Tarde de circo

El disfraz de adulto pesa demasiado. Se van llenando los bolsillos y alargando las solapas. Una vez cumplidos los cuarenta hay pocos lugares donde poder dejarlo colgado junto al abrigo sin que piensen que esta vez sí que sí perdiste la cabeza. Uno de esos escasos espacios de libertad donde todos sonreímos igual sin importar la edad es el circo. Por eso arrastro a mi mujer a todos los que pasan por Valladolid en una de esas extravagancias que asumió paciente al decir «sí quiero». El sábado estuvimos en un circo del que hoy solo queda una explanada huérfana de carpa y caravanas. Porque el circo tiene que ser efímero si desea encapsular la alegría.«Simplemente está ahí, cuando ayer no... Ver Más