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Январь
2024

La tragieconomedia del SMI: destrucción de empleo, incertidumbre empresarial y la cosecha fiscal

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La política económica comienza a parecerse a un espectáculo teatral donde hay un escenario, un guionista, unos actores protagonistas y secundarios y un productor que es quien financia el evento asumiendo el riesgo. Todos deberían estar alineados para alcanzar objetivos, pero parecen haber intercambiado sus roles, poniendo en riesgo el éxito de una obra donde las escenas parecen salir de un guion inalterable.

Como cada año, el aumento anual del SMI parece la representación de una obra maestra de corte dramático, una “tragieconomedia” donde hay unos héroes que luchan por la justicia social de algunos trabajadores, enfrentándose a unos malvados empresarios, armados con enormes beneficios. Se trata de una batalla épica que está perdida de antemano por los maliciosos y que conlleva efectos secundarios sobre un telón de fondo que viene decorado con caída de márgenes, pérdidas y despidos por parte de muchas empresas que luchan en el escenario con sus números, como arma, intentando seguir con vida.

En este espectáculo, el gobierno, apoyado por los sindicatos, busca la ovación del público, ejerciendo funciones de guionista, actor principal y director de escena imponiendo el “storytelling” del guión mientras se frota las manos bajo el noble pretexto de mejorar la vida de los trabajadores más vulnerables. Todo ello, sin contar con el productor de la obra de economía planificada, que actúa con un papel de extra secundario, mientras recibe el abucheo del público.

Así, el tan cacareado diálogo social, se convierte en un monólogo, donde las demandas de una de las partes, la que debe pagar la cuenta, no son tenidas en cuenta y finalmente se determinan unas condiciones que afectan severamente a nuestro tejido empresarial por la presión que ejerce sobre los márgenes.

 Desde el año 2018 el SMI ha crecido un 54% , muy superior a lo que lo ha hecho el salario medio y un aumento excesivo para el pequeño empresario que, cada día, se debate entre la vida y la muerte económica. Pero sería importante que, antes de aprobar subidas, se realice un profundo análisis de la repercusión sobre la salud financiera de las pequeñas empresas y autónomos que son las víctimas que deben hacer malabares para mantener su modelo de negocio dentro del espectáculo económico.

En este drama económico para millones de autónomos y pequeños empresarios, aparte de la destrucción de empleo, evidenciada por numerosas instituciones, esta medida genera incertidumbre al empresario que alarga sus decisiones de contratación ante las expectativas de nuevas subidas, lo que afecta a la creación de empleo, así como en sus decisiones de inversión. Basta con observar la situación de agricultores y ganaderos o bien la del comercio, restaurantes y bares de nuestros barrios, donde lejos de haber aumentado el empleo en los últimos 5 años, lo han reducido o mantenido reduciendo la jornada laboral. Igualmente afecta al crecimiento de las compañías de nueva creación que tienen recursos muy limitados.

Es evidente que aquellos que consigan sobrevivir, tendrán incentivos a trasladar esta subida de costes a los precios, generando efectos de segunda ronda sobre la inflación, lo que reduce el poder adquisitivo de todos los trabajadores, en especial, los vulnerables. Además, dicha subida ejerce de cadena de transmisión sobre la estructura salarial de las empresas, pues el clima laboral empeora si unos empleados observan cómo sube más el salario de sus compañeros, demandando la misma subida sin que sea absorbida vía complementos. Es posible que aumente la desmotivación de los trabajadores más productivos y el absentismo laboral.

Pero mientras el público se deleita con la emocionante actuación que representa la obra del SMI, se revela una astuta trama tras bambalinas, la cosecha fiscal que conlleva gracias al aumento de la recaudación de impuestos y cotizaciones. Subir el SMI sin una deflactación idéntica de las bases imponibles del IRPF diluye el aumento real que percibirá el trabajador mientras que las cotizaciones se acumulan y representan una carga mayor.

No hay que olvidar la incorporación progresiva de las nuevas tecnologías como la inteligencia artificial, la automatización y la robotización dentro del proceso de digitalización de la economía y su impacto en la destrucción de empleos de bajo valor añadido, que son los que reciben el SMI, por lo que aumentos progresivos del mismo, son un catalizador de la pérdida de trabajos menos cualificados y más vulnerables, poniendo en riesgo el acceso al mercado de trabajo de los jóvenes y los menos cualificados. Pretender arreglar nuestra economía con medidas de este tipo, sin atacar la baja productividad, la industrialización o la economía sumergida, es algo tan ingenuo como darle un piano a un mono y esperar que toque una sinfonía.

Juan Carlos Higueras, doctor en Economía y profesor de EAE Business School