La desilusión invade al culé
Ha entrado el Barça en una fase en la que poco o nada interesa lo que hace y dice el presidente, y lo que dice y hace el entrenador. El discurso no está llegando porque entre otras cosas todo lo que se dice no cuadra con lo que se produce. La desilusión ocupa el lugar de la esperanza que motivó a muchos socios a entregar el club por segunda vez a Joan Laporta. La confianza o el crédito que se pedía para Xavi Hernández han sido sustituidos por la decepción y la incredulidad en un entrenador que parecía ser el ideal para saborear una nueva etapa exitosa. Poco parece importar que el equipo ande disfrazado de auténtico coladero defensivo, o que esté a diez puntos del liderato de la Liga, cuando hace tan solo unos días Laporta aseguraba que lo veía cada vez más cohesionado y más fuerte. Pero los resultados dan la espalda. La directiva tendría que darse cuenta que la masa social necesita un revulsivo inmediato, algo que permita volver a soñar, un estímulo que saque a la afición del desánimo.