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Апрель
2024

Con los pantalones puestos y bien arriba: súmate a la elegancia del talle alto

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Se vio rodeada de decenas de hombres en una sala cerrada y cayó en la cuenta de que era el bicho raro en todos los sentidos. “Sólo yo llevaba pantalones”. Ocurrió hace poco más de diez años en el Vaticano. Lucetta Scaraffia recibió un save the date de Benedicto XVI para que participara en el Sínodo de los Obispos, un foro donde portadores de mitras y báculos le hacen un retouche a la Iglesia de arriba abajo para no quedarse demodé. Ahí se plantó la historiadora italiana en el día y la hora previstos, con su plan renove bajo el brazo. Y descubrió que todos sus compañeros de filas iban en faldas, esto es, con su sotana episcopal a la medida. Y ella, la mujer, libre de enaguas y corsés. Nunca desveló si eran jeans o bombachos. Pero, a la vista está, que los llevaba y los lleva bien puestos. Los pantalones. A buen seguro que eran de talle alto, porque la tipa se conoce y sabe que esos centímetros de más que se ganan por encima de la cintura, empoderan lo necesario para elevar la autoridad unos cuantos centímetros y dirigirse sin titubeos a unos interlocutores a los que todavía les cuesta mirar de tú a tú a las hijas de Eva.

Pues bien, hay que tomar nota, porque esta primavera toca hacerse un Lucetta. Para pisar con aplomo enfundadas en unos high waisted, más elevados que nunca. Hasta cubrir el costillar y quedarse a la linde del pecho. Para entendernos, como un traje de luces. O mejor, al modo campero. A lo rejoneador. A modo fajín, pero sin fajín. Eso sí, vete tú a saber si en la sombra se precisa de faja para que aquello no abombe sino que estilice. Así es el imprescindible de esta primavera-verano. Con esta premisa, hagan juego con tejidos, patrones y combinaciones varias de look. Pero no se ignore bajo ningún concepto porque no hay firma que se tenga por trendy que no haya colgado en sus perchas de temporada el tiro alto de sastrería. Sin temor alguno al plisado ni a las pinzas.

Podría intuirse, por tanto, un hartazgo del ultra skinny, esto es, de los joggings, para retomar cortes más clásicos, con la pernera ancha como declinación recomendable para masculinizarse lo justo. Eso sí, sin encorsetar y garantizando comodidad pragmática y dar movimiento a la tela para aguantar del amanecer al ocaso como si nada. Ya se encarga de otorgar la formalidad o la rebeldía todo lo demás. Lo mismo cabe una camiseta sin mangas que una camisa fresca o un top. Elegir entre taconazo, bota militar o sneakers también habla de trabajo, afterwork o finde. Y de las intenciones de quien los porta.

Jonathan Anderson ha dibujado para Loewe una mujer sin titubeos, con tejidos sólidos en colores neutros que saben a algodón y que algo huelen a invierno. A la zaga le sique Armani, con unos pantalones minimalistas ceñidos en una suave franela de lana virgen, igual en gris nubarrón que en ‘grisoscurocasinegro’. Nicolas Ghesquière, lo mismo se mueve entre los 50 que en los 80, para que toda aquella que suba el talle por obra y gracia de Louis Vuitton pueda dejarse llevar por unos tirantes, como intentando parecerse a auditor inmobiliario declinado en nerd, pero sin serlo. Con más rebeldía se presentan las propuestas de Alaïa, que apuesta por la libertad absoluta con pantalones oversize para que nadie pueda poner, ni siquiera vislumbrar, las cartucheras. El clasicismo entendido como apuesta segura, que no aburrida, lo aportan Chanel y Ralph Lauren, donde nada sobra ni nada se echa de menos. Hermès contribuye a la causa con su cintura ceñidísima que rompe con unos arreglos en forma de paper-bag. Pero, sobre todo, brilla Saint Laurent, con un Anthony Vaccarello que huye de toda estridencia y tira de la simplicidad que siempre le funciona al lujo: sencillez en el corte que se compensa de la mano de un cinturón con personalidad y transparencias por arriba.

Si llega a esta tendencia con menos saldo en la cuenta corriente que Kim Kardashian tras la Feria de Extensiones de Pelo Natural de Milwaukee, eche mano como sea del low cost en las segundas rebajas, pero no intente estirar los pantalones para arriba hasta hacerlos sobaqueros a la manera de Julián Muñoz. Mejor acabe con sus números rojos, salde sus deudas y amortice el talle bajo que le queda y absténgase de imitar a Steve Urkel.

Dicho esto, consejo para cinéfilas. Toca perderse un rato por la filmoteca de Woody Allen hasta dar con Annie Hall. A la par que (re) descubren el clímax del romanticismo sin ñoñerías ni kleenex con olor a ozonopino, no se me queden atrapadas sólo en la escena de la langosta. Ejercicio de informática nivel usuario: Copiar y pegar. A clonar el look de Diane Keaton prenda a prenda, con sus chinos amplificados por delante. Sumen la camisa blanca, el chaleco negro y la corbata. Déjense imbuir por el espíritu de la reina de la bohème de Manhattan para empoderarse. Porque el estilo no lo otorga plantarse en la 5th Avenue con la 57th para poder recrearse en el escaparate de Bergdorf Goodman o tener que empujar un carro de Mercadona por el pasillo de las conservas de verduras. La dignidad la da el talle. Alto.