Iowa: primera cita
Ayer lunes tuvo lugar la emblemática primera cita en el largo maratón de primarias partidistas para elegir al candidato republicano y demócrata a la Presidencia de Estados Unidos.
Y es significativa no por el número de delegados que están en juego (apenas 40) para un total de mil 215 requeridos para ganar la candidatura republicana (Biden prácticamente no tiene contendiente), sino por ser justamente la primera.
Iowa tiene un sistema de elección en primarias de caucus; esto quiere decir de asamblea partidista, a la que asisten los votantes, discuten las propuestas, los candidatos, sus preferencias y, ahí mismo, emiten su voto en papeletas que insertan en urnas. Se cuenta de inmediato y dicha asamblea, una por condado o distrito, publica su candidato ganador.
Es, en la tradición político-electoral americana, el primer termómetro de la fuerza, el respaldo, el apoyo y el arrastre entre los electores con que viene cada candidato.
Ayer sucedió lo anticipado: Trump se alzó con su primera victoria por un porcentaje considerable, muy cercano a lo pronosticado por las casas encuestadoras: alrededor de 50 por ciento de los votantes republicanos en Iowa se inclinó por Trump.
Ninguna sorpresa hasta ahí, mientras que el segundo en la lista está aún en disputa entre la exgobernadora y exembajadora Nikki Haley, y el gobernador en funciones Ron DeSantis.
Nadie se retira después de la primera cita ante los electores.
Generalmente esperan tres o cuatro estados más para hacer un balance y definir su futuro.
DeSantis ha asegurado que no se retirará antes de concluir los tres compromisos siguientes: New Hampshire, Nevada y Carolina del Sur. Ahí estará la frontera para DeSantis y también para Haley.
Ambos juegan al segundo puesto, no porque aspiren a la vicepresidencia de Trump, sino porque calculan que, eventualmente, Trump deberá retirarse de la contienda ante los eventuales –muy pronosticados– fracasos judiciales.
Es justo en esa coyuntura que Haley o DeSantis pudieran tener algún futuro.
Para Trump hay llamadas de atención en la jornada de ayer.
No aplastó con una victoria incuestionable.
No arrolló a sus oponentes, como sus partidarios prometían. Le otorgaban más de 60% de los votos.
Esto puede significar dos cosas: la primera y más importante es que, entre el sector de votantes independientes, la perspectiva de un candidato no sólo sometido a juicio, sino con altas posibilidades de ser sentenciado culpable por múltiples delitos, puede estar empezando a hacer mella entre los electores.
Y la segunda: puede estar cambiando la percepción y el sentimiento entre votantes republicanos clásicos que, aunque seguramente comparten las ideas y la retórica extrema de Trump, les desagrada la perspectiva de tener otra vez a un egomaníaco, autoritario y altamente probable criminal en la Casa Blanca.
La única esperanza para los votantes demócratas y para el muy disminuido Joe Biden en las elecciones federales de noviembre es que los juicios contra Trump, sus eventuales resultados y las muy posibles sentencias condenatorias en contra del expresidente descarrilen su candidatura y terminen con sus aspiraciones.
Si las cortes no lo detienen, será muy difícil que en las urnas la marea republicana sea detenida por Biden y los demócratas.
Trump perdió en Iowa en 2016 cuando se convirtió en presidente. Iowa tiene a veces la fama de impulsar al candidato fallido a la Presidencia. Vamos a tener que esperar para conocer el desarrollo de este proceso.