Lenguaje y legitimidad
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La capacidad del lenguaje de conformar la percepción de la realidad se ha puesto de manifiesto de manera crítica en los últimos años. No han sido pocos los intentos de controlar el relato vigente sobre un problema o una situación a través de la resignificación de términos. A ello se refiere el lector Santiago Herrero a raíz de la noticia publicada el 4 de febrero sobre el triunfo del Sinn Féin en Irlanda del Norte , en la que se menciona que Michelle O'Neill, nueva ministra principal, es hija de un «prisionero político del IRA». Sobre esta expresión, el señor Herrero advierte que «no es así, y un diario como ABC, indudablemente comprometido con las víctimas del terrorismo no puede consentirlo. La Sra. O'Neill será hija de una persona condenada por terrorismo u otros delitos análogos, pero no de un preso político o de conciencia. En Reino Unido no existen los presos políticos, como tampoco en España. ¿Qué pasaría si en la prensa extranjera apareciera como 'prisionero político' un terrorista nacionalista vasco o del Grapo, por ejemplo?». La primera reacción de la corresponsal en Londres de ABC, Ivannia Salazar, es reconocer que el lector tiene razón, ya que «efectivamente no se trata de un prisionero político», y achaca el error a varios posibles motivos, entre los que no descarta la prisa y la acumulación de temas y trabajos, aunque reconoce que nada de eso «es una justificación». Reconoce también como positivo que «los lectores de información sobre Irlanda del Norte son casi especialistas», lo que les hace particularmente críticos ante cualquier error o matiz. Salazar explica que «el contexto británico en el que vivo y trabajo es más moderado, y los términos que se usan no tienen un significado tan fuerte», como pone de manifiesto que, por ejemplo «la BBC no llama terroristas a los miembros de Hamás ni a los de ETA». Por ello, «estar imbuida en este contexto también ha podido influir en la elección del término». Salazar reconoce que, como corresponsal, tiene una perspectiva privilegiada que le permite abordar «la realidad del país en el que vivo de una manera menos apasionada que un periodista local», pero al mismo tiempo, y siempre pensando en el lector del periódico, debe ejercer la doble labor de «traducir el contexto político y el emocional» de lo que sucede, para que quien lo lea se pueda hacer cargo con más exactitud de lo que se relata. Y asume que, en este caso, el uso de esta expresión no ha ayudado a su correcta comprensión, y se ha corregido en la edición digital . Como resalta Florencio Domínguez, investigador y director del Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo, el término ' preso político ' ha sido siempre muy «conflictivo en España y se ha combatido su uso desde la política y el periodismo», ya que es el «término utilizado por los propios terroristas en su búsqueda por dotar de legitimidad a sus acciones». Y recuerda que Amnistía Internacional apoya y defiende a los «presos de conciencia, aquellos que están perseguidos por razones políticas o religiosas», pero excluye de esta categoría a quienes «han recurrido o abogado por la violencia». Sobre la queja concreta del lector, está de acuerdo en que es un uso erróneo, y reconoce haber visto en otras coberturas informativas referirse al padre de O'Neill como «prisionero, buscando dar una imagen de víctima de una injusticia del sistema». El lenguaje es una realidad viva que debe responder de manera adecuada a los cambios sociales, en la medida en que ayuda a construir una imagen de lo propio y lo común. En el caso de términos que apuntan a relatos alternativos que, como es el caso, no respetan los derechos humanos y la convivencia, hay que ser particularmente cuidadoso para evitar trasladar una concepción errónea de la realidad, que implica además a las víctimas reales. La doble traducción que realiza un corresponsal, política y emocional, a la que en ocasiones también se suma la idiomática, es un ejercicio particularmente sensible. Este riesgo también acecha a la Redacción en su conjunto, que debe ser muy pulcra en el uso de aquellos términos que están en el centro de batallas culturales que aspiran a modificar la realidad.