La verdadera cara de la mortalidad en exceso por COVID-19 en México
Médico especialista, extitular de la Unidad de Atención Médica del IMSS.
En una columna previa realizamos un análisis y reflexión del informe de la “Comisión Independiente” sobre la gestión de la pandemia de COVID-19 en México. Muchas personas en los medios -al igual que líderes de opinión- coincidimos que el momento de hacer públicos los resultados de esta comisión no fueron los más adecuados, por estar viviendo una contienda electoral polarizada y que no abonaría a una discusión académica y científica propositiva ante futuras pandemias.
En este sentido, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), a través de su secretario general, el Lic. Marcos Bucio, solicitó al Dr. Jaime Sepúlveda, coordinador de esta Comisión: “Un diálogo serio, científico y abierto a la sociedad, incorporando la visión del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Servicios y Turismo (CONCANACO) y Consejeros obreros, además de publicar los resultados después de las elecciones”.
En contraste, el Dr. Sepúlveda “reviró” diciendo que: “el IMSS dejó sin responder las numerosas solicitudes de trabajo”, reconociendo que la única comunicación fue para que “pospusieran la publicación hasta después del 2 de junio”, situación que la Comisión no hizo.
Ante la crispación electoral que en muchas ocasiones nubla el entendimiento y el debate académico, nuevamente el análisis científico es el que debe de prevalecer. Es así como la prestigiosa revista The Lancet, en su número de este mes, publica una serie de artículos académico-científicos bajo el título “La carga global de la enfermedad estudio 2021″, en la que se analiza el papel de diversas enfermedades en la mortalidad de 204 países, incluidos México y sus 32 entidades federativas.
La carga de la enfermedad mide las pérdidas de salud en la población, representada tanto por las consecuencias mortales como las no mortales de las enfermedades y los factores de riesgo asociados a ellas, a través de indicadores como los Años de Vida Perdidos por Mortalidad Prematura (AVPMP), los Años Vividos con Discapacidad (AVD), y los Años Ajustados por Discapacidad (AAD). El análisis que se realiza en la revista The Lancet, utiliza estos indicadores como una visión más detallada de la salud pública, permitiendo un análisis más integral.
El análisis de México revela diferencias significativas en la carga de enfermedad entre las diversas entidades federativas. Por ejemplo, la Ciudad de México y Nuevo León muestran una alta carga de AAD, reflejando una mayor prevalencia de enfermedades crónicas y muertes prematuras. En contraste, estados como Chiapas y Veracruz presentan cifras relativamente más bajas, aunque aún significativas.
La alta prevalencia de enfermedades crónicas como la diabetes, la hipertensión y las enfermedades cardiovasculares también jugaron un papel crucial en el exceso de mortalidad en México, de acuerdo con lo publicado en esta revista. Estas enfermedades que incrementan el riesgo de complicaciones graves por COVID-19, también representan una carga significativa en términos de AVD y AVPMP.
De igual forma, un estudio previo publicado en esta revista revela que la obesidad fue un factor clave en la gravedad de los casos de COVID-19 en México. Se estima que más del 50% de las muertes en adultos de 20 a 64 años y casi el 24% en mayores de 65 años fueron atribuibles a la obesidad.
Las muertes en exceso ocurridas durante la pandemia por COVID-19 pueden analizarse de diferentes formas, una de ellas es la política y otra, la científica. El análisis científico nos demuestra que la alta carga de enfermedades crónicas y la prevalencia de obesidad jugaron un papel crítico en la mortalidad durante la pandemia.
La pandemia ha dejado lecciones cruciales para la salud pública en México. Mientras responsabilicemos únicamente a las políticas y decisiones gubernamentales de los resultados obtenidos, estamos dejando de lado un análisis objetivo que nos permita reconocer y abordar los profundos problemas de salud subyacentes que afectan a la población mexicana.
Sólo mediante un enfoque integral y con un sistema de salud resiliente podremos estar mejor preparados para enfrentar futuras pandemias y mejorar la salud de todos los mexicanos.
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