Los toros sí son cultura, señor Urtasun: los intelectuales responden al ministro
La supresión del Premio Nacional de Tauromaquia, que fue instituido por José Luis Rodríguez Zapatero en 2011 y que ha reconocido, entre otros, a Enrique Ponce, Morante de la Puebla y El Juli, tiene una importancia simbólica incontestable, puesto que afecta a una larga tradición española (las corridas de toros, tal y como las conocemos hoy, datan de finales de siglo XVIII). Para Ernest Urtasun, ministro de Cultura y portavoz de Sumar, la tajante decisión obedece a que hay que adaptarse «a la nueva realidad española y cada vez hay más gente que está en contra del maltrato animal». Se abre así un debate: ¿los toros son cultura y arte? La primera parte de esa pregunta es retórica y en la segunda intervendría la subjetividad, aunque no para la RAE, que define la tauromaquia como el «arte de lidiar toros».
El filósofo y escritor Fernando Savater considera «indudable» que «los toros son cultura» y añade que «nadie dice que la cultura tenga que ser indolora o que deba gustarle a todo el mundo. La religión ha causado muertes y sufrimientos y muchos la consideran dañina, pero sin duda es una parte importante de la cultura. ¿Acaso tiene derecho a prohibirla un ministro de Cultura que sea ateo?». Respecto a su posible condición de arte le parece «un tema muy discutible, como en otros casos. Muchos llaman al boxeo “el noble arte” y otros muchos lo tienen por mera brutalidad. ¿Es arte lo que hace Damien Hirst o puro sacacuartos? ¿Es arte el fútbol o debemos prohibirlo?». Para el dramaturgo Albert Boadella «el toreo alcanza en muchos momentos la dimensión de un arte siempre sujeto a la calidad del torero». Luis Antonio de Villena, poeta, narrador, ensayista, traductor y crítico literario, opina que la tauromaquia «es cultura popular y existe en toda la península ibérica. No hay ninguna comunidad autónoma que no la tenga. Está la ridiculez del nacionalismo catalán, que prohíbe las corridas de toros pero permite que se sigan corriendo toros por las calles, es absurdo. Lo hacen porque entienden, tontamente, porque son todos muy incultos y muy brutos, que la corrida es una cosa como española y los toros por la calle no, cuando es exactamente igual, solo que correr toros por la calle es más antiguo, viene de la Edad Media. Y si la corrida sale bien sí es arte».
¿Una decisión desacertada?
Félix Ovejero, doctor en Ciencias Económicas y profesor de Filosofía Política y Ciencias Sociales en la Universidad de Barcelona, cree que «es indiscutible que es cultura, pero eso no es un argumento a favor de su pervivencia. También eran cultura el feudalismo y el fascismo. Y depende de qué entendamos por arte. No vale decir que ha inspirado arte. Porque la mafia ha inspirado películas, pero no es como tal una película. Hoy, cuando arte se considera cualquier cosa que un conjunto de individuos con cierto atribuido criterio estético llaman arte, podría perfectamente serlo. Pero no está escrito en ningún lado que porque algo sea bello esté sin más justificado moralmente». Y recurre a una hipérbole no exenta de ironía: «Podríamos encontrar una cierta plasticidad en que un grupo de individuos se tirara desde la torre Eiffel, sin embargo eso no quitaría la crueldad del acto. Lo que sería objetivo es la belleza, no el arte». No comparte esa opinión el poeta, ensayista y crítico literario Luis Alberto de Cuenca, que fue Secretario de Estado de Cultura y dirigió la Biblioteca Nacional: «La tauromaquia es cultura y es arte, y basta, le diría yo al señor ministro y a cualquier persona que ponga en duda eso, que lea ese libro maravilloso de Ángel Álvarez de Miranda, “Ritos y juegos del toro”, para ver hasta qué punto es cierto que la tauromaquia es cultura y es arte».
A partir de esas reflexiones de base, ¿es la del ministro de Cultura, pues, una decisión desacertada? Luis Antonio de Villena: «Es una decisión desacertada porque creo que no se debe prohibir, estoy en esa idea. Pero se han quitado premios por cuestiones de corrección política, como el González Ruano de periodismo, que era notable. ¿Por qué se va a quitar un premio de tauromaquia? ¿Porque a ti no te gusta la tauromaquia? Tú dices que no te gusta la tauromaquia, pero no debes quitar el premio. Eso es la libertad, elegir. No quitas el premio, pero puedes hacer propaganda contra la tauromaquia». Luis Alberto de Cuenca lo tiene clarísimo: «Estoy absolutamente en contra de la supresión del premio», y Boadella ahonda aún más y añade otro elemento, el «excesivo porcentaje de politización de los premios, por ese motivo no acepté el Premio Nacional de Teatro en 1994. Y la supresión del premio a la tauromaquia es una prueba tangible de esta politización. Las ideas políticas del ministro se han llevado a término con total desfachatez, sin respeto alguno a cientos de miles de ciudadanos y a todo lo que ha significado para la cultura mundial».
Desmontar la nación
Félix Ovejero sí ve acierto en la decisión, aunque introduce matices de peso: «No me parecen bien los toros y no creo que sea una decisión desacertada, aunque pueden ser desacertadas las motivaciones que hay: cualquier cosa que tenga que ver con lo que ellos consideran que es la defensa del españolismo, o la idea misma de España, les molesta».
Esa última reflexión del profesor universitario catalán anima a preguntarse si la supresión de ese premio tiene que ver con el empeño de la izquierda en eliminar símbolos puramente españoles, que asocian a una derecha rancia, y si existe un paralelismo entre esa decisión y la prohibición de corridas de toros en Cataluña. Savater contesta a ambas cuestiones con «dos rotundos síes». Boadella también, y lo razona: «La izquierda ha dado ínfulas a todas las ideas y formas que descomponen la unidad y la igualdad de los ciudadanos españoles. Llevan mucho tiempo tratando de desmontar el sentido que teníamos de nación española. Es obvio que la tauromaquia forma parte de esta imagen, pues es lo primero que un extranjero identifica con la esencia de España. El repudio a los toros por parte del nacionalismo catalán tuvo dos claras motivaciones, el odio a todo lo que representa España, empezando por la lengua, y una exaltación desmesurada del animalismo para mostrar lo salvaje de la cultura española. Hay que reconocerles en ello un éxito total: en los años 50 Barcelona era la primera plaza del mundo y ahora no existe una sola corrida. También han conseguido exportar la desmesura animalista en la legislación del Estado a unos puntos de ridiculez insultante para el ser humano». Para Ovejero, «el paralelismo [entre la prohibición de las corridas de toros en Cataluña y la eliminación del premio] está claro. La razón última, y no podemos engañarnos, tiene que ver con algo que se vincula a la historia de España y a una tradición cultural sin duda española, singular, aunque, por supuesto, se ha extendido a otros países».
En cualquier caso, tres presidentes de comunidades autónomas han anunciado que crearán sus propios premios de tauromaquia, el socialista García-Page (Castilla-La Mancha) y las populares Ayuso (Madrid) y María Guardiola (Extremadura). La «fiesta nacional» seguirá, pues, vivísima y coleando. Pese a que a Urtasun no le guste y le retire el laurel y el parné.