Óscar Freire o cuando al arcoíris lo eclipsó una extraña avería
El primer, y único, clasicómano español del siglo XX fue Miguel Poblet, ganador de dos Milán-San Remo a finales de los cincuenta. Desde entonces hasta los albores de nuevo milenio, el desierto en las carreras de un día, incluido el Mundial de fondo en carretera que sólo vio coronado a un representante nacional, Abraham Olano, en 1995 en Duitama (Colombia). Y todo el mundo pensaba que aquello era una raya en el agua hasta que cuatro años después, en 1999, un fenómeno irrumpió en Verona. Un jovencísimo Óscar Freire conquistó el maillot arcoíris en un grupeto al que sometió al esprint: Ullrich, Casagrande, Vandenbroucke, Camenzind y Konishev, entre otros, claudicaron ante el cántabro.
Freire se construyó un palmarés descomunal, siempre en pruebas de una jornada como las que designaban al campeón olímpico, competición que en Atlanta 96 se había abierto a las estrellas del ciclismo profesional (Induráin y Olano firmaron un doblete en la contrarreloj). Tres títulos mundiales, otras tantas victorias en San Remo, un par de Gante-Wevelgem, París-Tours o la Flecha Brabanzona, entre otras carreras de prestigio, lo certificaron como uno de los francotiradores más certeros del pelotón. Tenía por delante todo el tiempo del mundo para colgarse una medalla en los Juegos. Pero falló tres veces.
Recién coronado en Verona y pocas semanas antes de ser bronce en el Mundial de Plouay, Óscar Freire lideraba en Sídney 2000 al poderoso quinteto español: Juan Carlos Domínguez, Abraham Olano, Santos González y Miguel Ángel Martín Perdiguero trabajarían para él en un circuito ideal para sus características, llano con una subida –el nombre de Colina Bronte le venía grande a aquel repecho– cerca de meta. Pero el ciclista de Torrelavega sufrió el percance más raro de su carrera: el cuentakilómetros le falló y, cuando Jan Ullrich rompió la carrera con dos compañeros de Telekom, junto al kazajo Vinokurov y al también alemán Klöden coparon el podio, creía que quedaba una vuelta más. Acabó en una triste decimoséptima plaza.
Freire, mientras se sumaba a la hermandad de tricampeones del mundo en la que figuran leyendas como "La Gioconda" Binda o "El Caníbal" Merckx, participó también en Atenas 2004, donde se fue al suelo en las primeras vueltas y ahí directo a los boxes. Su tercera y última participación olímpica, Pekín 2008, fue histórica porque Samuel Sánchez ganó la medalla de oro. El cántabro tampoco terminó la carrera, pero cooperó para el triunfo español en un quinteto de auténtico lujo en el que el campeón era, paradójicamente, el de palmarés menos granado: corrieron para él Alejandro Valverde y dos ganadores del Tour como Alberto Contador y Carlos Sastre.
Su último gran año fue 2010, cuando volvió a ganar la Milán-San Remo y cerró la temporada con el triunfo en la París-Tours. Todavía corrió otros cursos en profesionales, ya veterano y muy machacado por las lesiones, en los que levantó los brazos menos que de costumbre. En 2016, dio rienda suelta al rally, su otra gran pasión, y participó como piloto en el Campeonato de España.