«Con Assange hay un juicio político contra la libertad de prensa»
Julian Assange (Australia, 1971) siempre ha sido una figura controvertida. Saltó a la fama en 2010 después de revelar, a través de WikiLeaks, cientos de miles de documentos secretos de la Casa Blanca que hicieron temblar los despachos presidenciales a ambos lados del Atlántico. Entre ellos, 92.000 informes sobre la Guerra de Afganistán. Para unos es un ídolo de masas y un abanderado del periodismo de investigación. Para otros, un megalómano sin escrúpulos. Pero son pocos los que se atreven a desentrañar su personalidad. El ex hacker consiguió ayer una más que significativa victoria en su larga batalla legal después de que el Tribunal Superior de Londres le concediera permiso para poder apelar su extradición a Estados Unidos, donde le acusan de espionaje y podría hacer frente a 175 años de prisión. Los magistrados tenían que decidir si apoyaban o revocaban el fallo emitido el 6 de junio de 2023 por el juez Jonathan Swift quien denegó a Assange la posibilidad de seguir recurriendo en el Reino Unido y dio su aprobación a su entrega, firmada en junio de 2022 por la entonces ministra británica de Interior Priti Patel. Tras la victoria de ayer, su mujer, Stella Assange, abogada en derechos humanos, asegura que “como familia” se sienten “aliviados”, pero no sabe “por cuanto tiempo”. A las puertas del tribunal, recalcó que “Estados Unidos debería recapacitar y retirar el caso”, poniendo fin a lo que considera “un vergonzoso ataque contra los periodistas”. Antes del día clave, conversó con LA RAZON para analizar todo lo que está en juego.
La batalla legal de Julian Assange es una maraña legal sumamente compleja. Tras ser detenido inicialmente en 2010 por un caso instigado por Suecia de supuesto acoso sexual, buscó refugio en la embajada de Ecuador en Londres, donde estuvo encerrado de 2012 a 2019. Pero cuando este caso fue archivado, fue arrestado de nuevo en abril de 2019 a instancias de Estados Unidos, acusado de espionaje. Desde entonces ha habido diferentes procesos. Estados Unidos defiende que ha dado garantías de que habrá juicio justo.
Estados Unidos lo único que dice es que Assange podría tener la capacidad de plantear y tratar de basarse en la Primera Enmienda (que protege la libertad de expresión). Tener capacidad de plantear algo no es garantía de nada. No está claro además si esos derechos se le aplicarían como ciudadano australiano.
¿Por qué considera que este es un juicio político?
Porque no responde a cuestiones legales. Es la primera vez que se acusa a un periodista de espionaje por publicar una noticia. Fue la administración de Donald Trump la que le acusó. Estamos hablando de Trump, quien considera a la prensa que no es afín enemigo. Este caso siempre fue para silenciar a la prensa, una manera de hacer bullying. Una llamada de atención para callar a todos los que revelan corrupciones de gobiernos. Una manera de silenciar la verdad. Assange es un periodista y es perseguido porque expuso el verdadero coste de la guerra en vidas humanas. Este es un juicio político contra la libertad de prensa.
El parlamento australiano y el primer ministro australiano, Anthony Albanese, han pedido que se retiren los cargos contra Assange y que se le permita regresar a Australia. El presidente estadounidense Biden dijo en abril que su administración estaba “considerando” la solicitud.
Assange tenía que haber sido liberado desde el día uno de la administración de Biden. Biden tiene que pensar en su legado. Y lo correcto sería liberar a Assange. Porque este es un caso contra la libertad de prensa. Y sin libertad de prensa no hay democracia.
Estados Unidos celebrará elecciones en noviembre y es posible que gane de nuevo Trump. ¿Tiene miedo de cómo puede afectar al proceso?
Ya he dicho que este es un proceso político. Y todo puede pasar en política.
Assange ha pasado los últimos cinco años en la cárcel de máxima seguridad de Belmarsh, en el sureste de Londres, donde está completamente aislado. Su salud física y mental cada vez es más débil. ¿Cómo afronta el día a día?
Antes de la cárcel estuvo en arresto domiciliario y luego en la embajada de Ecuador. Así que lleva encerrado, de una manera u otra, desde 2010 sin haber cometido ningún crimen. En la prisión de máxima seguridad está aislado del resto de presos. Tiene acceso limitado a salir de la celda. Y cuando puede es para estar en un pequeño patio de cemento donde no ve directamente el cielo. Tiene poco acceso al mundo exterior. No tiene internet. Puede llamarme solo en unas horas limitadas. Y yo no puedo llamarle. A todo eso se suma la presión e incertidumbre de saber que puedes ser extraditado. Así que digamos que está luchando por sobrevivir. Si es extraditado, las circunstancias en la cárceles de Estados Unidos serán más extremas porque es un asunto de seguridad nacional. Todos los informes psiquiátricos hablan de la posibilidad de suicidio.
Fue en la prisión donde se casaron en una íntima ceremonia en 2022 a la que asistieron sus dos hijos, ahora de 5 y 7 años. ¿Cómo viven ellos todo esto?
No les he contado nada de la extradición. Es complejo decirles que es posible que no vayan a poder ver a su padre nunca más. Lo único que saben es que no debería estar en prisión y que estamos luchando para sacarlo.
¿Cómo se conocieron?
Lo conocí en febrero de 2011 y en ese momento estaba bajo arresto domiciliario. Para entonces, ya había publicado todas los documentos. Para mí WikiLeaks, desde una perspectiva de derechos humanos y derecho internacional, era un mundo realmente innovador que cambiaba las reglas del juego. Poder presentar pruebas de criminalidad estatal, de abusos a los derechos humanos. Este es el tipo de Santo Grial que siempre es una batalla cuesta arriba. Entonces, desde esa perspectiva, pensé que él había hecho algo realmente importante y significativo. Y, por supuesto, no era un secreto que Estados Unidos estaba extremadamente molesto y que, potencialmente, se buscaban cargos criminales contra él. Algunos comentaristas de la televisión americana pidieron incluso que lo mataran. Así que involucrarme fue un poco aterrador. Siempre intenté mantener un perfil bajo. Lo mantuve tanto tiempo como pude y especialmente cuando nos involucramos románticamente y, obviamente, una vez que estuve embarazada. Pero ahora tengo que luchar por su libertad y es muy importante que el mundo sepa la verdad.
Assange es una figura controvertida. En España le llegaron a acusar de promover el independentismo catalán.
Esa acusación nunca estuvo fundada en nada. Assange sólo amplificó vídeos que circulaban en redes porque le preocupaba la violencia contra los civiles. Sé que el gobierno español fue muy sensible al respecto y lo plantearon al gobierno ecuatoriano cuando estaba en la embajada de Ecuador en Londres. Le cortaron Internet, le prohibieron visitas. Se le castigó muy severamente y le amenazaron con echarlo. Pero él nunca tomó posición sobre la independencia catalana. Esa fue una afirmación falsa.