Gobierno de Chaves entre la espada y la pared
La posibilidad de convocar un referendo es una jugada muy arriesgada para Rodrigo Chaves.
Si el gobierno y sus partidarios tuvieran la capacidad de cumplir con los requisitos y tiempos requeridos por el referendo, aun así nada garantiza el resultado positivo para los proyectos que Rodrigo Chaves considere claves para su administración.
Pero mejores movimientos desde el comienzo de la administración, para hacer una analogía con el ajedrez, lo habrían podido colocar en holgada posición sin necesidad de lanzar un “ataque” tan riesgoso.
Según la jerga del ajedrez, ha perdido piezas valiosas, y no me refiero a personas, sino a adelantos heredados en infraestructura, leyes y finanzas públicas.
Ha desaprovechado las leyes aprobadas en el pasado cuatrienio, gracias a las cuales no ha debido enfrentar huelgas prolongadas, y la ley de empleo público, más la nominalización de las anualidades y la regla fiscal se constituyeron en este período en un alivio para las finanzas públicas.
Entre los proyectos adelantados, cabe citar cuatro de los ocho paralizados y enumerados en un reportaje en la edición del domingo de La Nación. El del hospital de Cartago, Orosi II, el tren eléctrico metropolitano, la ampliación de la ruta 27 y la carretera San José-San Ramón son urgentes y, si se quiere ver desde el punto de vista estratégico-político, redituables o populares.
En el juego, se ha desgastado promoviendo leyes con defectos de forma y de fondo, planes propios “a su manera”, por ejemplo, la Ciudad Gobierno, los escáneres e incluso la venta del Banco de Costa Rica, presentado por este gobierno por primera vez a la Asamblea el 7 de setiembre del 2022, hace un año y ocho meses, luego retirado por no hallar “ambiente” en el Congreso, en vista del defectuoso modelo planteado y resistencias a la venta de activos.
La erosión de su imagen y del gabinete en general puede atribuirse a la insustancial conferencia de prensa semanal del Consejo de Gobierno, en la cual los extensos informes conducen a concluir que el país está donde empezó el 8 de mayo del 2022, siendo indulgente y sin mencionar los “puentes dinamitados” que en buenas condiciones unirían al Ejecutivo con el resto de la institucionalidad para beneficio del país.
La derrota en un eventual referendo equivaldría a perder el rey en el juego de ajedrez, sin tiempo para retirar las piezas y empezar una nueva partida antes de las elecciones del 2026. Rodrigo Chaves y su administración perderían. ¿Culparía al pueblo de ser una traba a la gobernabilidad? ¿Sería un reverendo soberano?
gmora@nacion.com
La autora es editora de Opinión de La Nación.