Un renovado Perera y un soberbio Daniel Luque se llevan el festival de Écija
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A las cuatro menos diez minutos de la tarde , una hora y un bocadillo después de salir de las instalaciones de Pineda, llegamos a Écija. El cronista y una ocasional conductora, tan veloz en su generosa función que no dio opción a rematar la primera crónica de la mañana. La segunda debía ser de la ciudad de las torres, del sol y del coso de Pinichi. Era el reencuentro con una plaza que, cualquiera lo diría, hace poco más de un año estuvo a punto de ser declarada en ruina . Que fue sacada a flote gracias al meritorio empeño de un grupo de aficionados locales que, entre presiones al Ayuntamiento y esfuerzos personales, le han recuperado todo su esplendor. Más resplandeciente si cabe desde la perspectiva personal tras el paso previo por una incomodísima plaza portátil. Después del insólito césped de Pineda, la alfombra de albero astigitana destellaba con brillos de Domingo de Resurrección. Festival taurino benéfico de Écija Coso de Pinichi. Miércoles, 28 de febrero de 2024. Día de Andalucía. Más de tres cuartos de aforo. Se lidiaron toros de Buenavista y un eral Fermín Bohórquez. La corrida fue complicada en líneas generales, aunque destacó la profundidad y buen estilo del segundo y la boyantía del cuarto. Diego Urdiales, estocada caída (dos orejas). Miguel Ángel Perera, pinchazo y estocada (dos orejas). Cayetano, estocada (oreja). Daniel Luque, estocada tras aviso ( dos orejas y rabo). Juan Ortega, media estocada y estocada (oreja). Ángel Jiménez, estocada (dos orejas). Esteban Molina, dos orejas. Un poco antes que el cronista había llegado Daniel Luque , que se despidió envuelto en sangre de Pineda y apareció luciendo una reluciente chaquetilla blanca en Écija. El doblete del torero de Gerena era uno de los grandes atractivos del festejo, como la comparecencia de Juan Ortega , cuyo viento de cola arrastró a numerosos aficionados de las que podrían considerarse sus dos tierras natales: Sevilla y Córdoba . En una nació y en la otra se hizo torero. A medio camino de ambas capitales convocó a la afición, que, para ser honestos, no confiaba en que la gran faena de la tarde, a excepción de Luque, fuera la de un renovado Miguel Ángel Perera , pleno de lucidez y naturalidad ante uno de los mejores toros de Buenavista. Había embarcado Clotilde Calvo una corrida de toros fuerte, escalonada e intermitente. Con más complicaciones que aciertos. Tanto fue así que el 'tuerto' de este ciego encierro fue rey. El cuarto, casi indultado tras los alentadores vítores de su criadora, exaltada en primera fila de barrera. Que terminó desolada cuando Daniel Luque enterró el acero en todo el hoyo de las agujas. Era la mejor rúbrica para una soberbia labor, de menos a más, que no mereció ser estropeada por un injustificado indult o –por lo lejos que estuvo de la excelencia–, sólo frenado por la coherencia y buen criterio del presidente del festejo , que a punto estuvo de terminar en un escándalo público por los alborotadores. Pero vayamos por partes. Como decíamos, el contraste entre los dos cosos taurinos de la jornada era palmario. Y por consiguiente, el contenido artístico. Aunque Diego Urdiales no atraviesa el mejor momento de su carrera, era una raya en el agua. Aunque efímero y leve, reconfortante. Había otro estilo en la embestida del coloradito, ya sobre una firme capa de albero. Tuvo cadencia en su apertura, redondo entre cambios de manos y pases por alto. Siguió una muy buena tanda por la diestra , que fue el lado por el que se acopló, menos confiado a izquierdas. El burraco segundo, muy bien presentado, cantó con profundidad su clase en el capote. Despacito Perera , que ganó en vibración cuando inició el último tercio entre estatuarios a una mano y pases cambiados. Está fino el extremeño, más natural en sus movimientos. Suelto, cómodo… llámenlo como quieran. Milimétrico en sus toques, toreó por la diestra con el talento de sus mejores años. Y bordó su planteamiento con la zurda, afianzando los primeros envites hasta, arropado por su innegable valor , caer la muleta al servicio del toreo. Una faena de cotas muy altas, aunque ensombrecida por las reolinas finales. Después de haber toreado de esa manera, ¿había necesidad? Aun así, el balance final fue indudablemente positivo para el torero. Como positiva fue la imagen de Daniel Luque, que se había mostrado atorado por la mañana ante un incierto y difícil toro de Murube –sin fijeza y poca entrega, de los que no cantan el peligro en los tendidos–, y que fue recuperando y creciendo su imagen conforme ligaba medias verónicas tras un arrollado recibo. Se templaba el afinado toro de Clotilde Calvo conforme caía Luque el percal en sus remates, templándose también el torero. La faena terminó como empezó, entre series genuflexas en redondo. DL fue creciendo su expresión, cada vez más sutil en los toques . Bordado en los pases de pecho, como en el resto de remates, muy cantados por los tendidos. Lo que es indiscutible es que el de Gerena atraviesa, además de un buen momento profesional, la etapa más carismática de su carrera . La manera en la que el público respondió a su entrega no dejó dudas. Tendrá que aprovecharlo. Fue lo más interesante de un intermitente festival, como intermitentes fueron los toros de Clotilde Calvo. Complicados en los turnos del valiente aunque indefenso Cayetano Rivera Ordóñez , el apesadumbrado Juan Ortega y el poco placeado Ángel Jiménez . En el dulce momento que atraviesa Juan Ortega, un festival con tan poca armonía en su presentación se antoja como un tiro en el pie. Tratándose de un torero que se preocupa y cuida los detalles mejor que ningún otro –sacando de la ecuación a Morante–, conviene que empiecen a cuidarle con el mismo esmero la parcela del campo .