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Апрель
2024

Crítica de "Rivales": una teoría del tenis como objeto de deseo ★★★★

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Lees en la ficha eso de «drama deportivo», «tenis» y «romance» y, antes de ver «Rivales», se te cae el alma al piso. Lo bueno es que también señala que el director se llama Luca Guadagnino, un tipo siciliano, caliente, brillante, acostumbrado a imbuir de inteligentes cargas eróticas a sus filmes porque de otra forma no los entiende. («Call me by your name», «Cegados por el sol») y a profundizar en esos mismos personajes hasta que les duele el alma tras el sexo. Bien, y comienza la película ambientada en el competitivo mundo profesional de dicho juego, o de cualquiera, al cineasta francamente creo que le daba igual que fuera piragüismo, y, pronto, se notan las diferencias entre el estimable filme «Borg McEnroe.

La película» o la mediocre «El método Williams», porque «Rivales» traspasa muy pronto la red y se sumerge de lleno en un triángulo amoroso que, francamente, ni Bertolucci en sus mejores tiempos. Tashi (Zendaya, delgadísima, una líder que adopta el papel masculino convencional cuando le interesa y porque es sumamente libre fuera y dentro de la cama), carismática jugadora que debe pasar a la sección pasiva de entrenamiento tras un accidente en la pista, consigue transformar a su marido, Art (Mike Faist, la temperatura sigue subiendo), en un campeón de Grand Slam.

Tras una racha de derrotas, Tashi le inscribe en un torneo Challenger, de menor nivel, poca cosa, en el que debe enfrentarse a Patrick (Josh O’Connor, el joven príncipe Carlos de la serie «The Crown», el termómetro estalla), ex novio de Tashi y antiguo mejor amigo de Art. A través de unos, en principio, atropellados «flashs backs» –luego el orden temporal se entiende–, vamos comprendiendo la película, más allá de las raquetas, del sudor (hay muchísimo sudor, sobre todo, al final, como cuando te acuestas con alguien y eres aún joven), de una banda sonora portentosa, reiterativa, estridente, para comprender esta codependencia tan mortífera como devota, tan frívola como profunda. Match point, la partida está ganada.

Lo mejor: apuesten lo que quieran, pero estamos ante la película más sinceramente erótica del año

Lo peor: a veces la banda sonora «suena» demasiado y opaca las imágenes