¡Apure, Leiva!, por Jorge Bruce
La anécdota nunca ha podido ser confirmada en su totalidad, pero la metáfora no ha perdido vigencia. En la batalla del Morro de Arica, el coronel Francisco Bolognesi aguardaba, con reiterada impaciencia, la llegada del coronel Segundo Leiva, al mando de un ejército de tres mil hombres para que ataquen la retaguardia del ejército chileno. Sus telegramas lo atestiguan: “Apure, Leiva. Todavía es posible hacer mayor estrago en enemigo victorioso. Arica no se rinde y resistirá hasta el sacrificio.- Bolognesi”.
Pero como esta es una historia peruana, Leiva no llegó. Hasta hoy se discute lo que realmente impidió que Leiva acudiera con esos refuerzos que nunca sabremos si habrían bastado. Quien daba las órdenes era Piérola y de él también se sospecha, pero lo cierto es que hasta ahora no se sabe con certeza lo acontecido en esos días de junio de 1880. Al terminar la guerra, el militar intentó reivindicar su nombre y honra. Lo que se sabe es que su tumba en el Presbítero Maestro solo lleva las iniciales SL (ominosa coincidencia).
Decía que la metáfora continúa habitándonos. Esta vez no estamos ocupados por un ejército extranjero, sino por la creciente corrupción que está destruyendo, una a una, las fundaciones de nuestro país. Los resultados caen a diario y, mientras la inseguridad crece, nos están sepultando en una apatía horrorosa. La pobreza no cesa de aumentar. Según el INEI hay 6 millones de peruanos en pobreza extrema. El doble de los que había en el 2019. Las cifras frías no permiten hacerse una idea de lo que esto significa en la vida real.
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En el último número de Hildebrandt en sus trece, Shanna Taco narra la odisea cotidiana de la familia Flores Vásquez. El título de la nota dice mucho: “Arroz con palta”. Las fotos de César Zamalloa también. Ellos viven (es un decir) en el asentamiento humano Asociación de Viviendas Nuevo Horizonte, en Ate Vitarte. Ahí se encuentran unas 120 familias sin agua ni energía eléctrica. Remito al lector al artículo y lo desafío a leerlo hasta el final. Un solo spoiler: la otra familia es la de Soledad Huamaní, quien ya ha pensado más de una vez en envenenar a sus hijas y suicidarse después. Como salta a la vista, no tiene caso en esas condiciones invivibles hablar de salud mental. Primero la dignidad de los alimentos, el agua, la electricidad, la educación, la seguridad. Todo lo que esta epidemia de corrupción está empeorando, día tras día.
Estas son las consecuencias directas del desgobierno absoluto y la obscena corrupción de quienes solo piensan en apoderarse del país y enriquecerse. Incluso en la lista de dictaduras desalmadas como la nicaragüense de los Ortega, hay crecimiento económico y servicios públicos dignos de ese nombre. No hay libertad de expresión, por supuesto, y las elecciones son fraudulentas. Es todo lo contrario de un buen lugar para desarrollarse, claro está. ¡Pero nosotros vivimos peor!
En el Perú hemos sucumbido a un escenario siniestro: unas mafias encumbradas en sus curules en el Congreso, absortas en la tarea de enriquecerse, ajenas al drama de familias como los Flores y las Huamaní. Mientras la presidenta se enjoya y opera el rostro, limitándose a obedecer las órdenes de sus marionetistas congresales. Dina Boluarte pasó como una exhalación de la supuesta izquierda de Castillo a la supuesta derecha congresal (los corruptos no tienen otra ideología que la de enriquecerse). Mientras tanto mucha gente se está muriendo de hambre. La anemia infantil afecta al 43.1% de los niños del Perú. Algunos sectores sanos de la fiscalía y el Poder Judicial están haciendo lo que pueden para salvaguardar sus instituciones, pero lo hacen en condiciones de clara inferioridad.
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Ante tamaña indolencia, corrupción e irresponsabilidad, ¿quién vendría a ser Leiva, el militar que no acudió a la batalla? Seríamos todos nosotros, los que aún pensamos que se puede rescatar esta democracia cada día más fantasmal, si no hacemos nada decisivo para defender nuestra patria precaria, pero patria al fin. Los jóvenes en un cuarenta por ciento solo piensan en irse y los viejos, como dice Serrat en la canción Pueblo Blanco, “sueñan morirse al sol.” Ya he citado esta letra (el 2 de octubre del 2023) pero hace falta insistir. Aquella nota en este diario se titulaba “El Cerco se Sigue Cerrando” y, lamentablemente, no ha dejado de hacerlo desde entonces.
“¡Apure, Leiva!” es pues un pedido de auxilio que surge desde las entrañas de nuestra historia. Desoírlo significaría que el heroico sacrificio de Bolognesi y todos los que dieron su vida con él, continúe siendo en vano. Casi ciento cincuenta años después, tenemos la oportunidad de subir el morro y plantarnos ante el enemigo que socava nuestra democracia y la ultraja. No es fácil ni se puede lograr solo con pundonor y valentía. Se requieren alianzas políticas de todos los sectores que prefieren vivir en democracia y con separación de poderes. Las élites económicas tienen que salir de su desdeñosa indiferencia y comprarse el pleito, tal como lo hicieron con Merino.
Y sí, es también una cuestión de salud mental. ¿Queremos ser recordados como el pueblo que se levantó y luchó por sus derechos? O bien como una turba resignada y conformista que permitió que se levantaran en peso las arcas del Estado, a la par que la cultura y todo aquello que nos da esperanza de convertirnos en un lugar digno de ser vivido. Es tiempo de deponer el narcisismo de las pequeñas diferencias, como decía Freud, y reunirnos por el bien común. Ya habrá tiempo de restablecer la necesaria contienda democrática.
La depresión clínica se cura con tratamiento psicoterapéutico y, si es necesario, medicación. La depresión social tiene un solo remedio: enfrentarse y pelear por nuestra dignidad, cada cual desde su lugar y posibilidades. ¡Apure, Leiva!