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Март
2024

La pastilla que imita los efectos del ejercicio seguramente no te libre de ir al gimnasio

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Uno de los retos más complicados de la comunicación científica es distinguir entre la ciencia y la ciencia ficción, lo que es real en este momento, y lo que podrá ser en un futuro próximo. Cuando un grupo de investigación anuncia que un fármaco podría sustituir el ejercicio físico, existe siempre la tentación de hacer creer que una simple pastilla nos liberará de la necesidad de sudar para estar sanos. 

La buena noticia es que, en efecto, se han producido grandes avances en los llamados fármacos miméticos del ejercicio en los últimos años. La mala noticia es que esta pastilla todavía no existe y, aunque se desarrolle en el futuro, no está claro que nos pueda librar de hacer ejercicio.

En la sociedad moderna no nos movemos lo suficiente. Se calcula que 11 millones de personas en España no hace ejercicio nunca y, de media, pasan casi seis horas al día sentadas en una silla. Esto tiene consecuencias muy graves para la salud. 

Por un lado, sabemos que el sedentarismo causa o empeora las enfermedades crónicas más comunes: diabetes, obesidad, enfermedades cardiovasculares, hipertensión, osteoporosis, depresión, determinados tipos de cáncer y enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, entre otras. Por otro, también está demostrado que el ejercicio previene y mejora todos estos trastornos y, por si fuera poco, contribuye a quemar grasa y ganar o mantener masa muscular. 

Por desgracia, no todo el mundo quiere hacer ejercicio y, lo que es más importante, hay personas que no pueden. Cuando las personas envejecen, o bien sufren cáncer, obesidad mórbida o determinadas afecciones genéticas, pierden la capacidad de hacer una actividad física regular. Si conocemos los mecanismos químicos por los que el ejercicio mejora la salud, ¿es posible reproducir químicamente los efectos del ejercicio para ayudarlas?

La investigación en fármacos miméticos del ejercicio tiene ya varias décadas. Los avances en biología molecular han permitido descubrir algunos de los mecanismos que explican por qué el ejercicio es tan beneficioso, y por qué la falta de ejercicio causa tantos daños. La clave está dentro de las células, en las mitocondrias.

Las mitocondrias son unos orgánulos en el interior de casi todas las células del cuerpo (los glóbulos rojos son una excepción). Se encargan de producir energía química para todas las funciones de la célula en forma de la molécula ATP (adenosín trifosfato), llamada la 'divisa energética' del organismo.

Estas 'baterías' celulares, además, se reducen o multiplican, dependiendo de las necesidades de energía del cuerpo. Cuando nuestro cuerpo necesita más energía, un sistema exquisitamente complejo de regulación hace que las células adquieran nuevas mitocondrias. Es lo que ocurre en las fibras musculares cuando hacemos ejercicio, especialmente ejercicio intenso.

"Sabemos que tiene que ver con con el músculo esquelético", explica el doctor Antonio Zorzano, catedrático de bioquímica y biología molecular de la Universidad de Barcelona y director del Grupo de Investigación de Enfermedades Metabólicas Complejas y Mitocondrias. "Si comparas a dos personas de la misma edad, del mismo sexo, con una ingesta de calorías parecida, pero una hace ejercicio y la otra no, la que hace ejercicio tiene hasta el doble de mitocondrias en sus células", aclara. 

El estudio presentado este mes en la reunión de la Sociedad Química Estadounidense (ACS) por el investigador Bahaa Elgendy y su equipo de la Universidad de Washington, se centra en un compuesto llamado SLU-PP-332 que es capaz de activar la génesis de nuevas mitocondrias, actuando sobre el mecanismo que activa el ejercicio. De ahí el título de su presentación: Ejercicio en una pastilla.

Cuando tenemos pocas mitocondrias, o las que tenemos funcionan mal, empiezan los problemas. "La disfunción mitocondrial, que es así como se llama, en la que las mitocondrias no funcionan bien, y hay demasiada formación de especies reactivas de oxígeno, se asocia con enfermedades metabólicas, enfermedades hepáticas, el envejecimiento, enfermedades neurodegenerativas, prácticamente todas las principales enfermedades que nos azotan como especie", afirma el doctor Zorzano.

Curiosamente, para reforzar nuestras mitocondrias y generar nuevas tenemos que pasarlo mal. El ejercicio es una fuente de estrés puntual que estimula la renovación y el crecimiento de las mitocondrias, pero no es lo único. Por ejemplo, el ayuno intermitente protege a las mitocondrias en el cerebro, el hígado y los músculos, y también funcionan otras formas de estrés ambiental positivo, como las bajas temperaturas. La biogénesis mitocondrial va acompañada no sólo de variaciones en el número, sino también en el tamaño y la masa.

Al contrario, si le damos a nuestro cuerpo más energía de la que necesita, por ejemplo, con una dieta alta en azúcar y grasa, y, sobre todo, si dejamos de movernos y hacer esfuerzos físicos, las mitocondrias se reducen tanto en número como en capacidad para generar energía.

Los fármacos que imitan procesos químicos en el organismo no son nuevos. El famoso medicamento Ozempic (semaglutida) también es un mimético. Imita la hormona GLP-1 que se libera en el tracto gastrointestinal en respuesta a la ingesta de alimentos, por lo que hace que disminuya el apetito y ralentiza la digestión. Pero también tiene sus propios inconvenientes y efectos secundarios.

La investigación con los miméticos del ejercicio se ha centrado en una serie de proteínas que activan en las células los genes que hacen que aumente el número de mitocondrias. Hasta hace poco, estos medicamentos se centraban en una proteína llamada AMPK, que activa la biogénesis de mitocondrias, y otros como la metformina.

La investigación presentada este mes actúa en su lugar sobre unos receptores en el núcleo de las células llamados ERR (receptores relacionados con estrógenos) que a pesar de su nombre no tienen que ver con las hormonas femeninas, y en su lugar regulan el metabolismo y la biogénesis de las mitocondrias, entre otras cosas.

La molécula estudiada SLU-PP-332 es un agonista, es decir, encaja como una llave en un cerrojo en estos receptores, arrancando el proceso de creación de nuevas mitocondrias. El experimento se realizó sobre ratones obesos a los que se había inducido síndrome metabólico. Los efectos fueron muy prometedores: aumento del metabolismo y de la quema de grasa corporal y mejora en la sensibilidad a la insulina. En otras palabras, los ratones experimentaron los mismos efectos de haber hecho ejercicio aeróbico.

El siguiente paso sería la fase de experimentación con seres humanos, pero que estos efectos se puedan reproducir en personas todavía está por ver. "Es muy interesante", dice el doctor Zorzano. "Son agonistas de esos receptores que están implicados efectivamente en la expresión de un montón de genes mitocondriales. Otra cosa es hasta dónde puede llegarse con ello". Según el profesor, "el ejercicio es algo muy natural, y tiene unos efectos globales, desde el músculo esquelético al sistema cardiovascular y al al cerebro. Aún no sabemos mucho acerca de cuáles son los mecanismos que se activan".

"No podemos sustituir el ejercicio; el ejercicio es importante a todos los niveles", afirma Bahaa Elgendy, investigador principal del estudio en el comunicado. "Si puedo hacer ejercicio, debería seguir adelante y realizar la actividad física. Pero hay muchos casos en los que se necesita un sustituto".

El incentivo económico para fabricar la píldora del ejercicio es enorme, ya que un medicamento patentado de estas características podría hacer ganar miles de millones a una compañía farmacéutica. Como ya ocurrió con la semaglutida, es posible que su comercialización llegue pronto. Mientras tanto, "yo sugeriría a la gente que sigan moviéndose, porque el moverse tiene el éxito asegurado", concluye el doctor Zorzano.

*Darío Pescador es editor y director de la revista Quo y autor del libro Tu mejor yo publicado por Oberon.