Artista argentino Sergio Camporeale en Arequipa
Para ser un artista que lo ha visto todo, o casi todo, el argentino Sergio Camporeale, de 87 años, no deja de mostrar buen ánimo, detalle que últimamente no es muy frecuente entre los artistas, y no solo peruanos, a causa, suponemos, de estos tiempos marcados por las crisis, las guerras y la polarización. Por un momento, podría pensarse que su talante obedece a la muestra que viene exponiendo en el Centro Cultural Peruano Norteamericano de Arequipa hasta el 28 de junio: Babylonia Show. Pero una vez que se empieza a interactuar con él, no demoramos en darnos cuenta de que el buen ánimo obedece a instancias más superiores y que deben ser subrayados, como la libertad creativa.
“Esta muestra la trabajé en digital. Nunca antes había trabajado en digital, pero la base es el collage. Aquí muestro 20 obras seleccionadas de 60 que tengo hechas, en las que, por ejemplo, puedo juntar a un pintor polaco del siglo XVII con un Mickey. Trabajo sobre el caos, voy recortando imágenes con tijera y si veo algo de internet que me gusta, lo incluyo en el collage. Yo no soy un artista que encuentra, prefiero buscar. Toda mi obra es así, libre”, dice el artista sobre el presente trabajo que “busca generar una catarsis en el espectador, denunciando el exceso, de sexo, amor, comida, de absolutamente todo”. Respecto a esta técnica, Camporeale aclara: “El collage debe tener un vaso comunicante, de lo contrario el collage sería fácil de hacer. Trabajo con muchísimos materiales”.
La hoja de vida de Campeorale arroja algunos datos a consignar. Más allá de ser poseedor de una saludada trayectoria en su país, Camporeale se ha movido por el mundo como pez en el agua. En ese tránsito, lo político ha tenido un protagonismo determinante para él. “He vivido muchos años fuera de Argentina, de joven me fui del país dos meses antes del golpe militar de 1976. Viví en París 25 años, un año en Nueva York. Vivía con mi compañera Delia Cugat, una reconocida pintora y solo pintaba acuarela porque no tenía dinero, pero en 1987 gané el premio Cagnes-sur-Mer con una acuarela. Este premio era para artistas jóvenes extranjeros que viven en París. Aparentemente, era un premio insignificante, pero tenía la peculiaridad de que lo veían muchos galeristas a la caza de jóvenes talentos. Al mes me llama un galerista para exponer en su galería y mi vida cambió. Pasé de ser un pobre gato a “millonario”. Mi amigo Eduardo Galeano me dijo una vez que hay que ir en búsqueda de la utopía, a la que nunca vas a llegar, por eso se llama utopía. Pero lo más interesante de la creación es el camino que vas recorriendo”.
La poética de Camporeale es respetada por su coherencia, no importa qué materiales use. Yendo de lo clásico a lo actual, una línea ideológica la recorre: la crítica festiva y la libertad. En este sentido, para entender su propuesta habría que fijarnos más en la actitud que en la técnica. “En un mundo donde abunda la frivolidad y donde lo profundo está desechado, yo trato de no explicar lo que hago. Mi trabajo es dar preguntas, las respuestas las da el público. Me interesa que el espectador se pueda meter a la obra, sin que yo le diga qué es lo que quise hacer. El espectador debe quedar libre y abierto. Uno de mis grandes amigos en París fue Julio Cortázar. Nos juntábamos mucho a conversar y Cortázar me decía que necesitábamos un lector o espectador abierto para entrar a la obra, sino cómo puedes explicar Rayuela, lo mismo pasaba con mi obra. Sin libertad, no puedo entender la vida”.
Los collages de Babylonia Show son la mejor prueba de lo dicho. El orden formal de los elementos y sus poliédricos personajes (no hay otra manera de llamarlos), si bien obedecen a una desatada actitud cinética de Camporeale, devienen en un llamado a la reflexión como fin. “Hoy todos estamos vigilados y tengo una libertad interior que quiero ver en lo que hago. Quiero que el espectador confronte mi obra. No me gusta que un curador venga y te la explique, como lo estamos viendo últimamente en lo conceptual y lo geométrico. El año pasado hice una muestra en Buenos Aires y 700 personas fueron a la inauguración, y no necesité curador. Hoy los curadores tienen un poder enorme. Vienen y escogen qué obras van a la Bienal de Venecia. El curador viene con una idea fija, muy argumentada, pero cuando escogen lo hacen mal. Las últimas ediciones de la Bienal dejan mucho que desear. Contra esos poderes también va mi Babylonia Show”.
En el 2016, Camporeale hizo una exposición de pinturas y acuarelas en el mismo lugar donde ahora presenta Babylonia Show. “También he expuesto en Lima, pero en Arequipa nos fue muy bien con esa exposición y ahora ofrezco una totalmente distinta. Lo que hago les gusta mucho a los jóvenes”, dice Camporeale sobre su muestra individual, a la que califica “como una expansión de todo: de forma, de libertad, de sexo”. Si van por Arequipa, ya saben.