Fallece el obispo emérito de San Sebastián Juan María Uriarte, que en su día intentó la mediación entre el Gobierno y ETA
El obispo emérito de San Sebastián Juan María Uriarte ha fallecido este sábado en el hospital Basurto de Bilbao, donde se encontraba ingresado tras haber sufrido el pasado domingo un ictus, según ha informado en redes sociales el obispo de San Sebastián, Fernando Prado. Tal y como informa Pedro Ontoso en 'El Correo', monseñor Uriarte, 'Juanmari' para casi todos los que le conocían y frecuentaban, no fue obispo titular de Bilbao, pero sí fue el líder efectivo de la Iglesia vizcaína. El funeral será este lunes a la cinco en la Basílica de Begoña, según ha informado la Diócesis de Bilbao. Uriarte nació en Fruniz, Vizcaya, el 7 de junio de 1933 y fue ordenado sacerdote el 28 de julio de 1957. Era el tercero de una familia de cuatro hermanos. Licenciado en Teología por la Universidad Pontificia de Comillas y en Psicología por la Universidad de Lovaina, fue formador en el Seminario Menor de Bilbao, así como Director Espiritual del Seminario Mayor de Bilbao (1963-70). Juan María Uriarte fue nombrado Obispo Auxiliar de Bilbao el 17 de septiembre de 1976 y consagrado Obispo el 11 de octubre de ese mismo año y luego Obispo de Zamora el 17 de octubre de 1991. Nombrado Obispo de San Sebastián el 13 de enero de 2000, en sustitución de José María Setién, tomó posesión el 27 de febrero de ese mismo año, diócesis de la que estuvo al frente hasta 2010. En 2009 le había sido aceptada la renuncia por razones de edad. Código Desktop Fallece Mons. Juan María Uriarte, obispo emérito de San Sebastián e Ilustre de Bizkaia https://t.co/y9DAQeodoC— Bilboko Elizbarrutia (@DiocesisBilbao)
February 17, 2024
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«Descanse en Paz este siervo fiel de Dios. Toda mi admiración y gratitud a quien ha sido desde mi juventud un verdadero Padre, hermano y amigo, imagen preclara del Buen Pastor. ¡Hasta el cielo!», ha añadido Fernando Prado en su mensaje. Se le recuerda también por su lucha incansable por encontrar una vía de diálogo en el País Vasco en los años de plomo del terrorismo. Su voz tuvo gran influencia en esta comunidad, tanto en lo eclesial como en lo político, en unos momentos muy turbulentos y convulsos. Mediador entre el Gobierno y ETA Cabe recordar su homilía del día de la festividad del Corpus de 1980, en junio, cuando condenó el terrorismo y demandó de los grupos políticos e instituciones públicas menos palabras de condena y más movilización de recursos humanos y populares. Al año siguiente, en septiembre de 1981, volvió a condenar tanto el terrorismo de ETA como determinadas respuestas a esta organización y habló de «tortura». Participó en numerosos foros e impartió conferencias y seminarios con reiterados llamamientos al diálogo. Procurar la paz fue su «tarea incansable». Alentó el movimiento pacifista, germen de Gesto por la Paz y fue un encendido defensor de crear condiciones para el diálogo, lo que le llevó a apoyar a Elkarri y Lokarri. Esta inquietud le convirtió en el primer obispo en participar en una manifestación contra ETA . Fue en 1982, cuando una marcha recorrió las calles de Bilbao en repulsa por el asesinato de José María Ryan, ingeniero de la central nuclear de Lemoiz. Otra de sus denuncias tuvo lugar en diciembre de 1984, cuando dijo que organizaciones cercanas a ETA utilizaban habitualmente el tráfico de drogas , y anunció el paso a la acción de los obispos vascos para atajar el problema de la droga. Pero quizá la más polémica de sus declaraciones tuvo lugar cuando, el 10 de enero de 1991, hizo pública la carta pastoral «Hermanos y amigos de los presos» en la que denunciaba las condiciones de las cárceles que se encontraban «por debajo» de los requisitos exigidos por las leyes. Además, esta pastoral fue duramente criticada por los sindicatos de la Policía, por el calificativo de 'presos políticos' hacia los miembros encarcelados de ETA. Uriarte desempeñó un papel de mediador entre el Gobierno y ETA durante la tregua que mantuvo la organización terrorista entre 1998 y 1999. Fue durante ese momento en el que la sociedad vasca creyó que se abría una ventana de buen tiempo para la paz. Uriarte, con la ayuda de Joseba Segura, actual obispo de Bilbao, mantuvo contactos con la izquierda abertzale para que ETA se sentara en una mesa a hablar. El Vaticano, a quien Uriarte ha mantenido informado de sus actividades con decenas de informes, bendijo la iniciativa. Hubo reuniones en Zamora, Burgos y Vizcaya hasta que, por fin, las conversaciones se sustanciaron en un encuentro máximo fuera de España. A finales de noviembre de 1998 se entrevistó con Jokin Etxeberrria, considerado como el lugarteniente del número dos de la organización, Mikel Albizu, Antza. Un mes después fue el encargado de transmitir a ETA la disposición del Ejecutivo a mantener una primera reunión, y en los primeros meses de 1999 intervino en los preparativos de la reunión que mantuvieron los interlocutores de ETA y del Gobierno en mayo de 1999 en Zúrich (Suiza). Tras este encuentro, en agosto de 1999, la Policía francesa detuvo a Exteberría y ETA emitió un comunicado en el que consideraba agotada la vía de mediación llevada a cabo por Uriarte, al creer que éste había sido objeto de seguimientos por parte de la Policía. El propio Uriarte expresó entonces su malestar por esa posible vigilancia, que fue negada por el Ministerio del Interior. Juan María Uriarte fue también el encargado de trasladar a ETA la respuesta del Gobierno al comunicado enviado por la banda en octubre de 1999. MÁS INFORMACIÓN noticia No Cómo la tierra se traga cada año a cientos de personas con sus casas y nadie hace nada noticia No Una choza de adobe, arcos, flechas y niños sin escolarizar: así viven 'los cavernícolas de Corinto' La mano de Uriarte, dueño de una pluma ágil y clara, se vio en muchos de los comunicados de condena de la cúpula episcopal, pero aquello también le granjeó algunos enemigos. Uno de los episodios más controvertidos fue su plante ante algunos documentos en los que se relacionaba terrorismo y nacionalismo, advirtiendo a los fieles que no se trataba de magisterio de la Iglesia y, por lo tanto, no eran de obligado acatamiento. Frente a un sector de obispos que defendían la unidad de España como «bien moral», Uriarte siempre quiso dejar claro que el nacionalismo no era moralmente condenable. Con su muerte desaparece una de las figuras más destacadas de la Iglesia vasca de los últimos cincuenta años.