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Январь
2024

Almeida y Ortega o la historia de una ruptura: "Debe bajar el tono y comportarse"

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Hubo un tiempo en el que José Luis Martínez-Almeida y Javier Ortega Smith eran ‘amigos’ políticos. Corría el año 2019, mayo para más señas. Y las elecciones municipales habían puesto patas arriba el paisaje político en el Ayuntamiento de Madrid. La pírrica victoria de Manuela Carmena en las urnas, con el 30,94% de los votos, no aseguraba la permanencia de la izquierda en la Alcaldía. Porque, en frente, PP y el Cs de Villacís podían gobernar en coalición con el apoyo externo de Vox. Tras una larga noche de negociaciones con Ortega, Almeida tomó posesión del bastón de mando el 15 de junio. Daba comienzo uno de los mandatos más difíciles que se recuerdan en la ciudad… Casi tan complicado como la relación que tejerían los nuevos, alcalde y portavoz municipal.

El primer encontronazo entre ambos llegó en los últimos suspiros de aquel verano. ¿El motivo? La irrupción de Vox en un minuto de silencio por una víctima de violencia de género con una pancarta que decía: «La violencia no tiene género. Contra todo tipo de violencia intrafamiliar». En medio de una nube de cámaras y micrófonos, Almeida le replicó: «Javier, estoy completamente de acuerdo, pero que sepas que es la primera causa de muerte violenta en la ciudad de Madrid y esto exige un acuerdo y un consenso. Me gustaría que me hubieras comunicado que veníais con otra pancarta». No hizo su efecto. Cinco años más tarde, siempre hay dos pancartas (y mucha distancia) en estos actos municipales.

Aunque la gran «traición» que Ortega siempre ha echado en cara al alcalde se llama Madrid Central. O, en su idioma, «el Madrid de Carmeida». Almeida llegó a la Alcaldía a lomos del caballo electoral de una ciudad sin áreas de restricción al tráfico, pero los tribunales frenaron en seco sus intenciones, alegando que la Ley estatal de Cambio Climático no permitía dar marcha atrás a medidas en vigor. Ante la imposibilidad de cumplir con su palabra, el regidor ‘popular’ presentó tres meses después un plan alternativo y con más medidas que el de su predecesora: Madrid 360.

De ese tiempo a esta parte, no menos de cinco años, Vox ha utilizado el argumento de Madrid Central para negociar ininterrumpidamente cualquier acuerdo con el Gobierno municipal, llegando incluso a bloquear los últimos Presupuestos del primer mandato de Almeida. Enfadadísimo, el alcalde dio por muerto su cuarto proyecto en diciembre de 2022 y señaló al líder de Vox como el verdugo la prórroga. «Los madrileños no podrán ahorrarse 120 millones de euros en impuestos porque a Ortega le apetece circular en su coche por Gran Vía», sentenció.

La herida no suturó ni meses después, cuando casi todas las encuestas pronosticaban que PP y Vox estarían obligados a entenderse tras el 28-M. En una reunión crítica sobre la reforma urbanística de la ciudad, Ortega propuso una coalición al alcalde para impedir que la «izquierda nefasta, sectaria e inútil vuelva a gobernar el Ayuntamiento». Almeida no cayó en la «trampa». Y se jugó la mano de ‘poker’ a un ejecutivo en solitario. «Que Ortega Smith ofrezca un Gobierno de coalición al PP, cuando los cuatro últimos meses ha votado sistemáticamente junto a Maestre los presupuestos en contra, las normas urbanísticas en contra y en contra de una ordenanza regulatoria de la innovación y emprendimiento no es entendible», señaló. Para sorpresa de muchos, ganó la partida…

El superdomingo de mayo, por tratarse de las autonómicas y municipales, los madrileños le otorgaron la mayoría absoluta al PP de Almedia. Ciudadanos desapareció de la capital, preludio de lo que le ocurriría en el resto del país. Y Vox, con los mismos 5 concejales que atesoraba en el mandato anterior, pasó a ser una fuerza meramente exótica. Como reacción a la marea azul que también arrasó en otras regiones, Pedro Sánchez convocó elecciones anticipadas. Una historia, larga y muchas veces contada, que concluyó con la coalición progresista otra vez en Moncloa. Miles de personas se echaron a la calle Ferraz para manifestarse, frente de la sede socialista, por las formas en las que Sánchez conservó su poder.

Otro de los capítulos negros de esta relación se escribió el pasado noviembre, cuando Vox propuso la reprobación del presidente del Gobierno en el Ayuntamiento de Madrid. El PP no votó a favor porque la iniciativa incluía otros puntos controvertidos, como instar a las asociaciones judiciales a posicionarse contra la amnistía, que los del partido verde se negaron a eliminar. Mosqueado, Ortega calificó a los populares de «gallinas ponedoras». «España necesita gallos de pelea contra esta gentuza de golpistas, separatistas, proetarras, prófugos y delincuentes. Antes ese panorama, siguen como gallinas ponedoras, lo que quiere decir que, aunque pongan huevos, no los tienen». Almeida prefirió «no entrar en juegos de niños» y dejó pasar sus palabras…

Pero la tensión siguió creciendo entre los líderes políticos como la temperatura de un hervidero que terminó por estallar antes de final de año, cuando el portavoz de Vox golpeó sus papeles contra una botella vacía que el edil Eduardo Rubiño tenía sobre la mesa. Almeida pidió su dimisión por una actitud «inaceptable» y al regresar de las vacaciones apoyó la propuesta de la izquierda de reprobarle en Cibeles. Ortega dijo que le importaba un «re-bledo», refiriéndose a la primera vez que lo reprobaron, allá por 2019. Y todavía hoy continúa en su puesto. Su actitud tampoco ha cambiado.

En la Cabalgata de Reyes, el número uno de Vox en Madrid se encaró con Almeida por no dejarle recibir a Sus Majestades desde el escenario. «Es una vergüenza», «una muestra más del autoritarismo provocado por el rodillo de la mayoría absoluta del PP», aireó. Almeida, por su parte, respondió esta semana: «Yo creo que es una conducta que no se debería corresponder con lo que ha de ser la conversación normal entre el alcalde y un portavoz de la oposición», señaló, para agregar que el líder de Vox debe saber «comportarse como concejal», «bajar el tono» y abandonar «las conductas que ha tenido a lo largo de los últimos tiempos».