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Июнь
2024

Lo que Mbappé no dijo (y nunca dirá)

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La música, después del fútbol, es la segunda pasión de Kylian Mbappé, que durante su infancia estudió varios años de flauta en el conservatorio, donde aprendió a leer partituras. Allí le contarían que no siempre es bueno tocar de oído. Es lo que hace el periodismo patrio cuando le pone letra en español a las melodías que escucha en Francia. Los prejuicios siempre son hijos de la ignorancia y no conviene dejarse llevar por la sonoridad de la muy significativa palabra «banlieu» (las comunas periféricas parisinas y de otras ciudades del país). Como en todas partes, hay barrios y barrios.

El madridista es de Bondy, un municipio del departamento Sena-San Denis que no tiene nada que ver con Clichy-sous-Bois ni con Aubervilliers, donde las tasas de marginalidad y delincuencia son insoportables. Hijo de Fayza Lamari, una deportista profesional, y de Wilfried Mbappé, formador de futbolistas en el AS Bondy, Kylian fue «programado» desde la más tierna edad para ser una superestrella: como un Kobe Bryant o un Nadal, y no hay más que escuchar su francés impecable para darse cuenta de que no es un desheredado del extrarradio. Concede entrevistas en inglés en las que se le entiende mejor que a Bale y se van a sorprender cuando lo escuchen hablar español el día en que lo presenten con el Real Madrid: Benzema, en quince años, no pasó del balbuceo.

El domingo, el crack se cuidó muy mucho de mencionar a la ultraderecha o, más concretamente, al partido de Marine Le Pen, que es lo que quisieron comprender los exégetas de cerebro hemipléjico a este lado de los Pirineos. Mbappé alertó contra «los extremos y las ideas que dividen», en una debelación que incluía a los fascistoides del RN… pero también al redivivo Frente Popular, engendro neocomunista alumbrado por Jean-Luc Melenchon en el que conviven verdes, anticapitalistas, independentistas polinesios y hasta Euskal Herria Bai, los amigos de Arnaldo Otegi del otro lado de la muga. ¿Les suena a Frankenstein?

Mbappé, queridos zurditos, no alzó la voz contra ninguna internacional facha. El capitán de Francia, como portavoz de sus compañeros y para mitigar el ruido producido por las declaraciones de Marcus Thuram (que sí es el típico activista pancartero), hizo un llamamiento al voto civilizado: los socialdemócratas de Macron y los conservadores gaullistas, las dos formaciones que deben contener la tormenta euroescéptica y antiliberal que arrecia a derecha e izquierda.