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Февраль
2024

"Me contó sus infortunios y empaticé con la historia": la culpa y la vergüenza que sustentan las estafas del amor

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El mito del salvador es un hilo narrativo cuya adaptación a la vida cotidiana es totalmente factible porque, a veces, las películas se hacen realidad —¿o no es eso lo que nos han contado?—. Ese mito construye la figura de un hombre blanco occidental, aguerrido, heterosexual, cuya belleza es un aliciente que se convierte en cebo. Es uno de los relatos de la mitología patriarcal, y hay quienes se aprovechan de sus ficciones para crear sueños con apariencia de realidad. Estos son la argamasa con la que se construyen las estafas del amor o romance scam.

Durante las últimas semanas en los medios han aparecido diferentes casos que dejan de manifiesto que las estafas amorosas son un tipo de delito que están aumentando, y también su denuncia. Con esta visibilización de los casos también se accede a las características propias de quienes son víctimas de este tipo de delitos, y estás suele ser predominante mujeres de mediana edad que pasan por una situación vulnerable, pero ¿es siempre así? ¿Hay mujeres jóvenes que sufren este tipo de delitos?

Según el abogado Nicolás Marchal, director del departamento de seguridad y defensa de la Universidad de Nebrija, "ocurre algo muy curioso y es que en las estafas del amor no hay un perfil tipo. Es cierto que el perfil que más se suele dar es el de mujer sola, soltera o divorciada, esto no deja de lado que hay otras mujeres más jóvenes que también entran dentro de ese tipo de estafa. Esto va más con la persona que con la edad".

Otra de las cuestiones que parecen convertirse en un prejuicio es la relación con las nuevas tecnologías e Internet. Nicolás Marchal prosigue diciendo: "Es cierto que, de forma genérica, a mayor edad no se suele ser consciente del riesgo que hay en Internet, pero también nos está pasando que mujeres de menor edad, 20 años o veintipocos, se están encontrando con este tipo de estafa. Piensan que nunca les va a pasar a ellas, creyendo que solo ocurre en las películas".

Lo que en este tipo de casos toma relevancia, en muchas ocasiones, son los factores precipitantes y estados de vulnerabilidad que no dependen en muchas ocasiones tanto de la edad como de la situación en la que se encuentre la víctima. "Son determinantes connotaciones más a nivel de personalidad: personas que están en soledad no deseada, que no tienen núcleo de amistades con el que salir, que tienen ese deseo de tener una pareja o alguien que les escuche. Por ejemplo, en 2011, ya llevé el caso de una chica estafada de 26 años. Esto afecta a todas las edades", señala el especialista.

Instagram es una de las redes sociales más utilizadas por gente de entre 18 a 44 años, usuarios que son en un porcentaje mayor mujeres. En concreto, el 54,6% de los usuarios de Instagram en España son mujeres y el 45,4% restante son hombres, según datos de 2023 publicados en Statista. Para quienes utilizan esta red para como una especie de nuevo Tinder existen incluso guías para entender cuáles son los códigos para establecer relaciones sexoafectivas en dicha red social.

Los estafadores conocen este tipo de usos y de ellos se aprovechan, creando perfiles falsos que utilizan como cebo para captar a perfiles afines a sus objetivos. Esa experiencia fue la que vivió Miriam (pseudónimo), de 27 años, a través de Instagram el pasado verano. A través de esta plataforma recibió el mensaje de un chico desconocido que le resultó bastante atractivo: "Así que pensé, ¿por qué no? Le contesté y entablamos una conversación", comparte con elDiario.es. "Me contó que estaba haciendo el servicio militar en Alepo, Siria, y que había vivido muchos infortunios en la vida. Yo empaticé con la historia", cuenta Miriam.

El estafador previamente había conocido a Miriam a través de su perfil de Instagram. Según Nicolás Marchal, "buscan la huella digital de su víctima para garantizarse que reúnen ciertas características. En torno a unos tres o cuatro meses dan el paso del chantaje. Mientras tanto, han adquirido un personaje que se asemeja a su víctima; hobbies, lecturas, etc., y esta información está en Internet. A día de hoy todos tenemos una huella digital tremenda, ya que lo compartimos todo," comenta el especialista.

Y esta huella digital es la que crea una desigualdad crucial en la que el estafador tiene la iniciativa de abordarnos en nuestro día a día, creando un espacio en el que nuestra vulnerabilidad deja de serlo para convertirse en un valor sobre el que actúa.

Guillermo Fouce, doctor en psicología y profesor en la Universidad Complutense de Madrid, explica a elDiario.es que "la vulnerabilidad es un factor clave para que personas jóvenes también caigan en este tipo de estafas. Una vulnerabilidad entendida como la soledad no deseada, relacionada con el vacío existencial, la falta de relaciones sociales y gente que me pueda ayudar. La vulnerabilidad tiene que ver con haber pasado por un momento crítico en la vida, como el duelo por pareja. También tiene que ver con la condición física y la salud emocional". Según el especialista estas vulnerabilidades crean un terreno perfecto para la etapa inicial de este tipo de estafas, conocida como "bombardeo del amor" (del inglés love bombing). "Esto es algo que también hacen las sectas: de repente me halagan, me quieren, me acompañan, me dicen que soy maravilloso, que he tenido mala suerte, pero ahora irá bien".

Una vez que pasa esta etapa inicial es cuando el estafador pide algún tipo de favor a la persona con la que está manteniendo la relación. Miriam cuenta su caso: "La comunicación que tuve con él duró unas tres semanas. Al cabo de las dos semanas y media él quería enviarme un paquete desde Alepo con una suma de dinero bastante grande. El punto inicial de mi sospecha comenzó cuando me pidió 2.500 euros por los aranceles en la frontera". La perspicacia de Miriam le hizo no terminar de confiar en su estafador: "Empecé a no creerme del todo la novela cuando me repetía que era la única persona con la que contaba".

Medio año después de padecer la estafa en términos emocionales —no llegó a haber estafa económica en su caso—, cuando Miriam es preguntada por sus sentimientos al respecto cuenta que "en su momento puede que sintiera pena, porque emocionalmente llenó un vacío y la posibilidad, por mínima que fuera, de que fuera real. Aunque esto se acabó esfumando".

El psicólogo Guillermo Fouce apunta que "la culpa y la vergüenza son sentimientos añadidos y comunes en cualquier tipo de estafa o proceso de crisis porque, como seres humanos, necesitamos darle un sentido a lo que nos ha ocurrido, a algo que nos duele. Por eso tendemos a pensar 'qué he hecho yo para merecer esto', aunque sea irracional e ilógico". El abogado Nicolás Marchal explica que "existen sentimientos de culpa porque desde fuera se ve claro, pero cuando estás dentro y la relación es día tras día y te sientes escuchada pues llega un momento en el que todos los mecanismos de defensa que tenemos se desvanecen".

"Pueden sentir la misma vergüenza las personas jóvenes y las personas mayores, esto depende del perfil de la persona y del tipo de estafa", añade Fouce. Y apunta que las consecuencias psicológicas pueden ir más allá: "Caer en una estafa de estas no solo puede afectar a la percepción del mundo, también a la percepción amorosa y de las relaciones sociales".

La vergüenza es un elemento decisivo, uno de los factores por los que muchas víctimas terminan por no denunciar. "Al final no se denuncia porque cuando eres consciente de lo que ha pasado te sientes tan estúpido que dices 'es que se van a reír de mí'. Pero no se es culpable de caer en algo así. Al otro lado había una persona que te estaba manipulando. Todos, todos somos potenciales víctimas en un contexto ideal", argumenta Nicolás Marchal.

Uno de los consejos de los expertos en estos casos es tomar capturas de pantalla de los datos que se han compartido para facilitar el origen de la estafa, pero ¿existen herramientas concisas para atajar de raíz este tipo de delincuencia? "No hay una herramienta específica", aclara Nicolás Marchal, "se pone en conocimiento de las autoridades, se denuncia, y el problema es que es otra denuncia más. Es terrible. Y si la persona estafadora sabe más o menos cómo guardar el anonimato en Internet pues estamos totalmente vendidos. Hay que tener en cuenta que se pide dinero poco a poco y se llega incluso a cantidades de 60.000, 80.000 o 400.000 euros".

La vergüenza y la culpa no solo determinan el número de denuncias que se realizan, también la información que se comparte con la gente más allegada y el nivel de protección que pueden adquirir a través de la experiencia ajena. Miriam, a pesar de no denunciar sí se lo contó a su red de apoyo: "Yo sé lo conté a mis amigas más cercanas y una de ellas, al cabo de un mes, me envió una captura de pantalla con una petición de amistad del mismo chico con diferente nombre. Así que le dije a mi amiga que lo bloquease". Es entonces cuando entender que no hay un perfil determinante en este tipo de estafas adquiere una importancia decisiva.