Lo que piensa Puigdemont de Sánchez
La reunión clave que celebra mañana Puigdemont con la cúpula de su partido y con todos su grupo parlamentario es una cumbre de ataque al "sanchismo", pero no con balas de fogueo. La máquina de Moncloa ya se ha puesto a multiplicar la difusión del mensaje de que Puigdemont ha sido derrotado y que es un político en retirada. Al que supuestamente quieren echar en su partido, e incluso que él mismo está buscando, con su intento de investidura a la desesperada, una manera de justificar el paso atrás que se va a ver obligado a dar por culpa de su fracaso en las elecciones del domingo. Éste es el argumentario del manual oficial, y, sin embargo lo que le prepara Puigdemont tiene muy poco que ver con esto y mucho con el desprecio que personalmente siente hacia el presidente del Gobierno.
Puigdemont ha vivido el episodio de la carta del presidente del Gobierno, con su amago de dimisión, como un "capítulo esperpéntico", propio de un "payaso", según comentan sus interlocutores. Políticos y económicos. Ni ha mejorado su simpatía personal ni tampoco su consideración política hacia el presidente del Gobierno, y el balance de la negociación con él es de que se sienta con un "trilero". El resultado de las elecciones catalanas abre, sin duda, un nuevo escenario, y ahora se entra en una etapa de carambolas y de maniobras efectistas de todos los partidos, con valor de pulso entre ellos, pero también con la vista puesta en la campaña de las elecciones europeas. Es un juego de "mus", donde todos lanzar órdagos que van muchas veces de farol. Pero si en Moncloa se creen lo que van contando tienen un doble problema: no tienen los pies en la tierra y no conocen a Puigdemont.
El ex presidente de la Generalitat va explicando que aquí lo que está en juego es el futuro de Junts y que, por eso, no puede permitirse dejar pasar la amnistía sin que se haga efectiva ni que desde Moncloa haya un comportamiento hacia ellos con la Presidencia de la Generalitat recíproco al que él tuvo en Madrid con el Gobierno de coalición de izquierdas y la investidura del líder socialista. Sánchez sólo le sirve mientras siga cumpliendo con sus compromisos de investidura, y condenar sus 35 escaños a la irrelevancia en Cataluña, y mantener viva la negociación en Madrid para que todo pase, a futuro, por el tamiz de Illa como presidente de la Generalitat, es tanto como pedirle que lleve a su formación al suicidio político. Puigdemont sabe que el PSC está presionando entre el poder económico y empresarial catalán para que le ayuden a jubilarle, a él y también a Oriol Junqueras, pero su hoja de ruta es seguir tirando del alma más identitaria porque aceptar ese proceso de domesticación que quiere Illa supondría condenar al proceso soberanista a ser cada vez más minoritario. Por eso, de la cumbre saldrá una declaración de guerra, no una petición de armisticio. Y ya puede ERC seguir el camino que quiera, que Puigdemont, que dice que Sánchez es un mediocre izquierdista, dará a su grupo en el Congreso la orden de tumbar a Sánchez si no le dan lo que pide.