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Май
2024

Cristina Mayor-Ruiz (investigadora): “Cuanto más conoces al cáncer, más ideas tienes para acabar con él”

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Cristina Mayor-Ruiz (investigadora): “Cuanto más conoces al cáncer, más ideas tienes para acabar con él”

Cristina Mayor-Ruiz, investigadora del Instituto de Investigación Biomédica de Barcelona, ha sido la ganadora del Premio 60 Aniversario Farmaindustria Jóvenes Investigadores.

Cuando era pequeña, Cristina albergaba el sueño de convertirse en arqueóloga. Quería sentir la emoción de descubrir tesoros antiguos y desentrañar los enigmas de civilizaciones enterradas bajo el velo del tiempo. A pesar de ello, su camino tomó un giro inesperado. Optó por estudiar biotecnología, una elección que, paradójicamente, le permitió cultivar aquellas mismas cualidades que tanto admiraba de la arqueología: la incansable búsqueda de respuestas y la minuciosa reconstrucción de complejos sistemas a partir de fragmentos de evidencia. A día de hoy, centra sus investigaciones en el descubrimiento de nuevos fármacos para frenar el cáncer. Su corta trayectoria ha sido reconocida con múltiples premios y reconocimientos. El último, el Premio 60 Aniversario Farmaindustria Jóvenes Investigadores, ha puesto en valor “su impecable desarrollo académico y científico, su enfoque traslacional y lo disruptivo de sus investigaciones en la búsqueda de nuevos tratamientos para distintos tipos de cáncer”.

¿Qué te motivó a enfocar tu investigación en la búsqueda de nuevos tratamientos para distintos tipos de cáncer?

Comencé a sentir inquietudes en el instituto cuando comenzaron a hablarnos de células y sus mecanismos moleculares, pero también he tenido algún familiar que ha sido diagnosticado de cáncer. Ambas cuestiones provocaron que mi camino fuera derivando hacia la búsqueda de respuestas y de opciones beneficiosas tangibles para pacientes con cáncer.

¿Cuáles son los principales tipos de cáncer en los que has centrado tus investigaciones?

Nos hemos centrado bastante en cáncer de páncreas. Desgraciadamente, es uno de los que aún necesitan terapias efectivas. Los fármacos tradicionales, digamos que lo que intentan hacer es inhibir la función de proteínas que están desreguladas y contribuyen a la formación de tumores. Con este tipo de fármacos tradicionales solo puedes atacar, por así decirlo, a un número de esas proteínas malignas. Entonces, nosotros somos expertos en un tipo de fármacos que lo que hacen es, en lugar de inhibir, destruir estas proteínas que necesitan los tumores para crecer.

¿Cómo conseguís que estos fármacos destruyan las proteínas malignas?

Lo que hacemos es atraer a una especie de “trituradora” de proteínas que son importantes para un tumor. Traduciéndolo, es como engañar a los mecanismos evolutivos que todos tenemos en nuestras células para atacar a esas proteínas que antes eran consideradas como imposibles de atacar con los fármacos actuales. Este tipo de fármacos degradadores son, ahora mismo, una de las técnicas que más revolucionarias. Ahora mismo hay más de 30 ensayos clínicos con estos fármacos. Es algo en lo que, tanto los grupos académicos como el nuestro como las compañías farmacéuticas, están dedicando muchos esfuerzos y atención.

¿Se podría trasladar este planteamiento a otro tipo de tumores como los pediátricos?

Claro. Como investigadores, solo necesitamos saber cuál es la proteína “malvada”, la proteína que está modificada y hace que te crezca un tumor; y, entonces, intentamos atacarla independientemente del tipo de tumor. De hecho, hace unas semanas, nos dieron la buenísima noticia de que nos concedieron un proyecto internacional centrado en cáncer pediátricos. Creo que es un nicho muy interesante en el que ayudar porque hay una necesidad muy acuciante de desarrollar tratamientos. Esta iniciativa, que se llama Cancer Grand Challenge, ha puesto 25 millones en dos equipos internacionales de científicos para intentar desarrollar medicamentos que puedan ayudar a estos niños.

El jurado del premio 60 Aniversario Farmaindustria Jóvenes Investigadores ha destacado el enfoque transnacional y disruptivo de tus investigaciones. ¿Qué consideras que es lo más disruptivo?

Por un lado, con los fármacos degradadores estamos abriendo el abanico de dianas terapéuticas. Imagínate que estas proteínas malas son una bicicleta. Los fármacos tradicionales inhibidores actúan poniendo un palo en la rueda de la bicicleta, de tal modo que esa bicicleta no puede correr tanto, no puede funcionar bien. Sin embargo, los fármacos degradadores lo que harían sería destruir esa bicicleta. Entonces, por un lado, el abanico de proteínas malignas atacables se aumenta y, por otro lado, tienen un efecto mayor. Si hace 10 años era impensable atacar a ciertas proteínas para acabar con un tumor porque se considera que eran intocables, ahora es posible. Este tipo de farmacología sí que te permite atacarlas.

¿Existen ya fármacos degradadores que se estén utilizando en la práctica clínica y os inspiren a avanzar en este sentido?

Sí que hay un tipo de degradador que ya está en la clínica, pero curiosamente se aprobó sin saber que era un degradador. Se usa con pacientes que tienen mieloma múltiple. Ese fármaco es nuestro incentivo, ese faro que nos dice que es posible. Pensamos: “si esto que se hizo de forma casi por casualidad, conseguimos hacerlo de forma racional, de forma dirigida, podremos salvar la vida de pacientes con otros tipos de cáncer”.

¿Cómo ves el panorama actual de la investigación en cáncer a nivel mundial? ¿Cuáles son los mayores obstáculos que enfrenta la investigación en cáncer en la actualidad?

Yo soy muy optimista en este sentido. Yo nací en 1989, en la década en la que realmente empezamos a saber qué era lo que causaba el cáncer. No se sabía si el cáncer lo causaba un virus, lo causaba una bacteria o qué era. Gracias, entre otros, al español Mariano Barbacid se descubrió que el cáncer era debido a mutaciones en nuestros genes. Fíjate cuánto hemos avanzado desde entonces. Ahora hay más tecnologías y hay muchísimo más conocimiento. Cuanto más conoces al cáncer, más ideas tendrás para saber cómo acabar con él. Se han desarrollado descubrimientos espectaculares como la inmunoterapia o como los fármacos degradadores. Si seguimos este ritmo de avance tecnológico e intelectual, quizá en unos años curaremos lo que ahora parece incurable. ¡Ojalá!

¿Cuál consideras que ha sido el mayor desafío científico al que te has enfrentado hasta el momento?

En investigación hay días que son muy duros. Por ejemplo, ocurre que un experimento con el que has estado trabajando no funciona o no alcanza el objetivo que queríamos. Pero incluso aprender de estos reveses o desafíos forma parte del camino de la investigación. Y es que, para ser investigador hay que tener muy claro que habrá caminos que no te lleven a tu destino. En esos casos, debemos recordar que lo importante en esto es nuestra curiosidad científica y ayudar a los pacientes.

¿Qué mensaje te gustaría enviar a la sociedad sobre la importancia de la investigación en oncología?

Debemos de tener claro que la investigación en fármacos oncológicos es una carrera a largo plazo. Todo lo que se invierta en ello va a revertir en mejorar la salud de la sociedad en su conjunto. Es decir, es una inversión con retorno que funciona.

¿Cuáles son tus aspiraciones futuras en el campo de la investigación biomédica?

Mis aspiraciones futuras son intentar hacerlo lo mejor posible con respecto a dos temas. Uno, contribuir a formar a la siguiente generación de científicos, y contribuir a que en el camino sean felices y también encuentren su vocación. Considero que llega un momento en el que debemos dar aquello que nosotros recibimos. Yo estoy intentando hacerlo lo mejor posible con la gente que tengo en mi laboratorio, con mi equipo, con los estudiantes de doctorado y postdoctorado. Por otro lado, mi aspiración sería que algo de las tecnologías o de las investigaciones que estamos haciendo en el laboratorio tengan un resultado que beneficie a los pacientes. Me encantaría que, cuando tenga 70 años, pueda mirar hacia atrás y saber que todo esto ha valido la pena.