extrema derecha Sionismo Religioso y Poder Judío, piden acabar con la exención, al igual que algunos miembros del partido de Netanyahu, Likud, incluido el ministro de Defensa, Yoav Gallant.
“A nivel externo, existe presión internacional y en Israel para poner fin a la guerra y llegar a un acuerdo [de intercambio] de rehenes, pero los miembros de extrema derecha del Ejecutivo amenazan con abandonar la coalición y hacer caer el Gobierno si eso sucede”, continúa Ben-Porat, agregando que Netanyahu tiene que hacer “malabarismos” entre las presiones externas, sobre todo las de Estados Unidos, y las de sus propios socios.
“Además, en este momento también se da una situación difícil en la frontera norte”, donde las tropas israelíes intercambian fuego a diario con los milicianos de Hizbulá y decenas de miles de residentes del norte de Israel han tenido que ser evacuados por los proyectiles que llegan desde Líbano. “Tener una guerra en dos frentes sería muy difícil para Netanyahu que, de nuevo, tiene que hacer malabarismos”.
Este martes, el Ejército israelí anunció en un escueto comunicado que han sido aprobados “planes operativos para una ofensiva en Líbano”, sin ofrecer más detalles al respecto. Según ese comunicado, el Comando Norte del Ejército –que es el encargado de las operaciones en la zona fronteriza con Líbano– ha llevado a cabo una “evaluación de la situación” y ha tomado “decisiones sobre la continuación del aumento de la preparación de las tropas sobre el terreno”. El ministro de Exteriores, Israel Katz, conocido por sus exabruptos, ha sido más explícito y ha amenazado con una guerra total contra Hizbulá a través de la red social X: “Estamos muy cerca del momento de tomar la decisión de cambiar las normas contra Hizbulá y Líbano. En una guerra total, Hizbulá será destruido y Líbano golpeado gravemente”.
Pero con los manifestantes en las calles que piden el fin de la guerra en Gaza, es arriesgado para el Gobierno emprender otra aventura bélica, que podría ser aún más costosa porque Hizbulá está más preparado para hacer frente al Ejército israelí, tal y como destacan los expertos y analistas militares. De nuevo, Netanyahu se encuentra entre la espada de sus socios más radicales, que instan a lanzar una segunda ofensiva en el norte, y la pared del creciente descontento por sus políticas.
Choque con los generales
Ben-Porat explica que “Netanyahu y su círculo más cercano están intentando culpar al Ejército” y sus aliados difunden “teorías de la conspiración” en redes sociales para alimentar la creencia que el primer ministro no es responsable y que los militares “deben pagar el precio” por los errores que llevaron a los ataques del 7 de octubre, cuando milicianos islamistas palestinos irrumpieron en el sur de Israel y mataron a cerca de 1.200 personas, y secuestraron otras 250. “La narrativa que están promoviendo es que Netanyahu es quien puede defender Israel”, agrega.
Después del 7 de octubre, el jefe del Shin Bet (la agencia de Inteligencia israelí), Ron Bar, pidió disculpas por lo ocurrido y asumió su responsabilidad, pero a día de hoy sigue en el cargo. En abril, varios meses después de los atentados, se produjo la primera dimisión, la del jefe de la inteligencia militar israelí, el general Aharon Haliva; y a principios de este mes llegó la segunda dimisión: el jefe de la División de Gaza en el Ejército, el general de brigada Avi Rosenfeld. Netanyahu aún no ha asumido responsabilidades políticas.
El analista israelí Anshel Pfeffer escribía este martes en el periódico Haaretz que las tensiones entre Netanyahu y los uniformados no son nuevas: “Siempre ha tenido resentimientos hacia cualquier fuente de poder que se atreviera a ser independiente de él”, explicaba. Y el último encontronazo entre el primer ministro y los generales se dio el pasado domingo, cuando el Ejército anunció “pausas tácticas” en los combates en Gaza para permitir la entrada de ayuda humanitaria a la Franja a través del paso fronterizo de Kerem Shalom. Un comunicado del Ejército informó de la entrada en vigor de la medida, de 08:00 a 19:00 horas, “todos los días hasta nuevo aviso”, pero Netanyahu la consideró “inaceptable” y desacreditó a las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) en un comunicado y en declaraciones posteriores.
“Para alcanzar el objetivo de destruir las capacidades de Hamás, he tomado decisiones con las que no siempre han estado de acuerdo los militares”, admitió Netanyahu en una entrevista con el canal israelí 13. “Somos un Estado que tiene un Ejército, no un Ejército que tiene un Estado”, afirmó. Pero Pfeffer destacaba que ese Ejército sigue siendo “el Ejército del pueblo”, a pesar de los errores del 7 de octubre: “Las FDI no son sólo el lugar donde sirven los hijos e hijas de la mayoría de los israelíes, sino que con cientos de miles de reservistas llamados a filas, una franja aún más amplia de la población está ahora sirviendo en las FDI”. Y advertía en su artículo que “los desacuerdos cada vez más explícitos” entre Netanyahu y los militares pueden tener “implicaciones graves”.
Para el profesor Ben-Porat existen muchas variables que decidirán el futuro de Netanyahu, cuya “popularidad no es tan alta como solía ser” pero aún goza de apoyo entre los ciudadanos israelíes que “están muy preocupados por la seguridad”. El primer ministro podría verse forzado a convocar elecciones anticipadas en algún momento si hay problemas dentro de la coalición de Gobierno, por ejemplo, a raíz de la polémica propuesta de ley sobre los judíos ultraortodoxos, dice el experto en política y ciudadanía.
Precisamente, este miércoles, Netanyahu ha llamado al orden a los demás partidos que integran el Ejecutivo y les ha pedido no hacer “política mezquina”, en un vídeo difundido a través de su cuenta de X. “Estamos en guerra en varios frentes y nos enfrentamos a grandes retos y decisiones difíciles. Por ello, pido de forma firme a todos los socios de la coalición que ejerzan control sobre sí mismos”, ha dicho el jefe de Gobierno. “Debemos centrarnos sólo en las tareas que tenemos por delante: la derrota de Hamás, el regreso de los rehenes y la vuelta de los residentes a sus hogares, tanto en el norte como en el sur del país”, junto a la frontera de Líbano y de Gaza, respectivamente.