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Февраль
2024

Helena Rojo y la belleza de ciertas estatuas

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IMi anecdotario con Helena Rojo (1944-2024) tiene varios capítulos. Empiezo con el día que la entrevisté por teléfono para hablar de su participación en la obra Bajo cero, de la dramaturga británica Bryony Lavery, que en 2011 se presentó en el teatro Libanés de la Ciudad de México y en giras relámpago por el interior de la República.Como es lógico, ella quería hablar de esa puesta en escena, pero yo estaba más interesado en saber cómo fue que el director alemán Werner Herzog la eligió para participar en la cinta Aguirre, la ira de Dios (1972). Fue amable y así respondió: “El productor peruano Daniel Camino tenía fotos mías y se las mostró a Herzog; ellos estaban en contacto porque la película se filmó en la selva de Perú”.¿Dónde conoció a Werner Herzog (El enigma de Kaspar Hauser, Fitzcarraldo, Nosferatu)? “En México. Él quería hacer una coproducción de Aguirre aquí, pero no lo logró; para que veas qué listos somos. Entonces, yo me quedé en el aire, igual que muchos otros actores. Ya estando él en Perú, me preguntó si aún estaba interesada en el proyecto. Yo dije: ‘¡Por supuesto que sí!’. Parece que luego nos va mejor cuando nos contratan por afuera, somos muy malinchistas”.Le pregunté si acaso no fue un acto irresponsable de su parte haber trabajado en la inhóspita selva peruana: “Sí, seguramente, pero estaba muy joven. Siempre me gustó explorar nuevas experiencias y la selva me encantó. De vez en cuando es bueno afrontar peligros, que sí los hubo. En esta profesión de locos siempre hay riesgos. Hasta en Hollywood, donde hay tanto presupuesto, Nicole Kidman se fractura las costillas, imagínate lo que puede pasar en un río de Sudamérica”.Aguirre, la ira de Dios está incluida en la lista de las cien películas más importantes de la historia, según la revista Time, y la encabeza gracias al orden alfabético. Ahí aparece Helena Rojo, de 27 años, con una belleza deslumbrante. Interpreta el papel de la mestiza Inés de Atienza, amante del español Pedro de Ursúa (Ruy Guerra), quien ha sido designado por el conquistador Gonzalo Pizarro para encontrar El Dorado, mítico territorio lleno de oro en los barrizales del río Amazonas.Un enloquecido Lope de Aguirre (Klaus Kinski), se rebela contra Ursúa, ordena que lo ahorquen y toma el mando de las balsas donde viajan los invasores, quienes van cayendo víctimas de flechas lanzadas por indígenas desde tierra firme. Doña Inés no muere de esa manera, simplemente abandona la expedición y desaparece caminando entre el espeso follaje.Le pregunté a Helena Rojo si la belleza no solo abre puertas sino que también las cierra: “Definitivamente. Tal vez si tuviera rasgos más fuertes, hubiera tenido mucho más trabajo en el cine mexicano”.Le dije que su rostro es de los que nunca cansan al espectador y pregunté si a ella sí: “¡Me choco! Trato de verme lo menos posible. No tengo egoteca en mi casa, nada de fotos ni cuadros, todo lo tiene mi marido (Benjamín Fernández) en su estudio”.IICuando se estrenó la cinta Los cachorros (1973), los nombres de Helena Rojo y José Alonso lucieron durante varias semanas en la marquesina del ahora extinto cine Latino, en Paseo de la Reforma. Acerca de eso, comentó: “Yo no lo podía creer. Era una sensación muy rara, como que no era yo a la que anunciaban”. Por ese trabajo fue nominada al Ariel, pero no lo ganó. Sí lo obtuvo por Fin de fiesta (Mauricio Walerstein, 1972) y Misterio (Marcela Fernández Violante, 1981)IIILa obra Bajo cero, buen pretexto para hablar de teatro con ella, aborda el caso clínico de un pedófilo y asesino serial (Alejandro Camacho), quien es analizado por una psicóloga (Helena Rojo). Quise saber si una trama tan fuerte la afectaba personalmente o si podía marcar distancia: “Aunque quieras marcar distancia, las emociones están ahí, pasan muchas cosas en escena y no soy un robot. Eso sí, cuando acaba la función me quito al personaje y no me lo llevo a casa. Ya quedó atrás el proceso de ensayos y asimilación del personaje, que es cuando traes los textos en la cabeza todo el tiempo”.Le pregunté si el teatro es la mejor escuela de actuación: “Sí, por supuesto. Yo inicié en el cine, pero casi desde el principio también hice teatro. Hasta que no estás en el escenario empieza el verdadero aprendizaje, que nunca termina. En el teatro aprendes a derribar barreras”.¿Considera a su ex suegra Ofelia Guilmáin (madre de Juan Ferrara) como la mejor actriz de teatro en México durante la segunda mitad del siglo veinte? “Yo creo que sí. Es una lástima que las nuevas generaciones no hayan visto a ese portento de actriz, con ovaciones a mitad de la obra y la gente de pie”.Su opinión de la Guilmáin como persona: “Maravillosa, simpatiquísima, todo el tiempo con temas importantes en su plática. Yo siempre quería ir a tomar el cafecito con ella”. IVHelena Rojo nació en la Ciudad de México, inició su carrera en el modelaje y continuó en el cine como extra. Luego trabajó con directores variopintos como Arturo Ripstein (Foxtrot), Felipe Cazals (Aquellos años), Rafael Corkidi (Ángeles y querubines), Enrique Gómez Vadillo (Muerte ciega).Estudió actuación con Carlos Ancira y José Luis Ibáñez. Trabajó en El cartero, Pecado en la isla de las cabras, La ronda de las arpías, Cena de matrimonios y decenas de obras más.Participó en medio centenar de telenovelas como El privilegio de amar, Corazón salvaje, Mundo de fieras, Peregrina, Inocente de ti, Abrázame muy fuerte. Ganó varios premios TVyNovelas.VA finales de los años setenta, yo andaba en mi pueblo de Valle de Allende, Chihuahua, y en la radio escuché que Helena Rojo y Juan Ferrara se presentarían en un teatro de Parral. No recuerdo cuál fue la obra ni de qué trataba; era algo muy ligero, pero fue la primera vez que vi a la actriz en vivo y se me cayó la baba durante un par de horas.VIEn 1980, Gabriel Zaid publicó Asamblea de poetas jóvenes de México (Siglo XXI Editores). En una carta que llegó a mi casa, me pedían permiso para incluirme en ese libro y preguntaban si quería hacer algún cambio en el poema que habían elegido, publicado previamente en el suplemento La Semana de Bellas Artes. A vuelta de correo otorgué el permiso correspondiente y pedí que agregaran una dedicatoria: “Para Helena Rojo”. Lo extraño del caso es que esos versitos no tenían nada que ver con la actriz, pero quise dedicárselos nada más porque sí.VIIEn 2009 fui a Televisa San Ángel para entrevistar a la conductora de un programa matutino de esa empresa. Al terminar, con el afán de ver a Helena Rojo, me acerqué al foro donde se grababa una nueva versión de la telenovela Corazón salvaje.Los astros se alinearon porque ella estaba en un receso que aprovechó para salir a fumar. Portaba un elegante vestido azul, estilo siglo XIX, y un maquillaje muy profesional que la hacía ver hermosa a los 65 años. Me acerqué a platicar y le acepté un cigarro, sin importar que yo hubiera dejado de aspirar humo varios años atrás. Hasta le di el golpe y, afortunadamente, no tosí.Le comenté que la había visto actuar en Parral y que le dediqué un poema que no escribí para ella. Se carcajeó y con gran sencillez agradeció mis palabras. Para rematar, añadí que Eduardo Lizalde había escrito un poema que parecía hecho a su medida: “Bellísima”. A pesar de que es un texto muy breve, no pude recitarlo de memoria, pero le expliqué que el poeta se queja de la perfección de su musa (“si tuviera un defecto en algún sitio”) y que al final le dice: “desespera comprender / que la mutilación la haría más bella, / como a ciertas estatuas”.Aunque estaba acostumbrada a los halagos, se ruborizó y dijo que había trabajado con Enrique Lizalde, hermano del poeta, en la telenovela La venganza (1977).VIIIAl enterarme del reciente fallecimiento de Helena Rojo, lo primero que me vino a la mente fue la escena de Aguirre, la ira de Dios, en la que ella camina entre el follaje de la selva y desaparece para siempre.AQ