Injustificable ataque de Irán
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En la madrugada del pasado domingo, Irán ejecutó un injustificable ataque contra el territorio israelí sirviéndose de una estrategia y una tecnología similar a las empleadas por Putin contra los ucranianos. Alrededor de 170 drones y 120 misiles fueron lanzados de forma simultánea desde la República Islámica, Líbano, Irak, Siria y Yemen. Se cumplía así la amenaza con que los iraníes prometieron responder al ataque selectivo de su anexo consular en Damasco. Esta ofensiva inaceptable representa una escalada notable en la lista de agresiones indirectas de Irán contra Israel y Occidente. Atentar contra territorio israelí de una forma tan masiva nos recuerda la intolerable amenaza existencial a la que el Estado de Israel está sometido desde su fundación. El ataque iraní, sin embargo, sólo puede interpretarse como un fracaso. A falta de que trasciendan nuevos detalles, Israel y sus aliados han sido capaces de interceptar el 99 por ciento de los artefactos lanzados. Ningún dron llegó a rebasar la frontera y el escudo defensivo israelí sólo fue superado por algunos misiles balísticos de largo alcance que causaron daños menores en la base de Nevatim. El éxito defensivo de Israel contó con la ayuda de EE.UU., Reino Unido, Arabia Saudí y también Jordania, que cerró su espacio aéreo para poder repeler los ataques. Este ataque frustrado delata al régimen iraní pero expresa, también, el acierto en la política defensiva de Israel y de sus aliados. Estos dos hechos deberían bastar para intentar calibrar la gravedad de la circunstancia y para responder con la precisión y responsabilidad debidas. La legitimidad israelí se fundamenta no sólo en el origen de su Estado, sino en su calidad democrática y en el respeto de las leyes de la guerra. La desmesura y los errores cometidos en la franja de Gaza deberían servir para recordar a Netanyahu que su crédito no es infinito y que la proporcionalidad es la base del Derecho Internacional Humanitario. Con este nuevo ataque, se abre una posibilidad cierta para recuperar ese crédito perdido. Irán ha perpetrado una acción atroz que apenas podrá servir como propaganda interna, ya que su torpeza militar se ha puesto de manifiesto con este ataque fracasado. En el caso de que la violencia siguiera ascendiendo a través de respuestas mal mesuradas, el injustificable ataque de Irán podría acabar desembocando en un conflicto de mucha mayor intensidad. La rotundidad y la eficacia de una defensa se mide por sus resultados e Israel debe hacerse consciente de su propio éxito. Mención aparte merece la actitud ejemplar de los aliados que han colaborado con lealtad en la defensa del territorio israelí. Más allá de los países que han intervenido de forma directa, la práctica totalidad de las democracias occidentales han reprobado sin matices el injustificado ataque iraní. En la nómina de excepciones destacó Pedro Sánchez, quien en su primera reacción calificó este ataque en la red social X como un «acontecimiento», sin especificar el origen de la agresión, aunque luego lo enmendara. La frivolidad cosmética con la que el presidente del Gobierno se desenvuelve en este conflicto demuestra un sesgo partidista contrario al de gran parte de nuestros aliados. Más allá del desdoro que su actitud supone para Israel, Sánchez olvida que Irán es un enemigo del orden occidental y, por ende, de España. Lo prioritario ahora es que se imponga la prudencia, que Israel recupere la seguridad de sus fronteras y que este ataque no sea el origen de una escalada que nos lleve a un escenario que nadie desea.