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Май
2024

La magistral madurez de Leónidas Kavakos

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Abc.es 
Dada la demanda de entradas, la sala Rodrigo del Palau de Música de Valencia , habitual en la música de cámara no fue el lugar de cita en esta ocasión, sino la gran sala Iturbi que, por cierto, para la música de cámara posee una acústica difícilmente superable. Reunir a ochocientas personas, el doble del aforo de la sala de cámara, para un concierto de un violinista y un piano, en un soleado y primaveral domingo por la tarde, en el que, además, hubo importantes citas por la ciudad de tipo religioso y futbolístico, nos lleva a concluir que hay público para la música de cámara. Además, un público joven y respetuoso. Cierto es que el violín, un Stradivarius «Willemotte» de 1734, lo empuñaba uno de los mejores solistas internacionales de este instrumento en un momento de su carrera de auténtica madurez. Dos días antes había dado toda una lección con un memorable segundo concierto de Béla Bartok junto a una excelente orquesta de Valencia, magníficamente dirigida por su titular, Alexander Liebreich . Ciñéndonos al concierto del domingo, el recital será de los que se recordarán durante mucho tiempo por el nivel superlativo de los comparecientes y por el resultado global de las interpretaciones. Aunque el protagonista era Kavakos, la presencia de Enrico Pace en el piano, artista italiano con el que el violinista trabaja desde hace años, fue toda una revelación por un acompañamiento que no se quedó en un segundo plano, sino que cobró el protagonismo que estas obras demandan exhibiendo una magnífica técnica y expresividad poética de primer nivel. Kavakos comparece tranquilo, o lo parece, y su expresión corporal con el violín, sin aspavientos, es más flemática que tendente a transmitir las emociones más allá de la música. Como los artistas, verdaderamente grandes Kavakos desarrolla una personalidad musical diferente para cada una de las obras que en esta ocasión estuvo íntegramente ocupado por obras del repertorio francés con un abanico temporal de algo más de medio siglo. Y como los grandes artistas, la música es emanada con una naturalidad y verdad pocas veces escuchada. Con la Sonata «Posthume» de Ravel escrita en La menor, Kavakos se movió en un terreno más propio de la media voz y del intimismo, sin grandes contrastes dinámicos. Con ese fraseo tan suyo, que nos hace pensar en una improvisación. Nada más lejos de la realidad. En la siguiente obra, la sonata de Francis Poulenc , ambos comparecientes demostraron virtuosismo al servicio de la música y en esta ocasión Enrico Pace al piano demostró su gran categoría en el difícil cometido, pues ya conocemos la opinión del compositor francés y su pretensión de alejarse del concepto de «pianista acompañante», situando el cometido del teclado a la altura del violín. Kavakos por contraste con el Ravel anterior puso sobre la mesa la energía, pero también poesía en el intermezzo y absoluta coordinación entre ambos instrumentistas en el dramático y expresivo final de una obra dedicada a García Lorca y a su trágica muerte en la que el tiempo parece detenerse y la música se vuelve misteriosa, intrigante, ahora sí, trágica finalizando en una suerte de grito desesperado. Magistrales estuvieron, de nuevo, ambos músicos en la extraordinaria sonata en sol menor Claude Debussy . Sonata en sol menor. Dijo, al respecto de su obra, el gran genio francés ya en su último año de vida « escribí esta sonata para librarme de ella (…) Esta sonata será interesante desde el punto de vista documental y como ejemplo de lo que puede producir un hombre enfermo en tiempos de guerra. El solista griego, en su lectura, defiende con éxito una música íntima, reflexiva, imperecedera y profunda no desde la crispación como hacen muchos violinistas sino desde una paz resignada y de nuevo una naturalidad que nos invita a imaginar que la obra se está creando allí mismo. Finalizó el programa la magistral sonata en La mayor de César Franck , una obra maestra del postromanticismo, construida desde un único motivo inicialmente citado que se va transmutando a lo largo de sus cuatro movimientos. Con esta gran obra de casi media hora de duración que, aunque ayudado de una tableta con la partitura, el protagonista tocó de memoria, Kavakos culminó en la Iturbi su magisterio con una lectura absolutamente referencial por el personalísimo fraseo, el manejo sin igual del arco y una digitación insuperable. Los reiterados aplausos y bravos no se hicieron esperar. Las propinas dejaron a un lado el repertorio francés y fue la música española la protagonista con dos lecturas con clara impronta española en la que destacó una inolvidable danza de Enrique Granados en la que el violinista ateniense, demostró, una vez más, un magistral manejo de los distintos idiomas, en este caso el español, con los que está escrita la historia de la música. Ficha Domingo de mayo de 2024 Palau de la Música de Valencia Obras de Ravel, Poulenc, Debussy y Franck Leónidas Kavakos, violín Enrico Pace, piano