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Февраль
2024

El “lujo” de usar espejuelos en Cuba 

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"Aquí lo que no hay es vergüenza", dice una entrevistada, molesta por la falta de espejuelos en las ópticas cubanas

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LA HABANA, Cuba. – “Un cristal de mis espejuelos está roto. Es bifocal y en las ópticas del Gobierno no hay, pero en un taller particular cuesta 3.000 pesos y no puedo pagarlo. Sin espejuelos no veo bien y perdí las esperanzas de que algún día los pueda arreglar”, dice Carlos Leyva Alayo, un anciano cuya pensión mensual de 1.570 pesos apenas cubre sus gastos básicos.

Hace más de cuatro años hay déficit de espejuelos en Cuba, confirmaron a CubaNet trabajadores de la Empresa de Farmacias y Ópticas de Holguín. En estos establecimientos estatales no hay armaduras ni cristales; su personal solo se dedica a reparar espejuelos y a vender productos ajenos a su objeto social. 

Donde antes se colgaban armaduras, ahora se ven clavos empotrados como indicador de la aguda crisis que atraviesa el país.

Sin embargo, en el mercado informal ha proliferado la venta de espejuelos importados, pero con baja calidad y a precios inaccesibles para la mayoría de los cubanos.

Estela Barreras Pérez necesita espejuelos. Un parásito transmitido por un gato le cegó el ojo derecho y le redujo la visión del izquierdo. “Estoy obligada a usar espejuelos, pero no tengo el dinero que me piden. Tendría que estar un año ahorrando sin gastar en nada, que eso es imposible porque hay necesidades fundamentales como comer”, lamenta Barreras Pérez.

Venta de espejuelos en el mercado informal
Venta de espejuelos en el mercado informal (Foto: CubaNet)

Por otro lado, la graduación de los espejuelos de Zoila Terrero Barnet está vencida y necesita comprar unos nuevos. “Ya con estos no veo bien, me siento más mal con espejuelos que sin ellos”, se queja la señora, que con la nueva receta a menudo visita la óptica y sale desilusionada. “Ya perdí las esperanzas, llevo en esto varios meses y no hay venta de armaduras ni de cristales”, dice.

A Lourdes Gordillo Machado le ha ido peor. Después de pagar 1.000 pesos en el mercado informal por unos espejuelos no los ha podido usar. “Me graduaron mal la vista y con los espejuelos que compré en la calle no veo bien. De nada valió el sacrificio para reunir el dinero”, lamenta la señora, cuya calidad de vida ha disminuido. “No puedo leer, ni ver nada en la televisión que tenga subtítulos porque no veo borroso”, dice.

Previendo el riesgo de una errónea refracción ocular, Pedro Rosales García tiene su propio método para no fallar a la hora de comprar. “Pruebo diferentes espejuelos y compro con el que pueda leer bien las letras pequeñas de un comprobante del consumo de la corriente de la Empresa Eléctrica”.

El déficit de cristales y armaduras en las ópticas estatales es solo uno de los síntomas de la crisis que afecta a Cuba. “El dinero para la importación de estos productos el Gobierno lo está destinando a la compra de alimentos en el extranjero por su incapacidad de producirlos en el país”, dijo a CubaNet ―bajo condición de anonimato por temor a represalias― un empleado de la Empresa de Farmacias y Ópticas en Holguín.

Para subsistir, estos establecimientos estatales han cambiado su objeto social y ahora sus ingresos provienen de la venta de detergentes líquidos, banquetas plásticas, fregasuelos y gel antibacterial, entre otros productos similares.

Venta de detergente y otros productos en una óptica de Holguín
Venta de detergente y otros productos de higiene en una óptica de Holguín (Foto: CubaNet)

El mercado informal, que se abastece de los espejuelos que importan los cubanos de diferentes países, ha aliviado la crisis. “En los puntos de venta estatales no hay armaduras ni cristales. Los que venden en la calle son importados de Haití, Panamá y de otros lugares donde los compran por cantidades”, asegura Rigoberto Aguilera Ruiz.

En el extranjero, estos productos son comprados baratos y después vendidos a altos precios en Cuba. Generalmente, estos son de baja calidad y muy frágiles. “Los espejuelos que venden en la calle son malos; la armadura se rompe fácilmente. Este es el quinto par de espejuelos que compro en 500 pesos y ya se me rompió. No sirven”, dice Débora Batista Pérez.

Una experiencia semejante sufrió Roger Luis González Traba. “Los míos me costaron 450 pesos y se los compré a un vendedor privado. Son de mala calidad. Tengo un motón de estos rotos porque las armaduras se parten”, dice González mientras sostiene en la mano los espejuelos con una pata rota.

Más lamentable es el caso de Dora Díaz Rodríguez: los espejuelos que le pidió prestados a la vecina para hacer un trámite se rompieron y tiene que reponérselos por unos nuevos. “Son unos espejuelos que trajeron del extranjero y mi vecina los compró en la calle. Tengo que conseguir lo antes posible unos nuevos con esta graduación. Es un gasto que no tenía previsto”, dice Díaz Rodríguez.

En los talleres de las ópticas se brinda el servicio de reparación simple que incluye apretar o poner un tornillo, cambiar los cristales de una armadura rota y enderezar las patas. Son trabajos simples que tienen una gran demanda. “No hay espejuelos, entonces hay que estar reparándolos”, dice María Luisa Ponce Hernández, que culpa a la falta de gestión e insensibilidad del Gobierno para resolver el problema. 

“Aquí lo que no hay es vergüenza porque vaya por ahí para que vea como los particulares tienen de todo. Con el dinero puedes comprar unos espejuelos nuevos. Los que no tenemos dinero tenemos que venir aquí al taller a repararlos para poder limpiar el arroz”, termina.

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