Flancos 3-Ambición 0
El tercer debate presidencial el domingo abordó un trío de temas que exhiben algunos de los principales flancos de vulnerabilidad del mandatario mexicano y de la calamitosa gestión de política pública lopezobradorista. Dos de ellos –la política exterior y la política migratoria– ciertamente no pesan en la contienda e importan menos aún al electorado, aunque debieran. Con un contexto geopolítico de enorme volatilidad que no nos pasará de largo y que tampoco nos eximirá de sus secuelas, y con la amenaza que encarna un potencial retorno de Trump, lo que nos jugamos en estos temas es de enorme trascendencia. Junto con el otro de ellos, la seguridad pública, los tres están además inextricablemente entreverados con nuestra relación diplomática más importante en el mundo. Y la semana pasada tuvimos muestras palpables de lo que está en juego con Estados Unidos y este nudo gordiano de tanta relevancia y, a la par, de flaqueza y fracaso presidencial.
La primera fue la publicación de los datos de detenciones migratorias en la frontera con México correspondientes a abril, las cuales cayeron más de 6%. Estados Unidos lo atribuye en gran medida a las acciones que el gobierno mexicano ha tomado para detener flujos migratorios. A este dato relevante siguió un artículo del New York Times sobre las acciones de control migratorio mexicanas, en el cual el periódico subrayaba que a pesar del discurso de López Obrador que pregona una política migratoria “humanista”, lo que México ha instrumentado es una política de control y de virtual “cajuelazo” para repatriar a incontables migrantes. Y la tercera es el rosario continuo de declaraciones de funcionarios estadounidenses en el Congreso (ahora fue la administradora de la DEA, pero en semanas previas el desfile incluyó al procurador general y a los directores de Inteligencia Nacional, la CIA y el FBI) subrayando que la cooperación mexicana en la lucha contra el crimen organizado es insuficiente.
Más allá de las profundas carencias sustantivas en estos rubros de gestión pública, lo que lo anterior pone en evidencia es la total falta de apetito estratégico de López Obrador en la relación con Estados Unidos y su inopia al no buscar obtener un quid pro quo –claro está, más allá de usar la colaboración migratoria como palanqueo para que Washington “no se entrometa” en los “asuntos internos” mexicanos– y desaprovechar esta situación para cerrar asimetrías en la relación con nuestro socio y vecino, elevar el perfil de temas relevantes para México y presionar a Biden para que dedique verdadera agencia y banda-ancha estratégicas y con visión de futuro a la agenda y relación bilaterales, en lugar del cortoplacismo y el carácter transaccional que lastimosamente caracterizan hoy el diseño y ejecución de la agenda por parte de ambas capitales.
Me explico. No cabe duda que el paradigma de responsabilidad compartida, premisa central de la relación con Estados Unidos, es de ida y vuelta. México debe actuar en consecuencia para que ese paradigma, que inyecta más simetría a una relación de poder asimétrica, opere. Y qué duda cabe que si en este momento la cooperación migratoria ayuda a Biden en la búsqueda de su reelección, qué mejor. Pero nunca antes en la relación bilateral una carta tan potente en manos de la diplomacia mexicana había sido tan desaprovechada. La imperiosa necesidad de Biden de contar con colaboración mexicana para reducir flujos históricos de migrantes y que tanto ha coartado el apetito en Washington por presionar al gobierno mexicano en toda una serie de frentes bilaterales (quizá con excepción del fentanilo) y de política interna mexicana podría haber sido aprovechada para exigir a Estados Unidos acciones en una serie de frentes sensibles para México, como son el trasiego de armas; la regularización y protección de los jóvenes que llegaron al país como indocumentados, conocidos como dreamers (81% –o 468 mil– de ellos mexicanos); la modernización a fondo de la infraestructura fronteriza; un programa de movilidad laboral circular; o garantizar en Washington que Canadá y México seamos parte integral del recalibraje comercial y tecnológico en curso con China. Y ya si la imaginación del Presidente no da siquiera para nada de esto, por lo menos entonces habría que haber obtenido dinero a cambio de colaboración migratoria –como lo hizo en 2016 el presidente turco con la Unión Europea (al son de 6 mil millones de euros) en plena crisis de refugiados sirios– para mejorar las capacidades de control fronterizo mexicano en el sur, dotar de recursos y personal al INM y la Comar, eviscerados por López Obrador al arranque de su gobierno, y erradicar, o por lo menos disminuir, la deplorable y vergonzosa rapiña y depredación de las que son objeto migrantes. Pero nos hemos quedado, como nación, con un palmo de narices y con las virutas de lo que podría haber sido. ¡Qué habríamos dado algunos por estar en la posición de capitalizar esta oportunidad y coyuntura únicas y quizá irrepetibles para los intereses nacionales de México!