Así funciona el botín electoral de la emigración: 500.000 votos que pueden decantar el color político de la Xunta
De las casi 2.700.000 personas llamadas a las urnas el 18F, prácticamente medio millón reside en el extranjero. Son los inscritos en el Censo de Residentes Ausentes (CERA), los gallegos del exterior, que alcanzan una cifra nunca vista en unas elecciones autonómicas, donde suman más votantes que las provincias de Lugo o Ourense. De esos 476.514, apenas 140.000 nacieron en Galicia. La gran mayoría son ya hijos o nietos de padres o abuelos que en la diáspora -o el exilio- mantuvieron la nacionalidad española y la transmitieron a sus descendientes, que ahora podrán decidir el gobierno de la Xunta sin necesidad de haber puesto nunca un pie en la comunidad.
El carácter emigrante del pueblo gallego hace que el número de residentes ausentes sea, de largo, el más elevado de las autonomías españolas. Si Galicia supone casi el 6% de la población del Estado, su peso en el CERA alcanza el 20%. Y en unas elecciones que se prevén ajustadas, su impacto puede ser decisivo. Sobre todo, ahora que se han eliminado los trámites burocráticos para participar.
La lejanía y la falta de controles habían convertido la diáspora en terreno abonado para la picaresca electoral, especialmente en países como Argentina, el de mayor número de inscritos en el CERA. La suplantación de identidades, los muertos que seguían votando o las denuncias de voluntades que se compraban -al cambio- por unos pocos euros, acompañaban cada proceso. Para evitar que una única persona pudiese encargarse de remitir todos los votos que fuese capaz de recolectar, se fueron introduciendo requisitos.
El primero fue acompañar cada papeleta con la fotocopia del DNI. Esa simple identificación provocó la primera caída en una participación que había ido subiendo hasta el 30% del censo. Sin embargo, como no se consideraba suficientemente garantista, en 2011 se introdujo una nueva modificación: el llamado voto rogado, hacer que fuese el elector el que solicitase su derecho a participar, es decir, que rogase el voto. La abstención se disparó por encima del 90% y las sacas de papeletas de la diáspora cayeron al mínimo. Ese requisito se eliminó en octubre de 2022 y el repunte se pudo apreciar ya en las elecciones generales del 23J, donde el PP ganó su último escaño en Madrid gracias al voto exterior. Era el que obligaba al PSOE a conseguir el sí de Junts a la investidura. Pero antes, en 2020, el voto emigrante ya había dado a Feijóo su mejor resultado en Galicia. Las sacas llegadas del extranjero le permitieron remontar los 45 votos que habían concedido al PSOE el último diputado por Pontevedra. Finalmente, sería el número 42 para el PP.
Las del 18F serán, por tanto, las primeras autonómicas en doce años sin voto rogado. Con un censo más alto que nunca y una participación que podría recuperar sus niveles anteriores al 2011, el voto emigrante reclama de nuevo protagonismo. No será la primera vez. Dos comicios tan claves en la historia de la comunidad como los de 1989 y 2005, la primera victoria de Manuel Fraga y su posterior derrota, dependieron de las sacas de correos. No sería sorprendente que, el 18F, la continuidad del PP o un eventual cambio de gobierno tuviesen que esperar al recuento de la última papeleta procedente de la emigración. Especialmente en las dos provincias sobrerrepresentadas en la cámara gallega: la de Lugo, con un 20% de voto CERA y, especialmente, la de Ourense. En el tradicional granero de votos de los populares -y donde la posible llegada al Parlamento de Democracia Ourensana añade aún más incógnitas a cualquier pronóstico-, tres de cada diez electores están censados en el extranjero. En las circunscripciones más pobladas, A Coruña y Pontevedra, el porcentaje se queda en un nada despreciable 15%.
476.514 es la cifra más alta de inscritos en el CERA en un proceso electoral. Según el PERE, el Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero, son 527.449 los gallegos que viven fuera de España -en 2022 eran más de 529.000-, pero apenas 140.726 los nacidos en Galicia. El resto son descendientes de emigrantes que mantienen la nacionalidad y pueden depositar su sufragio sin necesidad de haber puesto nunca un pie en la comunidad autónoma.
A Buenos Aires se la conoce tradicionalmente como la quinta provincia gallega y los datos del CERA refrendan el tópico. Argentina es el país extranjero con más inscritos en el CERA: casi 166.300, un tercio del total. Otro tercio está repartido por el resto de América Latina, con Cuba y Brasil a la cabeza. Ambos países superan los 45.000 censados. El primer estado europeo de la clasificación es Suiza, destino de numerosas oleadas de emigración a mediados del siglo pasado. Hoy acoge un censo de 34.114 gallegos de la diáspora.
Los del 18F no sólo serán los comicios donde más voto exterior pueda emitirse en número total. La supresión del trámite que imponía el voto rogado -creado para depurar el censo como respuesta a las constantes irregularidades- puede hacer que también se dispare el porcentaje, al menos, hasta los niveles anteriores a ese requisito. El gráfico permite ver cómo la participación comienza a caer en 2009, cuando se obliga a adjuntar una fotocopia del DNI junto a la papeleta y cómo directamente se desploma a partir de 2012, primeras autonómicas en las que el elector tenía que solicitar el voto -voto rogado- a la oficina censal. Estas serán, por tanto, las primeras elecciones autonómicas en las que volverá a ser suficiente con estar inscrito en el CERA. La última vez que sucedió esto, en 2005, la participación del CERA rondó la tercera parte del censo.
Los cambios normativos no sólo influyeron en el número de votos, también en su distribución. Antes del voto rogado y de la obligatoriedad del DNI, PSOE y PP recibían la gran mayoría de los votos, decenas de miles a una enorme distancia de un BNG que no parecía ser capaz de hacerse un hueco en el exterior. Coincidiendo con quién gobernaba en Madrid, socialistas y populares se alternaban como fuerza más votada. Con la restricción del voto, continuaron manteniendo su posición -sobre todo, el PP- pero cayeron en números totales en varias decenas de miles de papeletas.
Desde 2012, con la irrupción de Alternativa Galega de Esquerda (AGE), la coalición formada por la izquierda rupturista y el nacionalismo escindido del BNG, y que fue antecesora de Podemos y las mareas en sus diversas formas (En Marea, Galicia en Común), el bipartidismo imperante comienza poco a poco a ceder espacios. Los gráficos permiten ver cómo, a partir de ahí, las opciones del CERA comienzan a acercarse a las de los votantes de Galicia, manteniendo tendencias como apostar más por el partido que ejerza el gobierno, no de la comunidad autónoma, sino del Estado. Una de las incógnitas es saber cómo se reflejará en la diáspora el previsible segundo puesto del BNG. Como curiosidad, Vox, ausente del Parlamento de Galicia porque nunca ha conseguido superar la barrera del 5% de los votos, sí logró hacerlo, por apenas unas décimas, en el voto exterior de 2020.
La Oficina del Censo Electoral envía en estas fechas a todos los electores inscritos en el CERA la documentación necesaria para el voto en dos envíos independientes, una documentación que también podrá obtenerse directamente en los centros de votación que establezca el Ministerio de Asuntos Exteriores. El plazo para votar por correo finaliza el 13 de febrero. Entre el 10 y el 15 del mismo mes se podrá votar presencialmente en las urnas habilitadas en los consulados.