Viernes de Dolores en Córdoba, el consuelo eterno ante la Virgen
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Podrán cambiar los ojos y el corazón del que a sus pies se postra, pero Ella no. El pueblo de Córdoba reeditó las estampas de tradición y fervor a la Virgen, con las inconfundibles colas ante la puerta del santuario , y el regreso de los besos, las oraciones y la entrega de ramos de flores a su Madre. El Viernes de Dolores nació entre el perfumes de azahar de los naranjos, con las primeras colgaduras en los balcones de las calles y en la plaza de Capuchinos que asistirán pronto a las procesiones, entre multitudes. Importantes fueron los que estaban presentes, pero también los ausentes , los impedidos, los enfermos, los que estaban allí espiritualmente y su calor llegaba también a los pies de María, pero que sólo podrían estarlo de corazón y le rogaban salud. El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández , les dedicó a ellos sus palabras iniciales y subrayó después «el matiz mariano » que tiene aparejada la Semana Santa de Córdoba por gozar de este preludio tan personal ante la Virgen. Deseó que la vivencia de los Días Santos sean plenos contemplando el misterio de Jesucristo. Fue durante su homilía de la fiesta de regla de la hermandad de los Dolores , celebrada en la iglesia hospital de San Jacinto, hoy santuario que acoge la devoción infinita de los cordobeses hacia esta imagen hasta que la noche esté bien entrada. Lo resumió muy bien el prelado: la advocación de los Dolores tiene un gran atractivo para los devotos porque «¿quién no tendrá algún dolor?», se preguntaba. Ante Ella puso «el dolor de todos los cordobeses: por situaciones de trabajo, de convivencia o enfermedad». Tuvo cálidas palabras para los mayores que residen en esta casa, para las religiosas que los cuidan. El obispo, que también se arrodillló ante Ella como tantos y tantos cordobeses lo van a hacer por su día durante toda la jornada, animó a los devotos a que no pase ni un solo día del año sin que se le dediquen a un beso a quien sufrió los dolores de su hijo, Jesucristo. La misa, con los cantos del Orfeón Cajasur, estuvo concelebrada por el vicario general, Jesús Daniel Alonso; el rector del santuario , Manuel María Hinojosa; y el delegado para las cofradías, Pedro Soldado. Entre las autoridades que acudieron, el presidente del Parlamento de Andalucía, el alcalde de Córdoba, el presidente de la Diputación y la presidenta de la Agrupación de Cofradías. «Preciosa, está preciosa ». Lo comentaban unas señoras susurrando en las últimas bandas del templo mientras la admiraban enjoyada y majestuosa, adornada con su inconfundible friso de rosas blancas. Había muchas personas mayores, pero también jóvenes que perpetuaban la tradición. A muy pocos metros de este templo María Santísima de la Paz y Esperanza recibió en la iglesia de Capuchinos las muestras de fervor de otras tantas multitudes desde primera hora de la mañana. Su tocado de lamé de plata francés y encaje de plata, de 1920, daba brillo a la escena de blancura y juventud que siempre derrocha Ella. Azahares en la peana, una cruz de esmeraldas verde Esperanza sobre su pecho y la rama de olivo en la mano izquierda como desee de Paz en estos tiempos convulsos. La gente no sólo besaba, sino que se agarraba a su mano pidiendo consuelo ante la adversidad, muchos ojos con lágrimas a punto de saltar de la emoción hacían indescriptibles estos momentos de cercanía con la Virgen, que quedan guardados en la memoria futura. El obispo bendice el nuevo llamador del palio de la Virgen de los Ángeles, este Viernes de Dolores Hermandad Císter Bendición El nuevo llamador del palio El nuevo llamador del palio de la Virgen de los Ángeles en sus Misterios Dolorosos recibió este Viernes de Dolores la bendición del obispo, en la nave de los pasos de Capuchinos, donde aguardaba también el Señor de la Sangre sobre las andas en las que irá en vía crucis por la noche. El llamador, con proyecto de Gonzalo Navarro Ambrojo, tiene la ejecución de la orfebrería en plata del cordobés Jesús de Julián, y el esmalte de la artista sevillana Clara López. La obra, concebida como un arco del triunfo, tiene dentro el esmalte con la miniatura de la Porciúncula, que es la iglesia de Asís en la que San Francisco de Asís comenzó su labor.