ru24.pro
World News in Spanish
Май
2024

¿Cómo comprender y llevarse bien con adolescentes? Un neuroeducador da las claves

0

“Pensamos que ya casi son adultos, pero los tratamos como si fuesen niños y no son ninguno de los dos: son adolescentes y están en una etapa crucial de la vida en la que se preguntan quiénes son y quiénes quieren llegar a ser”.

Así describe el neuroeducador David Bueno la etapa de la adolescencia que muchas veces es incomprendida y señalada solo por “la rebeldía” que la caracteriza. De los y las adolescentes se espera que obedezcan “ciegamente, señala, aun cuando están formando su propio criterio de la vida y descubriendo lo que les gusta y lo que sienten”.

Bueno, autor de los libros El cerebro adolescente y Educa tu cerebro, empezó en el mundo de la Neurogenética y gracias a su experiencia en educación unió ambos campos de conocimiento y se convirtió en neuroeducador. Desde esa óptica, ha estudiado las etapas que van desde el nacimiento hasta la juventud.

“Hace tiempo me focalicé en adolescentes, para mí es la etapa más olvidada de la vida”, comentó el investigador de la sección de Genética Biomédica, Evolutiva y del Desarrollo de la Universidad de Barcelona.

‘Un profesor que no domina la ortografía, no puede esperar respeto’, dice catedrática sueca

Durante su última visita a Costa Rica, en la que ofreció una serie de charlas en Kamuk School, el doctor David Bueno conversó con La Nación acerca de esas claves para comprender, entender y sobre todo, respetar a las personas adolescentes.

“La adolescencia es una época fascinante. Como adultos tenemos que aprender a disfrutarla junto a nuestros hijos e hijas. Debe ser una época disfrutada tanto por los adolescentes como por su entorno”, aseguró Bueno, de 58 años, y quien ha trabajado como asesor en temas de neuroeducación con la International Bureau of Education de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

-¿Por qué estudiar el cerebro de las personas adolescentes?

– Están en una etapa donde sus emociones están a flor de piel, una etapa en la que debemos acompañarles para que lleguen a ser esos adultos que quieran ser.

– ¿Cuáles han sido los hallazgos más importantes al estudiar el cerebro de los adolescentes y qué recomienda a los adultos después de estos descubrimientos?

– Destacaría como hallazgos las emociones muy activas y al mismo tiempo que la capacidad para gestionar sus estados emocionales disminuyen. A nivel educativo, esto implica que los adultos les apoyemos emocionalmente. Tenemos que ayudarles a que se hagan buenas preguntas para que ellos las respondan, no responder nosotros.

“Cuando un adolescente responde sus propias preguntas, se activa la zona del cerebro estriado, una zona que genera recompensa y nos hace sentir a gusto. Esto les estimula a hacerse buenas preguntas para seguir creciendo. Cuando los adultos respondemos a todas sus preguntas, no les estamos educando y enseñando”.

– Basado en sus estudios, experiencia y en su libro El cerebro del adolescente, ¿cómo podemos entender mejor a los adolescentes para que sientan que están siendo respetados?

– Creo que es imposible llegar a entenderlos completamente. Más que intentar comprenderlos, lo importante es estar a su lado. Hacernos presentes y que nos encuentren cuando nos necesiten.

“Si intentamos entenderlo todo, es fácil que nos preocupemos más de la cuenta. La adolescencia actual es diferente a la nuestra. Nosotros fuimos rebeldes, pero ahora es diferente porque el mundo es diferente: el contexto social, cultural y tecnológico es diferente. La forma que tienen de mostrar rebeldía es diferente, por eso no podemos entender. Si confiamos en ellos y les mostramos apoyo, no hará falta entender todo”.

– Hablando de la llamada rebeldía, ¿cómo es posible acompañarles en esta etapa?

– Debe haber rebeldía. Los adultos no lo saben llevar bien. La rebeldía no es nada más que el intento de buscar su sitio en el mundo, cuestionar lo que han hecho desde que son niños, para encontrar sitio en el mundo de los adultos. Cuestionar es romper los límites que han tenido y eso se interpreta como rebeldía. Un buen adolescente debe ser rebelde siempre que no pase los límites de su seguridad personal y del entorno.

‘Más que comprar computadoras, hay que invertir en conseguir mejores profesores’, afirma académica sueca

– La confianza es vital en todas las relaciones. ¿Qué tan flexible se debe ser como padre y madre y cómo lograrlo sin sentir que se pierde autoridad?

– Hay que confiar en los hijos e hijas, aunque hagan cosas que a los padres no les gustan, siempre les podemos reconducir, pero jamás hay que perder la confianza. La confianza se contagia. Si confío en ellos, ellos confiarán en mí. Será más fácil que busquen ayuda en mí cuando confío en ellos. Cuando tengan un problema real me buscarán, pero si no hay confianza, entonces lo buscarán en otras personas que pueden ser malas influencias.

– ¿Qué consejos puede compartir para llevarse mejor con los adolescentes?

– No hay que forzar las situaciones. Por ejemplo: cuando son niños y niñas, si están en su habitación jugando o leyendo, abrimos la puerta y entramos directo y eso no les molesta. Eso jamás hay que hacerlo con un adolescente que está descubriendo su intimidad. Si queremos entrar, debemos llamar a su puerta. Hay que tratarlos como queremos que nos traten; como adultos no entramos a un despacho de un compañero sin tocar.

“Cuando queramos hablar con ellos, es mejor hacerlo cuando estén relajados, o si no, las emociones pueden estallar. Todos los seres humanos merecemos respeto, y a los adolescentes hay que aplicárselo como a personas adultas, que es en lo que se están convirtiendo.

“A veces puede costar, los vemos como niños y niñas que dependen, pero que obedezcan ciegamente, es señal de que no están madurando. Deben hacer cuestionamientos”.

- ¿Cómo recomienda abordarles con respecto al estudio y uso de la tecnología?

– Debemos ser un buen ejemplo para ellos. Aunque a veces hacen lo contrario de lo que hacemos, en el fondo terminarán imitando.

“¿Queremos que estudien más, pero no nos ven formándonos, leyendo o trabajando en casa? Si no nos ven haciéndolo, cómo vamos a pedirles que estudien si no somos un buen ejemplo. Debemos hacer y vivir lo que queremos que vivan.

“Si pedimos que cierren su celular y nos ven todo el día con el celular, ¿qué ejemplo estamos dando?”