Costalero, ahora sí
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Él sabía que algún día, un Domingo de Ramos , un Miércoles Santo, se acabaría la impaciencia acumulada desde niño por sentir lo que es una levantá, por arriar los zancos, por fundirse con el crujido de la madera. Jugaba a rachear por el pasillo con Tres Caídas o Cigarreras rompiendo el silencio de la casa entre volutas infinitas de cornetas acompasadas. Una toalla le servía como costal y se empapaba de tutoriales en internet para enrollar la morcilla con truco, dejando los pliegues hacia afuera, sin dobleces en la frente. Se fajaba como podía con una bufanda vieja de su padre. Y se tiraba de la visera hacia la nariz para esconder sus ojos, sacar su pecho de niño,... Ver Más