Cambia, todo cambia
El Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), para la gran mayoría de las personas, la querida institución pública que fue capaz de llevar la energía hasta los lugares más recónditos del país, fue creciendo según nuestras necesidades.
Construyó plantas hidroeléctricas utilizando nuestra enorme cantidad de agua y configuró una red de distribución energética nacional conectada con la red centroamericana, promoviendo gran desarrollo social y económico. Nuestros padres fueron visionarios, gente que se atrevió a pensar en el futuro y actuar con conocimiento y confianza.
Frente al cambio climático que se presagiaba para el “siglo siguiente”, el ICE tomó previsiones y amplió su red de energía hídrica. Llegamos a ser el primer país de América en tener energía totalmente sostenible. Simultáneamente, cuidamos el agua y recuperamos la cobertura boscosa gracias al pago de servicios ambientales.
Sin embargo, repentinamente, vino el oscurantismo en el Estado y dejamos de pensar. Si ya habíamos solucionado los problema y alcanzado un bienestar generalizado, no era preciso modificar nada, y las palabras “planificación y cambio” se sacaron del diccionario tanto del ICE cuanto de muchas instituciones públicas.
Cambio climático
Llegamos al “siglo siguiente” y empezamos a sufrir el esperado cambio climático; el ICE no tiene suficiente agua para llenar sus embalses y ha debido comprar enormes cantidades de energía térmica para satisfacer la demanda.
Lo increíble es que se la ha comprado a Panamá a precios altos, pudiendo haberla adquirido limpia y a precios mucho menores a los productores nacionales, que vieron frustrados sus proyectos y tuvieron que cerrarlos.
Todo lo anterior, porque aún subsistía el prurito de pensar que si se compra algún servicio con recursos públicos a la empresa privada se está privatizando el servicio. Y nosotros, borregos, pagamos los costos, como siempre.
Este año, nos preciamos de tener la flota de vehículos eléctricos más grande de América. Y no precisamente porque sean más bonitos ni más baratos, sino porque nos hemos comprometido con el futuro de nuestra descendencia y procuramos paliar el cambio climático de la mejor manera posible, ante la inamovilidad de nuestros gobiernos, incapaces de proveernos de transporte público adecuado y moderno.
Se nos anuncia que el agua será más escasa precisamente por el cambio climático, que sabíamos desde hace treinta años que sobrevendría. Y el ICE anuncia que para suplir la demanda energética seguirá comprando energía fósil a Panamá este y los próximos años, e invertirá en la construcción de una planta “a filo de agua”, que trabajará con la utilizada por el Reventazón (si es que el Reventazón se llena).
Recientemente, se modificó la ley para permitir que la empresa privada produzca y venda energía al ICE, pero entiendo que aún persisten limitaciones que no existen en el caso de la compra de energía fósil a Panamá.
Estamos a tiempo
No obstante, aún hay tiempo de proceder rápidamente en el campo energético. Para ello es preciso entender que una relación público-privada no es un pecado mortal, y menos cuando la falta de fuentes de empleo nos ahoga y estamos tratando de atraer a las empresas tecnológicas que aprovechen el nearshoring con los Estados Unidos para exportar tecnología de punta desde Costa Rica.
Ya es hora de despertar de nuestro sueño romántico, y darnos cuenta de que vivimos en el siglo XXI, que nuestra democracia necesita arreglo, que igualmente lo necesita nuestra educación y nuestra infraestructura… y que si seguimos en Babia replicaremos el modelo de Nicolás Maduro o de Daniel Ortega.
Es hora de entender lo que dijo Heráclito hace más de dos mil años y lo ha cantado Mercedes Sosa en toda Latinoamérica: cambia, todo cambia.
Es hora de conocer la realidad actual para proceder correctamente hacia nuestras permanentes metas que no son renunciables: una sociedad mejor para todos.
Pero para ello debemos entender que para llegar a Roma debemos construir de inmediato autopistas, en vez de seguir usando las antiguas carreteras porque fueron construidas por nuestros queridos próceres y no se tocan.
La autora es filósofa y fue defensora adjunta de los habitantes y alcaldesa de Alajuela.