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Январь
2024

‘Caleta Palace’, el hotel de los intelectuales que vieron a Málaga arder en la Guerra Civil

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El extremo oriental siempre fue la zona privilegiada de Málaga, y así sigue siendo. En esa franja que va de la Malagueta hasta Pedregalejo se sucedían los edificios importantes, los hoteles de lujo y, ya pasados los Baños del Carmen, las villas de la alta burguesía, acomodada bajo las sombras de El Limonar a cuatro pasos de la playa. Allí levantaron sus casas familias bien, diplomáticos o comerciantes extranjeros que hicieron fortuna en la pujanza industrial del XIX. Allí estaba también Caleta Palace, primero venta, luego pensión, más tarde hotel de veraneo de Lorca o Falla y, finalmente, refugio de un puñado de intelectuales, periodistas, militares, espías y aventureros de todo pelaje que vieron Málaga arder.

Sus testimonios los ha rescatado José Antonio Hergueta en un largometraje nominado al Goya a mejor documental. Esta semana la película se estrena en Madrid, donde también se proyecta con motivo de los cien años del Hotel Florida (viernes 19, ámbito cultural El Corte Inglés) y se hace una lectura dramatizada con el reparto (martes 16, Ateneo de Madrid).

La ciudad del paraíso, como la llamara Vicente Aleixandre, dejó de serlo para dar paso al infierno el 18 de julio de 1936. Durante los meses que siguieron al golpe, fue una ciudad caótica, atroz y cruel, sumida en el desgobierno, amenazada por los golpistas y relegada por la República. Cuando en febrero de 1937 cayó en manos del ejército franquista, cientos de miles de malagueños prefirieron huir. Lo hicieron hostigados por los regulares, bajo las bombas de los cruceros y los vuelos rasantes de los Heinkel alemanes y Fiat CR-32 italianos, en una masacre oculta durante años por el franquismo y hoy conocida como La Desbandá.

Del escritor Arthur Koestler al zoólogo escocés Sir Peter Chalmers Mitchell, pasando por la pareja Gerald Brennan y Gamel Woolsey, un puñado de extranjeros notables observaba horrorizado desde sus atalayas. A priori, no son objetivo de nadie ni tienen que pegar tiros, y eso les da una posición privilegiada para observar. Sin embargo, la guerra les zarandea por igual.

“El tema es la deshumanización del contrario”, apunta José Antonio Hergueta, que ha construido su película sobre los testimonios escritos de personajes que pasaron en algún momento por Caleta Palace en aquellos primeros meses de guerra: los cuatro citados, además de la escritora falangista Mercedes Formica, el soldado y propagandista italiano Bonaventura Caloro, la reportera noruega Gerda Grepp y el capitán golpista Luis Bolín, interpretados por Miguel Rellán, Pedro Casablanc, Nadia de Santiago o Pepe Viyuela, entre otros.

Ninguno volvió a ser el mismo. Brenan y Woolsey, que habían llegado desde las Alpujarras a una casa en Churriana (a las afueras de Málaga) poco antes, describen con melancolía la situación en textos como Death's other kingdom (Málaga en Llamas, Woolsey, 1939). Comprometidos con la República, “ven que la revolución del pueblo tiene las horas contadas no solo por la amenaza militar, sino porque va sin rumbo”. Koestler, por entonces intelectual comunista en misión del Komintern, será apresado en Málaga y luego se servirá de sus recuerdos como prisionero de los golpistas para El cero y el infinito, su denuncia de las purgas estalinistas. Mercedes Formica, escritora falangista, tampoco gana la guerra: “Habla de una manera que demuestra que para ella no es una victoria, sino una derrota para todos. Es capaz de romper una lanza por la humanidad y denunciar que esto es una desgracia”.

Para todos ellos, la caída de Málaga es la metáfora de cómo el mundo se les cae aunque lo quieran sostener.

Hergueta lleva años trabajando en esta película. Descubrió que Málaga tuvo su particular Hotel Florida mientras preparaba Operación Úrsula (2006), un documental sobre el ensayo de la marina nazi para probar en aguas españolas los u-boots. Un colaborador le regaló Mi casa de Málaga, el libro de Sir Peter Chalmers, que por entonces aún no se había traducido al español. Allí se contaba el memorable enfrentamiento entre Luis Bolín y Koestler, al que el primero juró matar “como a un perro” porque este lo había burlado para conseguir una entrevista con Queipo de Llano.

Fue la puerta de entrada al fascinante elenco de personajes que desfiló por el Caleta Palace dejando un legado literario del horror. Durante años el cineasta acumuló relatos de hasta 25 personajes, mientras daba vueltas a cómo resolver el puzle. “No tenía dinero para una ficción, ni realmente me interesaba”, explica. Hasta que en 2017 dio con la fórmula: un falso documental que privilegiara a los protagonistas, que fue acotando en aras de la síntesis: “Me interesaba que nos narraran su visión y se retratara a unas personas, cada una con su afinidad e ideología, pero todas heridas por la experiencia”.

Hergueta buceó en archivos para localizar imágenes de Málaga entonces, que no abundan. Su objetivo era evitar una reconstrucción visual con material ajeno a la ciudad. “Estamos acostumbrados a ver la Guerra Civil en las imágenes de Madrid y en las fotografías de Capa. Málaga queda aislada muy pronto, y casi no se hacen fotos y nada de película”, comenta el cineasta, que se ha servido de archivos particulares ingleses y acabó dando con algunos negativos de la Guerra Civil en el archivo hallado en la maleta del fotógrafo de la República Walter Reuter. Para el ambiente prebélico tiró de la obra de Dick Laan, un reportero gráfico holandés que registró en vídeo una visita a familiares que vivían en la avenida Pintor Sorolla.

La pandemia y las dificultades para financiar un proyecto así retrasaron el final hasta hace pocos meses. Entre tanto, Hergueta sí pudo terminar el cortometraje Paraíso en llamas (2020), también nominado al Goya al mejor cortometraje documental.

La historia de la caída de Málaga en la Guerra Civil es la de una doble derrota. Tras el fracaso inicial del golpe siguieron seis meses de caos y violencia, ejecuciones y asaltos a casas y comercios: la Málaga en llamas. En los primeros días de febrero la ciudad cayó en manos de las tropas de Queipo (que amenazaba a los malagueños y malagueñas desde la radio) sin apenas resistencia. El gobierno militar había huido, y nunca llegaron desde Valencia las armas prometidas. “La historia de Málaga es torpe y vergonzosa, y por eso quedó olvidada: los franquistas ocultaron la masacre, y la República no podía defender que había hecho mala gestión y que la abandonó desde primera hora. Sirvió en verano como base naval para defender el Estrecho, pero la ciudad estaba condenada. Nunca se hizo un amago de defenderla, y los gobernadores locales no organizaron una defensa verdadera. Es una tragedia”.

La historia del Caleta Palace termina en la carretera Málaga-Almería, que da continuidad histórica y geográfica al antiguo hotel. Por allí sale Gerda Grepp. Sir Peter Chalmers, que se pensaba a salvo por la ayuda que prestó a conservadores notables, fue expulsado a Gibraltar, igual que Koestler. Formica volvió con tristeza. Quedaban las cenizas.

“Si yo voy a mi centro de salud temprano en invierno y veo la luz, te parece imposible que algo así pueda suceder en este sitio. Paseas por ciertos sitios y te acuerdas de esos detalles. La curva del camino nuevo, que une ese barrio con el centro proletario… allí mataron unos y luego otros. Me resulta inevitable sentir a veces que la historia no es un asunto lineal, que hay capas. Y siento que el cine es una herramienta muy buena para trabajar esa dimensión”, reflexiona Hergueta.

Caleta Palace cuenta esa historia a través de la mirada de unos hombres y mujeres que fueron expulsados del paraíso.