El Blue Monday de Xavi: de hacer clic a hacer crack en la Supercopa
Se suele decir que la historia siempre se repite y a algo parecido a eso se agarraba el Barcelona en la Supercopa. Es uno de esos títulos a los que se le da poca importancia, pero que normalmente puede tener consecuencias para lo que queda de curso, más si se juega contra el eterno rival y si se pierde de la forma en la que se produjo (o, al revés, si se gana como el año pasado). "Esa pregunta no tiene sentido. Xavi sigue con toda la confianza", contestó Deco, director deportivo, cuando le preguntaron en Movistar+ por la situación del técnico. Pero la confianza nunca es eterna, y menos en el fútbol y en un año con demasiados altibajos, más bajos que altos. Hoy es día del descanso para el equipo, para el entrenador barcelonista un Blue Monday de verdad, triste.
De Valverde a lo del año pasado
En una Supercopa, después de perder contra el Atlético, Bartomeu despidió a Valverde en 2020 pese a que el Barcelona iba líder de LaLiga. Fue el comienzo del desastre, o la ejemplificación máxima del desbarajuste que había en la entidad ya desde hacía tiempo. Ni la Liga conquistada el año pasado, ya en otra etapa del club, ha logrado acabar con esa sensación de desconcierto, agudizada por los problemas económicos, las palancas y el "caso Negreira". La Supercopa del año pasado fue el momento más feliz de Xavi, al vencer en el Clásico de forma brillante y mantener la inercia prácticamente hasta final de curso. "Espero que este año vuelve a ser un clic, un punto de inflexión", dijo el técnico antes de esta edición. Pero la historia no se repitió. Lo que hizo el equipo fue crack, dejando en evidencia en la final contra el Real Madrid todas las carencias que el Barça ya venía mostrando. El curso pasado fue exitoso por la seguridad atrás, pero no queda ni rastro. En Liga ha encajado 22 goles, cuando tras la primera vuelta de la 22-23 eran sólo siete. Eso se tradujo en 50 puntos (lo que hoy en día le haría líder), por los 41 que lleva ahora.
Errores individuales y colectivos
"Son errores nuestros", repite Xavi una y otra vez, pero no se trata sólo de fallos individuales, también son colectivos, y eso es más responsabilidad del entrenador. Igual que Koundé se equivoca en el primer gol del Real Madrid de forma clara, tampoco nadie supo frenar a Bellingham en el centro del campo para evitar que diera el pase en profundidad. La idea del entrenador es que su equipo presione muy arriba a su rival, pero en estos momentos no parece preparado para hacerlo, ni en lo táctico ni en lo físico, y el resultado es que lo hace mal, desordenado, como se ve a veces en el campo, con futbolistas que dan instrucciones a los compañeros para saber a qué rival tienen que cubrir, sin parecer tenerlo claro. Una vez que le superan ese intento de recuperación, el equipo está muy separado y es un chollo para los rivales. El problema es que no sabe, o no se intuye, la idea de jugar a otra cosa, con menos riesgos, y es darse golpes contra una pared.
Con los pasadores rivales liberados, la presión mal hecha y el espacio a la espalda de la defensa, se formó el cóctel ideal para que Vinicius campara a sus anchas. Lo que el año pasado era un muro con Koundé, Araujo, Christensen y Balde, esta vez es un coladero, por mucho que se haya fichado a un lateral derecho como Cancelo y a otro central como Iñigo Martínez, que cuando ha jugado lo ha hecho bien, pero ha jugado poco por las lesiones. Koundé está lento e incluso Araujo, el defensa con más instinto, está fallando. Balde no es peligroso en ataque, y en defensa siempre ha tenido problemas. La inseguridad individual más el problema colectivo dieron lugar a un partido como el de la final de la Supercopa en cuanto hubo un rival que supo aprovecharlo.
Goles en contra en los primeros minutos
Los despistes en los comienzos de partido son una constante: en 10 minutos el Real Madrid ganaba 2-0. Granada, Amberes y Alavés se adelantaron en los minutos uno o dos, el Mallorca lo hizo en el ocho y el Girona y Las Palmas en el doce. Es una constante que el conjunto catalán empiece perdiendo y aunque muchas veces ha tenido reacción para empatar o remontar, contra el Real Madrid no le dio, además por mucho.
Los tantos de Lewandowski en esta Supercopa ponen de manifiesto que mantiene el alma de goleador, pero no han acabado con la sensación de que juega al margen del resto, de que es como una isla que no conecta con el funcionamiento general. Pese a todo, en Liga el Barça lleva 36 goles, sólo tres menos que el curso pasado.
Xavi se la juega contra equipos de la parte baja
"Me veo fuerte, creo en el proyecto", dice Xavi, que tendrá ahora unas semanas complicadas. Antes de la ida de octavos de la Champions tiene que jugar en Copa con Unionistas y, si pasa, quién sabe si algún partido más contra el Real Madrid o el Atlético o el Girona o similar; en Liga le espera el Betis (fuera), Villarreal (casa), Osasuna (c), Alavés (f), Granada (c) y Celta (f). Son mayormente equipos de la parte baja de la tabla, pero eso no significa nada porque en las semifinales de la Supercopa se cortó la racha de 20 partidos en los que los azulgrana no habían sido capaces de ganar por más de un gol... Y lo hicieron marcando a Osasuna el 2-0 en el 94. No se ha visto un equipo solvente ni contra grandes ni contra pequeños. Joao Félix ya no se sabe si es una solución o un problema y futbolistas como Gündogan o De Jong no están teniendo la consistencia necesaria. No se pueden esperar milagros de un joven de 16 años como Lamine Yamal, que bastante hace con estar jugando. El problema con él más bien sería quemarlo. En la enfermería están Raphinha, Iñigo, Ter Stegen, Cancelo, Marcos Alonso y Gavi. A Xavi, que está echando en falta la garra de este último, le urge recuperar al mejor Pedri y convencer a sus jugadores de su idea, o hacer algunos cambios, porque la paciencia no es infinita.