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Январь
2024

"Grandes fortunas de hoy fueron amasadas con el dinero del esclavismo": Maó, el 'puerto negrero' del siglo XIX

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El dramaturgo y escritor francés Honoré de Balzac dijo en su día que detrás de cada gran fortuna siempre hay un crimen. El florecimiento económico de algunas encumbradas familias de la burguesía menorquina que protagonizaron la primera mitad del siglo XIX no ha sido una excepción a esta máxima. Apellidos tan cercanos, tan propios, como Vinent, Taltavull o Capó, pasaron entre 1818 y 1874 por el Tribunal Anglo–Español de Sierra Leona; un juzgado internacional creado ad hoc para perseguir a los traficantes de esclavos. Una corte –cuya legitimidad jurídica permaneció sujeta siempre a las conveniencias imperiales del momento–, impulsada por las monarquías española, portuguesa e inglesa para juzgar a aquellos que hacían fortuna mercantilizando la vida de otros seres humanos.

“Hay que decir que los capitanes capturados no eran castigados por esclavizar personas. Una vez detenidos, los esclavistas eran sometidos a juicio ante este tribunal mixto. Si el tribunal decidía que la mercancía era 'buena presa', es decir, que la mercancía habían sido debidamente capturada, los esclavos eran liberados, el barco subastado y el dinero era repartido a medias entre España e Inglaterra. En todo caso ni la tripulación ni el capitán sufrían castigo alguno”, destaca el antropólogo e historiador de la Universidad de Barcelona, Gustau Nerín Abad, autor del libro Traficantes de Almas especializado en el tráfico español de esclavos.

Formalmente la esclavitud –específicamente de indígenas latinoamericanos– estaba prohibida en el Reino de España desde el siglo XV, aunque los traficantes siguieron esclavizando personas procedentes del África negra, con mayor o menor anuencia y respaldo de la corona, la burguesía comercial y la burguesía industrial, hasta bien entrados los últimos años del siglo XIX. “Hacia 1835 el esclavismo en España comenzó a decaer –entre otros factores debido a la persecución a que eran sometidos los barcos negreros por parte de las autoridades británicas–. Con todo, se encontraron barcos españoles traficando personas hasta 1886; es decir muchos siglos después de que la esclavitud fuera abolida formalmente”, explica a elDiario.es el escritor menorquín Josep Maria Quintana, autor de la novela histórica 'La afortunada vida de Martí Olivar', publicada por la Nueva Editorial Moll, cuya historia está inspirada en el esclavista menorquín Antonio Vinent. 

“Si bien mi libro se enmarca en el terreno de la narrativa de ficción, las historias en que se basan mis personajes sí existieron de verdad. Hablo de personajes como el Marqués de Comillas, que era socio de la familia mahonesa Vinent; una importante estirpe de esclavistas menorquines que se dedicaban al comercio de seres humanos. Uno de ellos incluso llegó a ser primer teniente de Alcalde de Mahón; se llamaba Francesc Vinent”, explica el escritor.

Los hermanos Antonio, José y Francisco Vinent, naturales de Maó, amasaron una gran fortuna con el tráfico de esclavos guineanos hacia Cuba durante el primer tercio del XIX. Tras abandonar el negocio de la trata de personas, Antonio Vinent sería nombrado marqués por la reina Isabel II, se instalaría en Cádiz y posteriormente en Madrid. Fue fundador, junto a otros célebres esclavistas catalanes, del Banco Hispano Colonial, que se constituyó con los abundantes capitales amasados durante sus años como traficante. Contribuyó a fundar el madrileño Barrio de Salamanca y fue nombrado Senador Vitalicio. Nunca ocultó el origen de su fortuna.

Gustau Nerín Abad señala en sus publicaciones la huella de Menorca en el tráfico de personas en este período histórico. “De los 60 procesos judiciales que hay contra españoles por tráfico de esclavos en África durante el primer tercio del siglo XIX, hay al menos 4 menorquines, que además eran Maó e incluso dos de ellos eran vecinos porque figuran como residentes en la misma calle”, explica en diálogo con elDiario.es.

Según indican los Expedientes Criminales del Archivo del Reino de Mallorca, así como los legajos del Tribunal Mixto de Sierra Leona consultados por Nerín, el número de menorquines que pasaron por el banquillo acusados de ser traficantes es llamativamente alto para una población tan reducida como la de Menorca. En 1835 fue capturado José Mus, residente en Maó y contramaestre del “Tita”, por transportar esclavos desde Guinea. En 1836 es detenido Juan Sagrera, natural de Maó, capitán y propietario del “Marte”, junto a Mariano Sintes como piloto.

En 1836 Antonio Capó, también natural de Maó y capitán del “General Manso”, es capturado por transportar esclavos al puerto de Galinhas (Brasil). Se traslada a Matanzas (Cuba) donde vive 5 años. En 1845 Antonio Llené, contramaestre mahonés de la goleta “Rosa” es capturado con casi 300 esclavos procedentes de Keta (Ghana). Joaquim Andricain, de Maó, capitán del “Experimento” capturado en Rio Pongo (Guinea) justo antes de cargar un centenar de esclavos. Y el etcétera es largo.

“Los nombres que figuran en esta lista estaban vinculados al tráfico de esclavos 100% seguro, y habría que añadir que, el hecho de que no haya más nombres, no quiere decir que no hubiera más traficantes. Ya sea porque no fueron capturados o porque, en muchos casos, el acuerdo entre el dueño del barco y el capitán incluía que éste último asumía la responsabilidad penal en caso de ser capturado”, destaca Nerín. 

El rol de los marineros menorquines devenidos en traficantes emerge de entre las páginas de los viejos archivos como una acusación histórica de peso. Resulta interesante preguntarse entonces, ¿qué motivó a tantos menorquines y específicamente a los mahoneses a dedicarse con tanto esmero al tráfico de personas? Gustavo Nerin ensaya una respuesta posible: “Yo sospecho que tiene que ver con que Menorca, al haber pertenecido a la corona británica durante tanto tiempo durante el siglo anterior, habilitó a los marineros de Maó –y especialmente a las familias de esta burguesía comercial– toda una red de contactos vinculados al tráfico de esclavos. No sería extraño que, una vez Menorca vuelve a estar bajo dominio español, esta burguesía utilizara esos contactos para reconvertir sus embarcaciones en barcos negreros y realizar ellos mismos el negocio esclavista que antes realizaban los ingleses”. 

Por su parte, Josep María Quintana dibuja otra interpretación histórica posible en clave de actualidad. “Yo creo que la proliferación de esclavistas entre los armadores y capitanes mercantes en Maó se inicia con el comercio. Es decir, la existencia de tripulaciones experimentadas y que tenían un vasto recorrido en materia de comercio y navegación fueron llegando poco a poco al esclavismo como una forma de hacer mucho dinero en poco tiempo. Creo que puede ser algo similar al proceso del contrabandista; primero es solamente un transportista, o un marinero, que poco a poco termina metido en el negocio. Se me ocurre una similitud con el negocio de la droga; un capitán que traslada una mercancía de un lugar a otro y que, finalmente, por intentar ampliar sus ganancias personales, termina metido en el narco”, explica el escritor.

El lucrativo negocio de reducir a otros seres humanos a la servidumbre y la esclavitud parece lejano, impensable, incompatible con la modernidad occidental. Sin embargo, aquella realidad ha dejado un rastro fácilmente reconocible en algunas de las más encumbradas instituciones de nuestras sociedades.

“Yo escribí un libro en clave de ficción histórica para poder hablar de cómo la burguesía comercial e industrial de España en general y de Menorca en particular hizo grandes dineros con el tráfico de seres humanos. Es un hecho que las grandes fortunas de este país se han construido gracias a la esclavitud de personas. Apellidos patricios, gentes que han sido ministros, diputados, e incluso la propia monarquía cobraba su parte en el negocio a pesar de estar formalmente prohibido”, enfatiza Josep María Quintana.

Para Nerín el rastro del enorme capital que generó el tráfico de esclavos se puede seguir sin mayores dificultades hasta nuestros días. “Buena parte de los bancos españoles por ejemplo fueron fundados con capitales procedentes del tráfico de esclavos. Compañías como Naturgy por ejemplo o lo que fuera el Banco Hispano Colonial. Sin duda hay grandes fortunas de hoy que fueron amasadas con el dinero del esclavismo”, explica el académico.