La cíclica historia de las sequías
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«En el verano de 1992, cuando España se dividía entre los que dormían la siesta y los que esperaban que Miguel Induráin ganase el tour de Francia por segunda vez, en mi pueblo, Terrinches , seguíamos pensando en el agua y en casi nada más. El agua que no llegaba; el agua que nos expulsaría si seguía escaseando«. Por aquel entonces quien escribe esta reflexión tenía tan sólo cinco años y, pese a su edad, todas esas situaciones dejaron una profunda huella en su memoria. Tanto que ahora ha convertido el agua, o más bien la escasez del agua, en el tema principal de su vida y obra. Virginia Mendoza (1987) nació en Valdepeñas, creció en Terrinches y fue al instituto en el lugar de La Mancha del que Cervantes no quisiera acordarse. Una comarca acostumbrada a periodos prolongados de sequía -etimológicamente «tierra seca» en árabe-, de los que da cuenta esta periodista y antropóloga ciudadrealeña en su nueva obra, 'La sed' (Debate), un ensayo sobre el papel que ha jugado la falta de agua en nuestro devenir como especie, nuestras mitologías y nuestra forma de ver el mundo . Desde bien pequeña, según cuenta, el líquido elemento «se convirtió en un misterio que durante un tiempo apenas aparecía con la ayuda de camiones cisternas y de las manos de mi abuelo Norberto». Noticia Relacionada estandar No Los 20 años de trabajo en el yacimiento de Castillejo del Bonete, recogidos en una página web ABC Impulsada por el equipo investigador, la página se alojará en el portal de la Universidad Complutense de Madrid e informará sobre este monumento funerario declarado Bien de Interés Cultural y, como novedad, se presentan recreaciones virtuales No en vano, su libro comienza con un episodio de sequía que se vivió justo cuando ella acababa de nacer, durante el verano de 1987, en otro municipio cercano, Villanueva de la Fuente , donde una finca de maíz de casi 1.000 hectáreas del duque del Infantado y otras grandes explotaciones ganaderas esquilmaron el acuífero 24 o del Campo de Montiel, dejando sin agua a miles de vecinos de los pueblos de alrededor. Esa fue la gota que colmó el vaso, nunca mejor dicho, ya que esa situación derivó en fuertes protestas de los paisanos que, al grito de «¡Tenemos sed!» y «Queremos nuestra agua», consiguieron que al final la Justicia les diera la razón. Esa ha sido siempre la eterna lucha del agua, la que enfrenta a los que ven en esta materia prima una fuente inagotable y los que tienen que luchar por ella o se ven obligados a migrar y desplazarse miles de kilómetros para poder subsistir, desde la Prehistoria hasta nuestros días. « La guerra de Umma-Lagash es el primer conflicto de esas características del que tenemos constancia y, aunque no fue exactamente por el agua, se considera la primera guerra del agua porque se dio por una tierra especialmente fértil. La primera querella escrita que figura en la Península Ibérica habla también de un conflicto por el agua. Hasta hace poco a los bosquimanos no se les permitía acceder a su propio pozo mientras en su tierra se permitía construir piscinas en complejos turísticos. Por eso hablo de sed, porque no somos marionetas del clima: detrás de una sequía o junto a ella siempre hay algo más, que a menudo es alguien más«, afirma Mendoza. Parte de la 'Estela de los buitres', con la que es considerada la primera formación de batalla de la historia Museo del Louvre de París Según apunta en su libro en base a un informe de la ONU, la sequía ha matado a 650.000 personas en los últimos 50 años y ha dejado unos 700 millones de desplazados o «sitimigrantes» , como ella los llama, tan sólo en 2023. «Hasta ahora se creía que habíamos salido de África en momentos templados y húmedos en los que se abrían corredores verdes que permitían el desplazamiento entre épocas más áridas. Estudios más recientes empiezan a apuntar hacia lo contrario y parece que están ganando peso», desvela la investigadora. De hecho, destaca que una de esas investigaciones plantea la hipótesis de la «hidrorefugia», que habla de la posibilidad de que saliésemos de África siguiendo manantiales . A su juicio, «ese no es el primer momento en el que se cree que fuimos siguiendo ríos. También se piensa así en relación con nuestros antepasados en la Península Ibérica, que pudieron convertir los ríos en corredores naturales para sus desplazamientos cuando quizá tenían un campamento base y campamentos temporales estacionales ligados a la obtención de recursos. Somos agua en busca de agua». En este sentido, llama la atención que, pese a su historia de sequía, La Mancha fuera el lugar en el que se creara la primera sociedad hidráulica del continente europeo hace más de 4.000 años, como se conoce a la Cultura de las Motillas , estructuras construidas para extraer agua subterránea. Las más significativas son la del Azuer o la del Acequión, pero hay unas cuarenta repartidas por todo el territorio manchego, que fueron ideadas por los sabios de aquella época, al más puro estilo de Russel Crowe dando vida a Joshua O'Connor en la película 'El maestro del agua', que tanto ha marcado a Virginia Mendoza . Vista aérea de La Motilla del Azuer, en Daimiel (Ciudad Real) ABC Una sabiduría que ha pasado de generación en generación hasta los antepasados de la autora de 'La sed', que es algo así como una heredera de esa civilización. «Es muy curioso que el centro ceremonial de la Cultura de las Motillas -señala- esté en la misma loma en la que mi abuelo tenía sus olivos (olivas, en mi pueblo), apenas a seiscientos metros del yacimiento de Castillejo del Bonete . Me gusta pensar que en algún momento aquella gente de la Edad del Bronce pudo buscar o dar también con esa vena de agua que a mi abuelo le llegaba a la huerta, que era en realidad poco más que un hilillo en una cueva que fueron abriendo sus antepasados durante generaciones«. Para intentar dar solución a esa escasez de agua se construyó un elevado número de embalses y pantanos en España durante el siglo XX, desde las primeras décadas hasta mediados del mismo, en la que fue considerada por algunos «la mayor campaña publicitaria del régimen franquista», e incluso hasta la actualidad. Un tema que la periodista y antropóloga ya trató de manera amplia en su anterior libro, 'Detendrán mi río' (Libros del KO, 2021), en el que explica cómo la construcción de grandes presas ha desarraigado a millones de personas en el mundo rural español , donde se estima que han desaparecido bajo el agua cientos de pueblos e innumerables huertas habitadas, hoy olvidadas. Embalse de la Fuensanta, en Yeste (Albacete), donde en 1936 murieron 19 personas en una revuelta campesina al quedar anegadas sus tierras de cultivo Alba Foto «Mi labor es ir más allá -manifiesta-, buscar qué no se contó, buscar a la gente que lo vivió y que lo hizo en silencio y, si lo quiere contar, escuchar y compartir sus testimonios antes de que se pierdan para que no olvidemos gracias a quiénes tenemos agua en casa realmente. Los nombres de esas personas, de sus pueblos, merecen figurar junto a cada embalse o un monumento nacional. Y si en sus testimonios hay dolor, si hubo violencia, si me hablan de ancianos que murieron de pena o se suicidaron porque no soportaron ese desarraigo, si me hablan de cómo no han podido olvidar que dinamitaran su casa ante sus ojos siendo niños, eso es lo que cuento. No siempre es el qué en relación con los embalses, a veces es el cómo». Y si 'La sed' comenzaba con una revuelta por la escasez de agua en La Mancha, también termina con otro hecho relacionado con ese tema que tiene igualmente a esta tierra como protagonista. Allí, según narra la autora, «a raíz de la construcción del embalse de la Fuensanta (Albacete) y de un reparto injusto de la tierra que quedó emergida en 1933, que abocó a los campesinos a la miseria por esa combinación de sed y caciquismo, hubo un enfrentamiento entre éstos y agentes de la Guardia Civil en Yeste que se saldó con la muerte de diecinueve personas en 1936 «. Un suceso que ocurrió en los días previos al golpe de Estado que derivó en la Guerra Civil y que, para algunos historiadores, fue su detonante. Quizá, la conclusión es que los ciclos de la Historia son los del agua o, más bien, los de la escasez del agua.